La flor del desierto

Capitulo 1

Han pasado tantas cosas en estos meses desde que me enteré por accidente que para mantener mi corona debía casarme. Sé qué tengo que contarles, pero ahora tengo el tiempo justo para arreglarme. No es que sea de mi agrado tener que vestirme para lo que algunas mujeres llaman su sueño, pero que para mí es un sacrificio por mi gente. Y dirán, Bárbara salió sumisa, pero eso jamás. Nunca dejaré que el hombre que el parlamento decidió escoger (ante mi negativa de escoger a alguno de los candidatos que me presentaron como opción) de acuerdo con la conveniencia que le traería al pueblo. Solo espero que entre esos candidatos no esté el imbécil de Talal, la última vez que lo vi termino de rodilla sin saber si reír o llorar. Es un imbécil principito de pacotilla que se cree el mejor.

Como les comenté antes, no sé a quién escogieron como mi futuro esposo. Si les cuento que cuando volví me reusé a ceder mi corona, mis argumentos no eran tan malos o al menos eso pensé hasta que los puse sobre la mesa. Yo soy la sultana, la mandataria de mi país, yo tengo derecho a escoger lo que quiero hacer con mi vida, pero no, ninguno de mis argumentos fue válidos para el reguero de buitres que administran el parlamento y mucho menos cuando se metieron los jeques y mandatarios de otros países aledaños, todos se fueron en mi contra. Odié el día en que hablaron con Robert y este también decidió no subir al trono, lo entiendo y no lo juzgo, no fuimos educados para aspirar a la corona que era por derecho de Moad. En su momento, después de tanto pataletear y hacer berrinche solo me dieron a escoger entre dos opciones o me casaba con quien ellos escogieran y mantenía mi corona puestecita en mi cabeza o simplemente mi primo Kerem sería el nuevo sultán ya que este es el hijo mayor de mi tío Karim. Nunca dejaré a mi nación en las manos de un incompetente como lo es mi primo, eso nunca, prefiero mil veces casarme con el imbécil de Talal o hasta con Noah. No me importa, solo quiero lo mejor para mi pueblo.

—Adelante – digo saliendo de mis pensamientos y la puerta de mis aposentos se abre.

—¿Mi amor, aun no estas lista? —niego, mi madre pone cara de preocupación—. ¿Te sientes bien?

—No, pero que se le puede hacer. —encojo los hombros— Robert no quiere la corona y lo entiendo, ni él, ni Moad viven aquí. —Robert escogió vivir en Puerto Rico junto a los abuelos. Mi madre asiente con una sonrisa tranquila al saber que sus padres están protegidos al estar mi hermano allá. Este decidió estudiar medicina y se fue para la isla a trabajar en su vocación, cuidar a mis abuelos que ya están muy ancianos.

—Este sacrificio valdrá la pena. —niego con mi mirada triste—. Al menos si no te hubieras puesto los moños y hubieses escogido uno de los candidatos que te tenían los sacerdotes, pero no, tenías que ser terca como mula. No entiendo a quién saliste, cuando tu padre es tan sumiso. —dice indignada y solo puedo reír.

—¿Será porque soy tu copia? —se lleva su mano con dramatismo al pecho. Vuelvo a reír esta vez me quedo con la habitación. Juro que mi madre cada día está más loca. Ella no creció, puedo asegurar que no y mi padre le permite todas sus ocurrencias, nunca le ha puesto filtros y eso me gusta de su relación. Mi padre la ama tal como es y no trata de que cambie. Aunque conociendo el carácter de mi madre dudo mucho que esta se lo permita también. Espero que el hombre que me hayan escogido sea como mi padre, un excelente esposo y me deje ser yo.

—Eso no viene al caso ahora, si al menos le hubieras hecho caso a Noah, seguro su padre hubiera puesto su empeño para que se casaran a pesar de haber buscado opciones de príncipes. —blanqueo mis ojos. Ahí va otra vez la burra con el trigo, no pueden entender que Noah no me interesa para nada.

—Noah, Noah, Noah, —repito con burla— Admito que es un chico lindo, pero no es mi tipo. No me veo casada con él y mucho menos lo veo de sultán. —se cruza de brazos.

—¡Aja! Es mejor un príncipe que ellos escojan a un chico que conoces y sabes que es lindo. —su lógica me deja muda. Hasta aquí llegué. Tiene razón, pero en su momento no quise verlo y ahora es demasiado tarde.

Tampoco es que tuviera tiempo de pensar bien en lo mejor para mí, pues en estos meses me he hecho cargo de los asuntos de la corona junto a mi padre. Este me ha enseñado todo lo que tengo que saber sobre el país y mis deberes como la sultana sucesora. Eso se escucha tan hermosos y a la misma vez tan estresante. Ser sultana no es nada fácil, juro que cuando voy al parlamento me quedo dormida con tanta cosa. Yo sé que ellos tampoco se sienten cómodos con mi presencia, pero que se le puede hacer. El príncipe que escogieron, de seguro tiene las cualidades que ellos necesitan para que me represente en ese lugar y así ellos sentirse bien, creo que no me molestaría que tome mi puesto allí.

—Bueno madre, tienes razón, ya no puedo dar marcha atrás, mi compromiso esta con el pueblo, no con ningún hombre. —esta se sienta a mi lado.

—No entiendo por qué sientes que todos los hombres no te llegan a tus estatutos, cuando eres una mujer muy humilde y sencilla. Nunca has mirado a la gente por encima del hombro. —tomo sus manos.

—No trates de entender lo inentendible, madre. No es que no me gusten los hombres, pero los libros y novelas que leo han hecho que mis expectativas sean muy altas. Busco en un hombre su inteligencia, que no solo piense que soy un objeto, me gustaría un hombre que me complemente no que quiera hacerme sumisa. El físico es lo de menos, si tiene dinero espero que sea benefactor y si es pobre que tenga metas por cumplir, pero cada uno de los que me presentaron son príncipes que van a desear que sea sumisa, que cumpla con mi deber de engendrar y darle herederos y nada más, que cumpla con la cultura y me aguante una segunda esposa y hasta una tercera y no estoy dispuesta a aceptar eso. Simplemente es por eso. Noah no es mi tipo, siento que a este solo le interesa mi dinero y nada más. —la escucho suspirar.



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En el texto hay: humor, romance, sultana

Editado: 04.10.2022

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