La Guarida de La Pantera

7- Desconfianza

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DESCONFIANZA

 

 

Las mejillas de Asher estaban enrojecidas en consecuencia de la rabia que sentía. Sus pulgares presionaban sus nudillos con impotencia, mientras caminaba de un lado a otro frente a los muchachos que formaron parte de la misión anoche.

Todos lo miraban con angustia desde la fila.

—¡Ayer tuvimos una maldita misión! —reprochó, a modo de interrogatorio—. Una misión por la cual trabajé durante semanas y les advertí que nada podía salir mal.

Asher desfilaba frente a ellos, intercambiando miradas invasivas con cada uno; necesitaba encontrar respuestas antes del anochecer.

—Hoy me llama la Pantera y me dice que hay un traidor entre nosotros. —Peinó su barba, intentando calmarse—. ¿Cómo es posible? ¿Cómo la policía supo que sacaríamos la mercancía en el camión de desechos por esa vía? Hace cuarenta días el camión salió y nadie lo revisó, hace veinte días sucedió lo mismo, pero justo ayer nos esperaba la policía en la entrada de Rukhsar. ¡Nos esperaban!

—Hermano, daríamos la vida por ti —replicó un muchacho castaño, que parecía sincero—. Tú nos recogiste de la calle, no haríamos algo así jamás.

—Entonces, ¿quién fue? —Miró al muchacho, buscando respuestas.

Omer se encontraba a unos pasos de la fila, jugando con su barbilla, mientras Asher hacía su interrogatorio. 

Olivier también parecía atento, aunque más apaciguado y sereno.

—¡Quiero una respuesta! —gritó Asher, efusivo —. No quiero escuchar sentimentalismos. ¡Quiero una maldita explicación coherente!

—¡Ash, cálmate un poco! —intervino Olivier, halándolo del brazo—. Estos chicos son nuestros ojos y nuestros oídos en la ciudad. Tu hermano los entrena desde los dieciséis años. Ninguno se atrevería a hacer algo así.

—¿Y cómo estás tan seguro, Olivier? —preguntó con los ojos entrecerrados, juzgando aquella tranquilidad.

—¿Estás... ¿Estás dudando de mí?

Hubo una mirada fugaz entre Asher y Olivier que expresó un reproche entre ambos.

—No quisiera —susurró finalmente y retornó la vista a sus muchachos—. ¿Alguno de ustedes dijo algo? ¿Hablaron con algún extraño sobre la misión? ¿Abrieron la boca frente a alguien?

—No —contestaron todos al mismo tiempo.

—¿Omer? —Frunció la ceja, ahora mirando a su hermano.

—¡Ash, obvio que no! —Levantó los hombros, ofendido—. Nunca hablo con nadie sobre ninguna operación.

Asher tomó un adorno de vidrio que descansaba sobre su escritorio y lo aventó hacia la pared con frustración, rompiéndolo en pedazos.

—¡Asher, cálmate! —gritó Olivier con las cejas fruncidas—. ¡Así es la vida, no siempre puedes ganar!

—¿Cómo puedes decir eso cuando se trata de la Pantera? —reprochó con enojo.

—Confío en estos chicos y sé que no serían capaces de traicionarnos —intervino Omer.

—Debemos pensar que hacer —repuso Olivier—. ¿Qué te dijo la Pantera?

—Debo salir a tomar aire. —Se apartó del agarre de Olivier y evitó algún contacto visual.

Cuando estuvo afuera del edificio, se percató que sus manos temblaban. Aquellos nervios eran inevitables, pues si llegaba la noche y no le decía algo convincente a la Pantera, él sería el único responsable ante los ojos despiadados de Musa Toskán.

Nadie sabía que castigo podría imponerle.

Inclinó la cabeza hacía atrás, mirando el nublado cielo durante unos segundos, y luego de un largo suspiro, cerró los ojos recordando cada detalle de la misión desde la movilización de las armas hasta la operación de cierre.

Recordó el roce que tuvo con Olivier en la oficina, quien extrañamente se había quedado aquella noche y parecía inquieto, y con los segundos pasando, su memoria resaltó el hecho de que había estado muy interesado en saber los detalles de la misión.

Pero no quería creer que eso fuese posible, deseaba estar exagerando debido a la presión que estaba sintiendo y el estrés acumulado que llevaba encima.

Sacó el celular del bolsillo y aun con la mano temblorosa marcó el número de Olivier.

—Baja al estacionamiento subterráneo; quiero hablar contigo —le dijo, apenas contestó.

Minutos más tarde, Olivier bajó al estacionamiento subterráneo; un lugar amplio y cerrado donde solo se estacionaban las camionetas y las motocicletas que usaban para las misiones.

La opacidad de las luces del techo hacía un ambiente enigmático que generaba pesadumbre. Sin embargo, a Asher no se le ocurrió un lugar más privado para hablar con Olivier sin ser interrumpido por alguien.

—Dime, Asher. —Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y le regaló una mirada de decepción—. Sé a dónde va todo esto.

—¿A dónde va? —Se acercó, con intención de confrontarlo—. Dime, Olivier.

—Estás desconfiando de mí. —Frunció el ceño—. Lo vi en tus ojos allá arriba.




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