La flor del desierto

Capitulo 3

Bárbara Majluf

Es un patán, pero que ni crea que yo voy a caer rendida a sus pies. Aun me duele el brazo por donde me tomó con fuerza, de seguro me saldrá un moretón, pero esto lo usaré para no olvidar con quien estoy casada. Es un cavernícola en el siglo XXI, es inconcebible. Camino de lado a lado tratando de apaciguar mi rabia. Ja, si él piensa que dormirá junto a mi está muy equivocado. Yo voy a dormir sola, sin estorbos en mi cama.

Es tan prepotente e insensible, pero sé que lo hace solo por sacar lo peor de mí y no lo voy a dejar. Entro a mi baño para darme una deliciosa ducha. Necesito esa cascada de agua cayendo sobre mi cuerpo para relajarme. Cierro los ojos y mi corazón se arruga.

—Alá ayúdame a sobre llevar todo lo que se avecina. De solo pensar que el niñato de Talal es mi ahora esposo me provoca náuseas y escalos fríos. Estoy perdida. —siento como se mezclan mis lagrimas con el agua que moja mi cuerpo. Es el primer momento de muchos en que me doy permiso para llorar y sacar de mi pecho mi frustración. Frente a todos seré fuerte y decidida, pero en mi intimidad voy a sacar todo lo que siento, pues no dejaré que él gane. Eso nunca pasará. Salgo de la ducha para secarme y salir a buscar mi ropa. Quiero una pijama cómoda para descansar. Mañana será un día un poco complicado pues mi padre de seguro se va a marchar temprano, ya que tiene que ir a una convención en California, en las otras sucursales que tiene el consorcio.

Salgo con mi toalla envuelta en mi cuerpo y otra en mi cabello. Tarareo un canción cuando quedo muda. Mis ojos se quieren salir de su cuenca.

— ¡¿Qué haces aquí?! —pregunto en un grito ahogado al verlo voltear. Mi boca se seca y mi corazón late apresurado. Talal sonríe ladino.

— ¿Te gusta lo que ves? —pregunta y solo quiero matarlo. Es un imbécil. Como me va a gustar lo que veo. Solo veo un hombre semidesnudo en el ventanal. Camina hacia mí, pero lo detengo.

—No se te ocurra acercarte más, porque llamo a los guardias. ¿Qué quieres …? —mis palabras se pausan al escuchar su estridente risa.

—Pequeño saltamontes, eres mi esposa y es normal que quiera que cumplas con tus deberes de esposa devota, pero tranquila que, si hoy no deseas, no te voy a obligar, en fin, no es que inspires ningún pensamiento lujurioso en mí. —entrecierro mis manos en puño, es un patán.

¿Cómo me pude casar con este troglodita mal parido? Pero con esa no me quedo, él quiere humillar, pues humillemos. Me doy media vuelta y como a él no le inspiro ningún pensamiento quito mi toalla dejándola correr por mi cuerpo dejando al descubierto mi espalda y trasero. No sé, ni me interesa que cara puso “No mientas, mueres por ver su cara de tontín” dice mi conciencia y tengo que darle la razón, pero me voy a aguantar y no voy a voltear, busco mi pijama y me la pongo lo más sexy que puedo, cuando volteo miro el bulto en su pantalón y es mi turno de sonreír ladina. Paso por su lado como la sultana que soy. Este se interpone en mi camino con una mirada lasciva.

—Si vuelves a hacer eso me voy a olvidar de todo y consumaré nuestro matrimonio, quieras o no. —me carcajeo secamente.

—No me hagas reír, Talalcito. Este cuerpo que no provoca nada en ti, tampoco siente deseos de ti. —le guiño un ojo y me acomodo en mi cama—. ¡Ah! Y lo olvidaba, cuando salgas apaga la luz, no me gusta dormir con claridad. Buenas noches su majestad. —concluyo volteándome para darle hacerme la dormida.  La puerta fue tirada con fuerza, sonrío en mis adentros. —Este es el principio de tu vida como el esposo de Bárbara Majluf. Te vas a arrepentir de haberme escogido como esposa.

 

Talal El Nekby

 

Mis padres se acercaron al verme sentarme nuevamente luego de la conversación que tuve con mi suegro. No puedo más que admitir que ese carácter indomable es lo que me encanta de esa mujer, por eso me encapriche en ser su esposo. En el momento que me enteré de que mi competencia era Katlar e Ibrahim supe que yo saldría ganador. En ese tiempo trate de llevar una vida digna de un sultán, mi padre como asesor supo mover su cartas, me preparó para que fuera yo quien ganara el galardón y así poder subir al trono preciado. Ahora veo que voy a pasar trabajo para domarla, pero no me voy a rendir. Esa mujer será mía, aunque sea a la fuerza. De solo pensar en su cuerpo desnudo debajo del mío, se eriza todo en mí, hasta esa parte oculta en mis pantalones.

—Hijo, ¿Por qué no la detuviste? —Pregunta mi padre mirando la puerta por donde salió mi sultana.

—No se sentía bien, queria descansar, pero me espera en nuestros aposentos. —miento, pero no quiero verme débil ante mi padre. Este me sonríe complacido.

—Recuerda que debes procrear rápido, mientras más pronto tengas un heredero, más rápido nos quedamos con el poder de Omán. Fue una buena jugada lo de casarte con la nueva sultana. Farid, ni Moad saben lo que hicieron al exponer a su ingenua hija en bandeja de plata para que los buitres hiciesen fiesta. —el comentario de mi padre no me gustó, pero ya no tengo que darle explicaciones de lo que hago, lo convencí para que me ayudara, pero hasta ahí. Ahora Omán es mío y de mi ahora esposa. Nadie más podrá tomar decisiones sobre este pueblo, solo nosotros.

—En eso estoy padre, pero no queria irme sin despedirme de ustedes, el viaje será largo, espero que salga todo bien. —le doy una brazo a mi padre de despedida y un beso a mi madre en su frente para salir tras la mujer que me dejó solo en nuestro banquete de boda.

Entro a su habitación y escucho la ducha. Me vi tentado a entrar, en fin, ella es mi esposa, pero recordé la última vez que me le acerque en privado y solo recibí un fuerte rodillazo en mi entre pierna que de solo recordarlo me vuelve a doler. Mejor la espero aquí. Comienzo a quitar mi ropa quedándome solo en pantalones. Me acerco al ventanal corriéndome el riesgo de ser arrojado desde aquí.



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En el texto hay: humor, romance, sultana

Editado: 04.10.2022

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