La fortuna de los Harrison

Capítulo 6 lejos del dolor

Lady caroline

Estaba sentada en mi oficina, rodeada por la elegancia de los muebles de madera oscura y estantes llenos de libros. Desde el gran ventanal, con sus cortinas elegantes, observaba el jardín y el edificio contiguo. Mientras James y Elsie charlaban entusiasmados sobre el periódico de Lady Violet Ashcroft, sostenía una carta de Claremont School. Miré el folleto sobre mi escritorio, sintiendo un nudo en el estómago. El internado en Marleston, con su arquitectura gótica y vistas panorámicas, me parecía imponente y misterioso. La decisión de enviar a Clara allí me preocupaba profundamente.
Cuando Edmund entró en la habitación, notó de inmediato la tensión en mi rostro.
—Madre, sé que estás considerando enviarla —dijo con una sonrisa suave, pero sus ojos reflejaban una aguda comprensión.
Suspiré, mirando el folleto en mis manos, y respondí:
—Eddie, Clara no está bien; puedo verlo en sus ojos. No habla, no sonríe. Este lugar le recuerda la muerte de Alex, y quizás un internado lejos de aquí le ayudaría.
La forma en que Edmund me miraba, con su característica elegancia y calma, demostraba una profunda comprensión. Aunque siempre tenía un toque de humor, en ese momento su seriedad me reconfortaba.
—Te entiendo, madre, pero ¿qué dirá Emmeline? Sabes cómo lo está pasando. Se aferra a nosotros, especialmente a Clara —añadió Edmund, con una preocupación genuina.
Mi determinación se hizo más firme mientras ajustaba el folleto en mis manos.
—Lo sé, Edmund, pero creo que Clara necesita esto: un lugar donde pueda pensar, donde el dolor no la alcance en todos lados.
Me levanté de mi asiento, esforzándome por mantener la compostura a pesar de la tristeza profunda que sentía. Agradecí su comprensión con una voz que revelaba mi tensión interna.
—Gracias, hijo. Es lo mejor para Clara, aunque sea doloroso. Edmund asintió, su expresión reflejando un entendimiento profundo.
💜💜

— Madre, deberías hablar con Clara para que sepa que va a estudiar fuera de casa. No creo que puedas ocultárselo por más tiempo; es evidente que es muy perspicaz — dijo con un tono reflexivo.
Su seriedad y preocupación por la situación se notaron en sus palabras. Aunque su estilo solía ser encantador, en este momento su enfoque era claro y directo.
— Sí, voy a buscarla. Estoy segura de que está en su habitación; la pobre se ha pasado toda la noche llorando. No quiere aceptar la muerte de su hermano, y eso me duele. Puede pensar que no los amo, pero eso no es verdad. Son mis hijos y son muy importantes para mí — dije con firmeza, intentando mantener la compostura.
Mi voz, aunque decidida, revelaba una tristeza que trataba de ocultar. Con un gesto decidido, me levanté para enfrentar mi próxima tarea.
— Suerte, mamá, explicándole esta nueva decisión a mi hermana. Nos veremos más tarde; voy a ver cómo está Emmeline. Desde anoche no me quiere hablar y está muy distante con nosotros — dijo Edmund.
Se levantó, mostrando una mezcla de simpatía y ligera frustración. Su actitud reflejaba su habilidad para manejar la situación con calma y empatía.
Mientras Edmund iba a ver a Emmeline, busqué a Clara para contarle sobre esta decisión tan apresurada. El curso empezaba en marzo.
— Emmeline, soy yo. Abre la puerta — dijo Edmund, con un tono suave pero firme. Su voz, aunque calmada, transmitía una preocupación evidente.
No esperaba una respuesta inmediata, así que me apoyé ligeramente en la puerta, mostrando una expresión que combinaba ternura con seriedad. Cuando Emmeline finalmente abrió, Edmund mantuvo una postura abierta y acogedora, y su sonrisa buscaba transmitirle tranquilidad.
— Necesito hablar contigo sobre cómo te sientes — continuó, dejando que sus palabras se asentaran en el aire. Su expresión, aunque serena, revelaba una profundidad de emoción que rara vez mostraba en público. — Clara se irá a un internado por un tiempo para estudiar. Mamá cree que es lo mejor para ella, especialmente después de lo de Alex. No la hemos visto sonreír como antes, y eso nos preocupa a todos.

Emmeline se cruzó de brazos, mostrando con su postura su frustración. Sus ojos chisporroteaban con una mezcla de ira y desilusión. La forma en que frunció el ceño y apretó los labios reflejaba claramente su descontento. Su tono de voz, cargado de incredulidad y enojo, era casi un grito contenido.
— ¿Qué quieres decir con que Clara se va a ir? ¡Mamá se ha pasado! — exclamó, dando un paso atrás como si la noticia la hubiera empujado físicamente. Su voz temblaba con la intensidad de sus emociones, y su cuerpo se tensaba, evidenciando impaciencia y rebeldía.
Emmeline giró abruptamente y comenzó a caminar de un lado a otro en la habitación, moviéndose con una energía desbordante que reflejaba su deseo de independencia y su frustración por no poder controlar la situación. Sus manos se movían de manera agitada mientras hablaba, subrayando la intensidad de sus sentimientos.
— No quiero que se vaya — continuó con un tono firme, casi desafiante. — Todos siempre piensan en lo que es más importante para Clara. Nunca se considera cómo me siento yo. ¡Siempre soy el segundo plato!
Sus movimientos bruscos y su expresión enojada pintaban un retrato claro de su carácter díscolo. La manera en que desafiaba la decisión y expresaba su frustración mostraba su deseo de romper con las convenciones y su impaciencia con las reglas que sentía que la oprimían.
Edmund se levantó lentamente, su porte imponente contrastando con la ternura de su gesto.
— Emmeline, entiendo lo difícil que es todo esto. No puedo imaginar lo que estás sintiendo, pero estoy aquí para ti, siempre — dijo Edmund, con una voz suave pero tranquilizadora.
Se apartó un paso, dándole espacio mientras su sonrisa se mantenía cálida y alentadora, señalando que estaba disponible sin ser intrusivo. En lugar de presionar a su hermana para que hablara más, dejó un silencio entre ellos, un espacio lleno de comprensión. Sus ojos permanecían fijos en ella, demostrando que estaba listo para escuchar lo que quisiera compartir cuando se sintiera preparada.
— No sé qué más decir, hermano. Todo esto fue tan repentino — dijo Emmeline, con la voz quebrada mientras se pasaba la mano por los ojos hinchados y agachaba la cabeza. — Era mi favorito. Siento que era el único que me entendía.
Con una mueca de frustración, dejó escapar un suspiro tembloroso, su impaciencia con la situación evidente en cada gesto. Miró hacia el suelo, como si buscar respuestas en las baldosas pudiera aliviar su dolor.




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