Fuveau, Francia, mes de Marzo de 1850.
—¡Estoy cansada de esta cama!—se quejaba Gabrielle.
—Ya no falta nada para que nuestro hijo venga al mundo, lo estás haciendo bien—la intentaba animar Jules mientras acariciaba su abultadísimo vientre.
—Por supuesto que lo estoy haciendo bien, lo único que hago es comer, dormir y comer. ¡Estoy horrible, seguro que si me caigo rodaré!
—Estás más bella que nunca—Jules la besó—¿Has pensado en algún nombre para él o ella?
—Bueno más o menos. Si es niña quiero que se llame Selene como mi madre y si es niño me gustaría muchísimo que llevase el nombre de mi hermano, Jean. Si no estás de acuerdo dímelo.
—Estoy de acuerdo. ¿No has pensado la posibilidad de que en lugar de un bebé vinieran dos? En tu familia hay antecedentes de ello.
—No lo había pensado—empalideció levemente—Creo que no ha sido buena idea decirme eso, ahora estoy el doble de asustada.
—Venga uno, dos o diez, estaremos felices de recibirlos—la cara de Gabrielle en ese momento no era precisamente de felicidad.
Semanas después, Gabrielle empezó con las labores de parto, Sophie y el doctor Laurent la estaban atendiendo mientras que el duque y Jules esperaban abajo en la sala con los nervios a flor de piel.
—Tranquilízate muchacho, estas cosas van para largo—el duque sirvió un poco de coñac para él y para su yerno que estaba muy nervioso.
—Es que no entiendo el motivo por el cual no puedo estar ahí arriba, es absurdo—se bebió el coñac de un trago.
—No me lo tomes a mal Jules pero mucho ayuda el que no estorba, es mejor así créeme—comentó dándole una palmada en la espalda.
Tiempo atrás, Jules jamás se hubiera sentado a beber con el duque, pero desde que el propio Fréderic les pidió perdón a él y sobre todo a su hija, parecía otra persona. Realmente había cambiado y estaba deseoso por conocer a su nieto, desde entonces en aquella casa se respiraba la paz y tranquilidad que hacía muchos años no existía.
Hacia las diez de la noche, Gabrielle dio a luz a su bebé, según el médico, era una niña sana y fuerte. Cuando por fin la sostuvo en sus brazos no pudo evitar emocionarse, aún no creía que Jules y ella hubieran podido crear un ser tan hermoso.
—¿Cómo se llamará la pequeña?—preguntó el doctor mientras terminaba de recoger sus cosas.
—Selene Boissieu Sainte Croix ¿Suena bien no?—dijo besando la morena cabecita de la niña.
—¡Oh mi vida, es preciosa! Se parece a ti cuando naciste—Sophie también estaba emocionada.
—¡Qué va, Selene es mucho más bonita! ¿Has visto que deditos tan pequeños?
—Debes alimentar a este angelito. Mientras lo haces, bajaré en busca del histérico padre y del orgulloso abuelo—Sophie bajó rápidamente y tuvo que detener a los dos hombres que se disponían a subir a toda velocidad——¡No tan rápido! Gabrielle está estupendamente y su criatura también lo está, no hay nada de qué preocuparse.
—¿Por qué no dejas que subamos?—protestó Jules.
—Porque primero tiene que alimentar a la criaturita, deben tener intimidad. Ya habrá tiempo de visitas más tarde. En cuanto se pueda yo misma los haré pasar.
Sophie volvió junto a sus niñas, la pequeña Selene ya estaba dormida después de haberse alimentado. Mientras tanto, ayudó a Gabrielle a refrescarse algo después de su dura labor y cambiarse de ropa. La puerta se abrió por sorpresa, Jules decidió que ya no podía esperar más y Sophie le riñó, pero finalmente los dejó solos.
—¿Cómo te encuentras?—besó la frente de su esposa y se sentó a su lado.
—Agotada, pero inmensamente dichosa—destapó la carita de la niña que seguía dormida—Aquí está, nuestra pequeña Selene.
—¡Es perfecta!—acariciaba su pequeño rostro con verdadera adoración—¡Gracias por haberme hecho este regalo tan grande mi amor!
—¿Y ahora quién será el ojito derecho de su papi?—bromeó—Tómala, coge a tu hija.
—Mejor que no, no quiero hacerle daño, se la ve feliz contigo—Gabrielle se la entregó sin que Jules pudiera evitarlo.
—Es una sensación maravillosa ¿No es cierto?
—Sí que lo es—Selene hacía gestos y sus padres no dejaban de maravillarse por ella—Tu padre quiere conocer a su nieto. ¿Crees que se desilusionará al saber que es una niña?
—No tengo ni idea, pero pase lo que pase, a Selene no le va a pasar lo mismo que a mí, ve a buscarlo si no te importa—Jules le entregó de nuevo al bebé.
El duque por fin conoció a su primera nieta, sentía que era el abuelo más feliz del mundo y más aún cuando conoció el nombre de la pequeña, ninguno de los allí presentes podían creer lo que estaban presenciando.
Semanas más tarde, Gabrielle y Selene estaban listas para volver a Gréasque, pero Jules les tenía una sorpresa.
—Lo he vendido todo—les comunicó a todos—Nuestra familia se merece tener un comienzo en un lugar nuevo, lejos de malos recuerdos.