La Guarida de La Pantera

11- Salvación

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SALVACIÓN

 

Asher tenía las lágrimas contenidas en sus grandes ojos almendrados, no podía hacer más que pensar en Sara, que seguro estaba afuera temblando de miedo. 

Miraba el arma de la Pantera, mientras imaginaba su cadáver saliendo del establo, y a sus hermanos siendo testigos de una escena terrorífica que no podrían olvidar jamás.

—Te suplico que dejes ir a mi hermana a casa primero —dijo Asher, entre lágrimas contenidas.

—Si quieres podemos traerla para que vea esto —sugirió con una sonrisa maniática, que se mezclaba con su rabia—. ¿Qué te parece?

—¡Por favor, Pantera! —Intentó levantarse, pero un hombre presionó sus hombros con fuerza para que permaneciera de rodillas—. Mi hermana no tiene la culpa de nada, y yo nunca te he traicionado. ¡Te lo juro!

De pronto las sirenas policiales comenzaron a sonar en medio de aquel silencio contundente.

Asher abrió más los ojos y notó el asombro en las facciones rígidas de la Pantera; su rostro pedía explicaciones y sus expresiones se tornaron más severas con el sonido de las sirenas acercándose.

—Señor, tenemos que sacarlo de aquí, rápido —informó uno de sus escoltas que vino corriendo desde afuera—. La policía está aquí.

—¿Los llamaste para que vinieran, bastardo? —gruñó con enojo.

—¡No! —gritó jadeante—. No tengo teléfono, si quieres revísame. Te juro que no te estoy traicionando, no trabajaría jamás con la policía.

—Señor, debemos volver a La Guarida; ya llegaron —insistió el hombre que vigilaba la puerta—. Si lo ven aquí pueden arrestarlo y llevárselo a la comisaría.

La Pantera le lanzó una mirada de rencor a Asher, mientras bajaba su arma.

—Esta conversación no ha terminado. —Guardó su revólver debajo de su fino traje—. Ahora, dime por dónde salimos sin que nos vea la policía.

Asher le señaló con el dedo hacía una puerta trasera cubierta con cueros, dándoles a entender que había una puerta secreta detrás. Todos se retiraron en cuestión de segundos y él permaneció en el suelo tembloroso, mientras limpiaba la sangre que cubría su rostro.

La policía ingresó con las armas en alto; Asher logró identificar a Seren entre los otros oficiales.

—¿Estás bien? —Se agachó a su lado.

—Necesito ver a Sara. —Secó sus lágrimas y se levantó como pudo, pero uno de los oficiales lo sujetó del brazo para colocarle las esposas.

—Ella está bien —aseguró Seren—. Cálmate un poco.

—¡No te metas! —gritó impulsivamente, mientras se dejaba colocar las esposas—. ¡Todo esto es tu culpa! ¿Por qué viniste?

—¿Mi culpa? —Entreabrió la boca—. ¡Qué te jodan!

Asher no replicó nada, ni siquiera la miró.

Permaneció con las manos esposadas hacía atrás, esperando que se lo llevaran.

—Aquí está la orden de arresto que pediste —añadió, mostrándole un papel doblado, pero él desvió la vista, sin darle importancia.

Se encaminó detrás de ella hacia la salida del establo.

Cuando estuvo afuera, lo primero que miró fue el rostro tembloroso de Sara y su nariz enrojecida de tanto llorar. Había una oficial ofreciéndole agua y Hayat acariciaba su espalda en señal de consuelo.

—¡Asher! —gritó cuando vio a su hermano, y lo abrazó con fuerza.

—No puedes acercarte. —El oficial que lo sujetaba le indicó.

Seren le hizo una seña con la cabeza para que lo permitiera, y este se alejó unos pasos acatando la orden.

—¿Por qué pasó esto? —preguntó, llorando sobre el pecho de Asher—. ¿Van a arrestarte? También arrestaron a Omer. —Señaló una de las patrullas.

—Fue mi culpa —dijo sin poder devolverle el abrazo, pues sus manos estaban esposadas hacia atrás—. Pero arreglaré todo, te lo prometo. Omer y yo iremos a la estación policial y daremos nuestro testimonio y luego, saldremos. Tú quédate con Hayat y mamá, no salgan de la casa y llama a Olivier.

Sara intentó limpiar la sangre que caía sobre el rostro de su hermano, pero él se apartó para que no se manchara las manos, y luego se agachó hasta su oreja y le susurró:

—Dile a Olivier que la Raya le contó a la Pantera lo que pasó esa noche con la oficial y está dudando de mi lealtad.

Ella asintió y lo abrazó por última vez antes de que el oficial se acercara de nuevo con una señal de Seren y se lo llevaran en la patrulla de arresto.

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En la comisaria Asher estuvo un buen rato en una pequeña celda de espera, tuvo tiempo para pensar en todo lo que había sucedido, pero no obtuvo muchos buenos pensamientos.

Su pie se movía con extrema velocidad, debido a su inquietud y sus manos temblaban cada vez que recordaba las lágrimas de Sara y el miedo en sus ojos. Tenía miedo de lo que podía sucederle a su familia ahora que él y Omer estaban detenidos y lejos de La Guarida, pues se encontraban en un punto de control cercano al distrito 2.




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