La flor del clan Mcgregor

Capitulo 17

Neilan se acercó al escritorio, apoyando las manos sobre la madera oscura mientras observaba a Aileen. Su rostro era serio, sin rastro de la fugaz sonrisa que ella había presenciado en el claro de entrenamiento. La formalidad del momento pesaba en el aire.

—Aileen —comenzó, su voz grave y directa. Has estado bajo mi protección durante un mes. Durante ese tiempo, he observado tu carácter y he escuchado los comentarios sobre tus habilidades con las hierbas curativas. Creo que posees un talento valioso que podría beneficiar a nuestro clan.

Hizo una pausa, evaluando su reacción. Aileen lo escuchaba atentamente, con el corazón latiéndole con una mezcla de nerviosismo y expectación.

—Además —continuó Neilan, su mirada ahora más intensa—, eres una mujer sin clan, que huye de un peligro considerable. Eilean Donan puede ofrecerte refugio, pero tu situación sigue siendo precaria. Los McGregor no olvidan fácilmente una afrenta y tu conexión con su clan, aunque involuntaria, te convierte en un objetivo potencial.

Se enderezó, caminando unos pasos por el estudio antes de detenerse frente a ella. La luz de la chimenea danzaba en sus facciones austeras, resaltando la determinación en su mirada.

—Por estas razones, Aileen, te ofrezco una solución directa. Te propongo unirte formalmente al clan Mackenzie. No como una simple sirvienta, sino bajo mi protección directa.

Aileen sintió que el aire en la habitación se volvía más pesado. La propuesta era inesperada, audaz.

—Serías reconocida por tu conocimiento de las hierbas —continuó Neilan— y tu labor sería esencial para la salud de nuestro pueblo. Tendrías acceso a nuestros recursos, la guía de nuestros sanadores más experimentados y la seguridad que ofrecen nuestros guerreros. Al convertirte en una Mackenzie, la protección de todo el clan sería tuya. Serías vista como una de nosotros.

Neilan la observó fijamente, esperando su respuesta. Aileen se quedó en silencio por un momento, procesando sus palabras.

Su mirada recorrió el estudio, deteniéndose en los libros, en las armas colgadas en la pared, símbolos del poder y la historia del clan Mackenzie. ¿Podría realmente dejar atrás su pasado y abrazar este nuevo futuro?

Pero entonces, su atención regresó a Neilan.

¿Podría confiar en él?

Finalmente, Aileen levantó la vista y se encontró con los ojos penetrantes de Neilan. Había una firmeza en su mirada, pero también una extraña... expectativa.

—Laird —comenzó Aileen, su voz ligeramente temblorosa pero firme—, agradezco profundamente su generosidad. La idea de tener un hogar, de estar segura... es algo que anhelo más de lo que puedo expresar.

Hizo una breve pausa, tomando una respiración profunda.

—Sí, Laird. Acepto su propuesta. Acepto convertirme en una Mackenzie y dedicar mis habilidades al bienestar de su clan.

Un leve asentimiento fue la única señal de la satisfacción de Neilan.

—Bien —dijo simplemente. Entonces, a partir de hoy, serás conocida como Aileen Mackenzie. Informaré de mi decisión al clan. Tu seguridad y tu bienestar serán mi responsabilidad.

La formalidad de sus palabras no ocultaba el peso de su promesa.

Para Aileen, era el cierre de un capítulo oscuro y la apertura de uno nuevo, lleno de incertidumbre, pero también de una tenue esperanza. Ahora era Aileen Mackenzie, protegida por un laird severo y un clan poderoso. Su viaje apenas comenzaba.

Pero entonces, mientras Neilan observaba su expresión, algo cambió.

Sin decir una palabra, levantó una mano y rozó fugazmente la mejilla de Aileen con la yema de sus dedos.

Fue un movimiento sutil, casi imperceptible, pero ella lo sintió con una intensidad desconcertante.

El calor de su piel chocó contra la frialdad de los dedos de Neilan, y un escalofrío recorrió su espalda.

Aileen se quedó inmóvil, con la respiración contenida. Era un gesto tan fuera de lugar… inesperado.

Neilan parecía no haberse dado cuenta de su propio movimiento hasta que ya había ocurrido. Sus ojos se endurecieron, como si analizara su reacción.

El tiempo se suspendió entre ellos, cargado de algo indefinible.

Pero antes de que Aileen pudiera reaccionar, Neilan se apartó como si nada hubiera sucedido.

—Puedes retirarte —murmuró, volviendo su atención al escritorio.

Aileen tardó unos segundos en moverse. Su piel aún hormigueaba donde la había tocado.

Sin decir una palabra, giró sobre sus talones y salió del estudio.

Pero mientras caminaba por los pasillos del castillo, sintió que ese momento fugaz había dejado una marca más profunda de lo que esperaba.

Y lo peor de todo era que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba segura de qué hacer con ello




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