La fuerza de Ciro

Amazonas

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A pesar de ser de día en lo profundo del amazonas la luz escasamente se abre paso entre la vegetación. Cual quiera que viera a la distancia podía ver moverse de manera extraña la copa de los árboles e incluso uno que otro caer al suelo a causa de ser partido por la mitad o ser arrancado desde la raíz. Los nativos, aquellos que aún no han sido tocados por la “civilización” corren a toda prisa unos buscando refugio otros persiguiendo a el causante de tales destrozos que no era otro que el Lobisón, una de las siete bestias que rondan casi todo el cono sur de América. 

Aunque parezca de otro tiempo y época cientos de flechas surcan el aire haciendo un ruido siseando, el lobisón escucha el ruido alza su mirada, aúlla feroz, busca desesperado refugio sin ver nada cerca de él, baja la mirada ya sus pies un barranco, sin tomar impulso se deja caer, las flechas caen clavadas en el piso otras se van de paso al barranco y en la orilla de este, Dédalo y Ramsés viendo la profundidad de barranco. Dédalo se retira una flecha del hombro derecho, Ramsés del rostro, ambos en el instante sanan. 

_ No deberías decirle que ya nació el bebé. 

_ No lo hice, escucho la conversación.  

_ - Ramsés se coloca a un lado de él dando la espalda al acantilado- _ ¿Qué vamos a hacer?  

_ Tú, reorganiza a los nativos, yo iré detrás de él. – No dio tiempo a que Ramsés reaccionara salta al vacío- 

_ ¡Te puede matar! ¡Necesitas ayuda! ¡Rayos! Odio que no razón, solo se deja ir de tras de él y yo tengo que ayudar.  

Molesto el egipcio junta las flechas, en ese claro el sol da de lleno ya él ya le estaba afectado el ardiente sol, con quemaduras de segundo grado se interna en la selva reorganizando a los nativos. Todos se estremecen al escuchar dos tenebrosos rugidos, Ramsés niega, se despide de los nativos, corre siguiendo los gemidos de la pelea, al aterrizar, alza la mirada ve el rastro de destrucción apresurado el paso al ver sangre cuando llega ante ellos, Dédalo y Darío están en un acalorado combate cuerpo a cuerpo, Darío da un zarpazo surcando el pecho del vampiro de derecha a izquierda haciendo que caiga de rodillas ante él, sin raciocinio alguno iniciarlo, poco le importa arrancar la carne “vida” del cuerpo del vampiro. , Darío no se dio cuenta en qué momento Ramsés se monta en su espalda, el egipcio ejerce presión y fuerza en el cuello de Darío, Dédalo al ver que va perdiendo fuerza se abalanza sobre el coloca sus delgadas manos en el rostro en las sien del griegos, ahora los dos vampiros luchan por someter al licántropo, por fin el mayor logra tranquilizar al joven haciendo que caiga desmayado, Ramsés se queda de pie viendo como poco a poco vuelve a ser hombre, Dédalo con la mitad del cuerpo destrozado se arrastra lo suficiente al cuello del griego para beber de él, finaliza cae desmayado, a los diez minutos abre los ojos y grita como si hubiera despertado de una pesadilla, el egipcio lo tranquiliza, los dos vampiros tranquilos descansan observando al griego que aún inconsciente sus rasgos lobunos se asoman como si fueran convulsiones. 

_ Fuiste muy descuidado, ya llevaba meses como lobo al escuchar tu conversación liberaste a la bestia. 

_ Juro que ignoraba que me espiaba. – El azul mirar de Dédalo se clava en Darío- _ Mi príncipe maldito me mintió. 

_ Solo no dijo la verdad. 

_ Llevamos milenios siendo amigos, no iba a ir corriendo con su hermano a decirle que embarazó a su esposa. 

_ No sabemos si es de él.  

_ Ramsés, si ese bebé fuera de Elián, Darío no hubiera salido como salió: corriendo a conocer a su “sobrino”. Intento hablar con él, pero es terco como él solo, impulsivo. No hace caso. 

_Se parece a alguien que conozco y que estoy viendo. 

_ Al ver que lo iba a amarrar se volvió loco exponiendo su bestia. 

_ Y por culpa de ese descubierto tenemos asustada a toda la población étnica. Sujetemos a Darío y tranquilicemos a todos aquí. 

_ Solo espero que cuando regrese en si no se vuelva loco…otra vez. 

_ Lo averiguaremos. 

Villa Licaón, Atenas, Grecia. 

Dos días han pasado desde que Sandra la hija de Elián y Secundina nació morena clara como la abuela materna, cabellos azabaches como el padre, ojos marrones, pareciera que sus pestañas habían sido dibujadas una por una largas y tupidas, sin duda era una bonita bebé y desde luego Emilia estaba vuelta loca con sus dos hermanos, era la mujer más feliz del mundo son sus dos hermanos. 

Jano y Nereida ayudaron a Secundina, Elián y Ciro seguían buscando a su hermano ya su sobrina Lucrecia y sus rastreadoras habían rastreado toda Europa, y ella ya se había trasladado al sur de África para iniciar por ese continente. 

_ Por los acontecimientos de los últimos tres años, me arrepiento de haber dejado mi exilio. 

_ Si no lo hubieras dejado, no estuvieras casado y con dos hijos nuevos, ni estuvieras al tanto de lo que pasa con nuestro hermano. 

_ ¿Y qué le pasa a ese cabrón? Que se enamoró de otra mujer, confié en que haría lo correcto. 

_ Y lo hizo. 

_ ¿En verdad lo hizo? ¿Por qué se fue de la villa? ¿Por qué se alejó de su familia? 

_Porque así es él. Elián, si él no hubiera hecho lo correcto ya se hubiera alejado de su esposa, y no fue así volvió con ella, hizo los pasos, se fueron juntos, volvieron para estar a nuestro lado. 

_ Supongo que tienes razón. ¿Como van los recién nacidos? 

_ Bien, están en las montañas, hubo unos problemas con los cachorros convertidos con magia por desgracia casi a todos los que tuvimos que matar, Circe tuvo que hacerlo.  

_ Es una verdadera lástima eran muy jóvenes, me duele cuando mueren los cachorros. 

_ Una verdadera lástima, varios tenían potencial, pero la magia era muy inestable los volvía demasiado agresivos ya los que convertimos perdieron la razón.  

_ Hablando de eso debo ir a Petra, los nómadas del desierto quieren hablar conmigo. 




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