La fortuna de los Harrison

Capítulo 3 Un baile de los destinos

La mansión de Lord Lamont Lovelace se alza con una grandeza que opaca todo a su alrededor. Las luces doradas acentúan su majestuosidad, y las guirnaldas de flores frescas adornan la fachada, dando la bienvenida a una velada llena de glamour y secretos. Pero lo que realmente me pesa en el alma no es solo la magnificencia de la casa, sino todo lo que se oculta tras esas puertas.

Mi hija baja del carruaje con paso firme, pero la rigidez de su postura lo dice todo. Aunque intenta ocultarlo, puedo leer en su rostro la tensión. No me atrevo a mirarla mucho, sé que algo no está bien. Algo mucho más profundo que esta fiesta, que esta cortesía obligada que hemos tenido que aceptar. Emmeline camina a su lado, apretando los labios, moviéndose rápido, evitando las miradas. Clara y Alexander la siguen, sus expresiones inmutables, pero sus ojos reflejan la misma preocupación que siento yo.

El vestíbulo de la mansión es lujoso, pero cada paso que damos resuena en el aire como un presagio. El silencio entre nosotros es tan denso que casi se puede cortar. La música de la orquesta se mezcla con las conversaciones a lo lejos, pero la presión del ambiente me ahoga. Algo está por estallar, y no es solo la incomodidad del evento. Es lo que llevamos arrastrando, lo que no hemos dicho.

Lord Lamont Lovelace aparece al final del pasillo. Su presencia es abrumadora, su capa oscura y su rostro severo lo hacen parecer aún más imponente. Su mirada me atraviesa, como siempre lo hace, y no me ofrece bienvenida alguna, sino una amenaza velada. La tensión se aumenta en el aire. No estamos aquí como invitados de honor. Estamos aquí para algo mucho más oscuro.

—Bienvenidos, señores y señoras Harrison —dice, su voz fría como el acero.

Mi hija, que intenta mantener la compostura, responde con una sonrisa que no llega a sus ojos. Un gesto forzado, como si las palabras se le atascaran en la garganta. La noto inquieta. Sus dedos se aprietan alrededor de la copa con tal fuerza que el cristal podría romperse en cualquier momento. Evita su mirada, y es en ese simple gesto donde puedo ver el miedo que la consume. Algo le duele, y no sé si es el peso de lo que hemos tenido que ocultar o si es la carga de los secretos que nos acechan.

—Un placer conoceros, Lord Lovelace —dice, pero su voz, aunque firme, tiembla ligeramente.

El murmullo de la sala crece, pero es cuando la puerta se abre que todo cambia. La figura de James Lovelace aparece en la entrada, y con ella, toda la atención de la sala se concentra en él. La suavidad de sus movimientos contrasta con la rigidez del lugar. Su porte, su elegancia natural, lo hacen resaltar entre todos los presentes. Cada paso suyo irradia una calma inquietante, como si supiera que toda la habitación espera su próximo movimiento.

En ese instante, su mirada se cruza con la mí hija. No hacen falta palabras. En sus ojos hay algo que no puedo ignorar. Algo que me hace cuestionar lo que estamos haciendo aquí. La presión se siente aún más fuerte ahora. Porque, aunque todo parece ir bien por fuera, hay una verdad que ninguno de nosotros quiere enfrentar: estamos atrapados en una mentira que amenaza con desmoronarse. El secreto que mi hija ha estado ocultando, los compromisos familiares, todo está a punto de estallar.

Un leve movimiento de la copa en sus manos, un trago que no parece calmarla. Mis pensamientos se enredan con el caos que se avecina. Todos los ojos están ahora en él, pero yo no puedo dejar de pensar en lo que está por venir. ¿Hasta cuándo podremos seguir escondiendo la verdad?

En ese momento, el ruido del murmullo de la multitud se intensifica. James Lovelace, el duque de Eldoria, hace su entrada. Su presencia irradia una elegancia innata que llama la atención de todos en la sala. Viste un elegante traje de gala que destaca por su corte impecable y su aire de nobleza. Su cabello oscuro está cuidadosamente peinado, y su porte sereno y confiado lo convierte en el centro de atención.

Siente una simpatía inmediata por James, una que contrasta con el peso de su compromiso con Lord Lovelace, y no puede evitar preguntarse qué papel jugará en su vida.

— Elsie, permíteme presentarte a James —dice Lord Lovelace, señalando a su primo con un gesto elegante.

James se inclina con una gracia natural y una sonrisa cálida que ilumina su rostro.

—Señorita Harrison, es un placer conocerte — dice James con un tono sincero. — He oído mucho sobre ti. Espero que disfrutes de la velada.

Se siente atrapada entre el deber y el deseo, mientras intercambiamos miradas con James. Su presencia es un recordatorio de todo lo que podría ser diferente en mi vida si las circunstancias fueran otras.

La velada continúa con la música de la orquesta llenando el aire y los invitados bailando y conversando en el gran salón. James y ella se encuentran en momentos para charlar en un rincón apartado, lejos de nuestras miradas inquisitivas de los asistentes y hermanos.

—Siento que esta noche está llena de expectativas y presiones — confiesa en un susurro, mientras observa la pista de baile con una expresión pensativa.

—No estás sola en esto —respondió James con una sonrisa comprensiva. — Todos tenemos nuestros propios desafíos, pero a veces, es en las circunstancias más difíciles donde encontramos nuestra verdadera fortaleza.

Siente un consuelo en las palabras de James, aunque la realidad de nuestra situación sigue siendo inmutable. Mientras la música continúa y las parejas giran en la pista de baile, se da cuenta de que cada elección que haga esa noche podría tener repercusiones profundas.




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