La Guarida de La Pantera

10- Depredadores

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DEPREDADORES

 

 

En el mundo de Sara todo marchaba diferente, para ella La Guarida era un lugar seguro, y sus hermanos hacían lo correcto, pues así habían vivido siempre. 

Sus mayores problemas eran los típicos problemas hormonales de los adolescentes, pues Asher evitaba a toda costa que estuviese cerca de los conflictos o supiera con detalle sobre sus trabajos.

—Todos los días viene para verte. —Sonrió su mejor amiga con picardía, mientras caminaban hacia la salida—. ¿Cuándo le darás un poco de atención? Acércate y salúdalo.

—No lo conozco, Nadin —dijo Sara, mirando con disimulo al muchacho que la esperaba en el extremo de la calle—. ¿Por qué haría eso?

—Porque se nota que está interesado en ti —aseguró Nadin, insistente—. Además, es guapo, tiene su toque.

—Basta, Nadin. —Rodó los ojos y le dio un codazo—. No te vas con cualquier chico solo porque te mira desde lo lejos y es guapo.

Tenía semanas viviendo la misma escena; aquel chico desconocido aparecía a la hora de la salida y desde la distancia miraba a Sara con una sonrisa intrigante repleta de intenciones, pero nunca se acercaba a ella.

Sara se despidió de su mejor amiga Nadin y subió con el conductor de la familia que siempre la recogía de la escuela. Antes de subir, notó como aquel extraño le sonrió coquetamente, pero ella fingió que no lo había visto.

—Iremos a buscar a la señora Hayat de la Universidad —avisó el conductor—. ¿Le molesta eso, señorita?

—¿Órdenes de mamá? —preguntó Sara, sonriente.

El hombre asintió con la cabeza y unos minutos más tarde, Hayat se encontraba dentro de la camioneta junto a Sara.

—¿Cómo te fue en tu primer día? —preguntó Sara, y sin esperar respuesta dijo—: Me falta poco para ir a la universidad.

—Me fue bien —dijo Hayat, alzando los hombros—. Debo preparar algunos papeles para anivelar el grado de estudio. ¿Tú cómo estás?

—Bien —dijo, sin prestar mucha atención—. ¿Tú qué tal?

Hayat notó que Sara estaba un poco dispersa, pues ya le había repetido dos veces la pregunta y no parecía escuchar la respuesta.

—¿Ocurre algo? —preguntó Hayat, colocando su mano sobre el brazo de Sara para llamar su atención—. Estás dispersa, ¿es porque tus hermanos no vinieron ayer?

—No.

—Vale, si quieres contarme algo, puedes hacerlo.

Hubo un silencio de varios minutos, en los que solo se escuchaba el ruido de las personas y la corneta de los carros en el exterior.

—¿Cómo sabes si alguien gusta de ti? —preguntó Sara de pronto, como si estuviese buscando la valentía para hacer esa pregunta.

Hayat sonrió con picardía, entendiendo de que se trataba todo aquel misterio.

—Ahora comprendo —dijo Hayat, regalándole una sonrisa—. Pues, es muy sencillo, las personas siempre muestran interés cuando les gustas.

—¿Cómo?

—Pues depende, hay chicos que se acercan a ti y te lo dicen directamente. —Rascó su cabeza, pensativa—. Otros hacen gestos por ti, como decir comentarios comprometedores, regalarte cosas...

—Si alguien siempre viene para verte, pero no se acerca para hablar contigo... ¿Puede que le gustes?

—¿Te está pasando algo así? —preguntó en un tono que delató preocupación.

—No —replicó nerviosa—. Le pasa a una amiga, no a mí. Hay un chico que siempre la espera al salir de la escuela, pero no se acerca para hablar con ella.

—Sara... si alguien te está acosando, lo mejor es que le digas a tus hermanos.

Sara se tornó efusiva, y soltó un suspiro ruidoso que delató obstinación.

—No, nadie me acosa —aseguró, desviando la vista hacia la ventana—. Te dije que era algo de una amiga.

Hayat no insistió más, pero aquella reacción tan impulsiva y exaltada la dejó pensando un poco. Sin embargo, no la molestó más con el tema y llegaron a casa sin intercambiar muchas palabras.

Cuando la noche llegó después de aquel largo día, finalmente los hermanos Iskandar volvieron a la mansión y después del prolongado interrogatorio de Leila a sus hijos sobre la misión, pudieron cenar con tranquilidad.

La cena transcurrió sin muchas palabras.

Asher notó a Sara dispersa pero no le dio mucha importancia. Omer la molestó durante la cena robándole comida del plato, como una forma de llamar su atención y animarla un poco.

Hayat no podía evitar mirar a Omer con una sonrisa tierna en el rostro, quizás porque extrañaba disfrutar de sus tonterías y su divertida personalidad que ahora reprimía tanto con ella.

Estando en la cama, Asher cerró los ojos finalmente entre las cálidas sabanas que lo cubrían; estaba agotado mentalmente y no había dormido desde ayer. Solo quería descansar un poco, si las pesadillas se lo permitían. No obstante, cuando estuvo a punto de quedarse dormido la voz de Hayat resonó en la oscura habitación.




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