La boda de Evan y Johanna había dejado una estela de alegría suave pero persistente en Eilean Donan. En el aire flotaba una promesa de futuro, un eco de amor que comenzaba a resonar sutilmente entre Laird y Lady Mackenzie.
Durante la cena, Aileen levantó la vista y se encontró con que Neilan la observaba. Sus ojos se encontraron por un instante más largo de lo habitual, una chispa de algo nuevo brillando entre ellos. Aileen apartó la mirada, sintiendo un ligero rubor.
Más tarde, mientras Aileen cuidaba las flores en el jardín, Neilan se acercó.
—Son hermosas, Aileen. Tienes muy buena mano.
—Gracias, Neilan. Me traen paz.
Sus miradas se cruzaron de nuevo, esta vez con una sonrisa tímida en los labios de ambos.
Una tarde, mientras Aileen paseaba, vio a Neilan entrenar. Se quedó un rato mirándolo; él la vio, pero ella cambió de pronto la mirada, sintiendo cómo se ruborizaba. Él se dio cuenta y no pudo evitar una sonrisa. Estando ella en el jardín, él se acercó en silencio.
—Aún te ruborizas cuando me ve —le susurro al oído.
—No, Neilan, no sé por qué dices eso —dijo nerviosa.
El se rió antes esa situación,se fue acercando más a ella , haciendo que se ruborizara aún más,le acaricio la cara, sus labios iban acercandose a los suyos y la beso esta vez no fue un beso dulce,fue uno apasionado Aileen correspondio a ese beso,el la agarró por la cintura atrayéndole hacia el,la tumbó con mucho cuidado en el suelo y siguió besándola,metio su mano debajo de su falda, empezó acariciarle haciendo que Aileen sintiera placer, cuando le fue introduciéndo los dedos Aileen abrió los ojos sorprendida, Neilan vio su expresión y le preguntó si quería parar ,ella le dijo que no,el se rio y siguió dándole placer con los dedos,Aileen disfrutaba de ese momento de íntimad,Neilan la besaba con mas pasión mientras seguia con sus dedos dentro de ella,cuando vio que Aileen estaba a punto de correrse la beso para ahogar sus gritos,quedaron un rato alli entre las flores acostados y abrazados.
—Neilan, no sabía que también se podía dar placer como me lo has hecho hace un rato —dijo inocentemente.
—Cariño, hay muchos métodos de dar placer —dijo, besándola en la frente.
—Neilan y tú me enseñarás esos métodos —le dijo tímidamente.
Neilan se rio ante la inocencia de su esposa, la levantó del suelo prometiéndole enseñarle todo, pero en la intimidad de la habitación.
Días después, en el salón principal, mientras supervisaban la distribución de provisiones, Aileen tropezó. Neilan la sujetó rápidamente del brazo.
—¿Estás bien?
—Sí, gracias. Torpe de mi parte.
Sus manos permanecieron un instante unidas, un contacto breve pero significativo.
Una noche, junto a la chimenea, Aileen comentó sobre la felicidad de Evan y Johanna.
—Se les ve tan enamorados. Es hermoso.
Neilan asintió, con la mirada fija en las llamas. —El amor puede encontrarse de muchas maneras, Aileen.
Ella lo miró, una pregunta silenciosa en sus ojos. Él se giró y sus miradas se sostuvieron.
Mientras observaban a Evan y Johanna pasear tomados de la mano, Aileen suspiró suavemente.
—Espero que sean muy felices.
—Lo serán —respondió Neilan, con su voz suave. Se aman de verdad.
Un día, durante una inspección del castillo, una viga inestable crujió. Neilan empujó a Aileen fuera de peligro.
—¡Cuidado!
Ella se apoyó en él, sintiendo su corazón latir con fuerza.
—Gracias, Neilan. Me salvaste.
Él la miró a los ojos, su preocupación palpable. —Siempre te protegeré, Aileen.
Más tarde, esa noche, Aileen encontró a Neilan en el estudio, revisando mapas. Se acercó tímidamente.
—Laird Neilan...
Él levantó la vista. —Sí, Aileen.
—Solo quería... agradecerte lo de hoy. Y... decir que me alegro por Evan y Johanna.
—Yo también. Su felicidad... es contagiosa.
Sus miradas se encontraron de nuevo, esta vez con una intensidad silenciosa que hablaba de sentimientos que aún no se atrevían a expresar en voz alta