La Guarida de La Pantera

12- Mentiras

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MENTIRAS

 

Seren retuvo al abogado un tiempo para ver si podía sacarles alguna información a los hermanos Iskandar y poder trasladarlos fuera de la ciudad. Sin embargo, no logró conseguir nada; ambos sabían muy bien que decir y parecían haber tenido tiempo de practicar sus líneas.

—Al no haber ninguna prueba que inculpe a mis clientes, solicito que se absuelvan los cargos y se dejen en libertad de inmediato —solicitó el abogado.

—Siempre piensan que se salen con la suya —dijo Seren, mirando al abogado con desagrado—. Siempre encuentran a alguien que cargue con sus crímenes, y un modo de salvarse, pero la suerte se está acabando.

Asher se acercó al oído de Seren, causando un revuelo de sentimientos inesperados dentro de ella. Su piel se erizó de inmediato cuando sintió el aliento cálido de Asher, haciéndole cosquillas cerca del cuello.

—No intentes arreglar lo que está roto en mil pedazos. —Acomodó sus mechones negros detrás de la oreja, y agregó—: Zalam no es para personas como tú; aléjate de esto.

Seren lo empujó hacía atrás y le lanzó una mirada desafiante que solo él entendería. 

Aquel rostro tenaz que lo quemaría todo, aquellos ojos desafiantes que decían: si dices que no soy capaz de lanzarme hacia el abismo, entonces lo haré para demostrarte que sí puedo.

Se alejaron en diferentes caminos; ambos parecían convencidos de sus pasos.

Al salir de la comisaria, Olivier los esperaba impaciente en el auto.

Le informaron a Asher el plan y le pareció brillante, aunque igual estaba nervioso de que no saliera bien. Sus nervios eran tan grandes, que el dolor punzante de su costilla ya no parecía importarle.

—No sé qué haría sin ti —dijo Asher, dirigiéndose a Olivier.

Omer no tardó en salir también y apenas vio a Asher suspiró con tranquilidad.

—¿Estás bien? —Abrazó a su hermano—. Estamos jodidos, Ash. ¿Volveremos a La Guarida? ¿Por qué la Pantera hizo todo eso?

De camino le explicaron a Omer lo que sucedía y cuál sería el siguiente paso. Ya estaba anocheciendo, lo que significaba que pronto Asher debía ir a la mansión de la Pantera para dar explicaciones convincentes.

—Escucha hijo, el plan no es difícil —dijo el abogado, que iba en la parte trasera con ellos—. Muéstrate seguro, porque ya todo está preparado.

Asher se mordía el labio debido a la ansiedad, e inevitablemente saboreaba la sangre que se causaba sin percatarse.

—¿Podemos pasar a casa primero? —preguntó—. Quiero ver a mamá y a Sara.

—De ningún modo, Ash. —Olivier negó con la mano—. Hay hombres vigilando tu mansión, apenas te vean te llevarán a donde él y es mejor que vayas tú por tu propia cuenta.

—¿Hay hombres vigilando mi casa? —inquirió, exaltado.

—Dejé hombres nuestros adentro para cuidar a Sara y a tu madre —informó de inmediato para tranquilizarlo.

Asher apretó su mandíbula, la rabia se había disparado nuevamente, y aquella información bastó para llenarse de valor y querer encarar a la Pantera de inmediato.

Se dirigieron a la mansión de Musa y cuando estuvieron allí, los escoltas llevaron a Asher hacía la sala de sesiones, donde la Pantera lo esperaba.

Los demás permanecieron esperando en la camioneta.

El despiadado hombre se encontraba sentado en la sala, el bastón descansaba en su mano izquierda y en la otra su revólver cargado de ira y decepción. La sala se sintió más fría esa noche y el humo del tabaco opacaba la luz tenue de la lámpara colgante del techo.

El arma se levantó, dirigiéndose hacia la cabeza de Asher, quien no se había movido de la puerta. No hubo palabras por varios segundos, solo dos hombres mirándose fijamente.

Por dentro Musa no deseaba creer aquello, porque Asher era de su agrado y muy necesario en sus operaciones. Sin embargo, la duda nunca fue bienvenida para él y si alguien le fallaba los sentimentalismos no importaban.

Asher tenía las manos heladas y el corazón hecho un puño. No obstante, su rostro demostraba lo contrario; estaba desafiando la muerte para salvar su vida y la vida de quienes lo amaban. Debía mostrarse fuerte y seguro de cada palabra que salía de su boca.

Cuando la Pantera estuvo a punto de apretar el gatillo, la voz gruesa de Asher retumbó en la habitación.

—No soy yo quien te traiciona. —Dio un paso hacia delante—. La Raya está jugando con nosotros, y nos intenta confundir.

—¿Qué intentas hacer? —Entrecerró los ojos, sin apartar la vista de él—. ¿Salirte con la tuya?

—Nunca quise salirme con la mía —aseguró, juntando sus manos hacia delante—. Te digo la verdad y si quieres matarme después, hazlo.

—Tienes un minuto —avisó, mirando de reojo el costoso reloj que descansaba en su muñeca. 

—La Raya nos tendió una trampa desde el principio —aseguró con perspicacia—. Él les entregó las armas a los policías a cambio de una tregua, luego lo llamó desde la estación para informarle de la supuesta traición, sabiendo bien que usted iba a rescatarlo para limpiar su honor. Es por eso que los oficiales no opusieron resistencia cuando lo salvamos, sabían que íbamos a guardarlo en La Guarida, y allí era mucho más útil para ellos. Especialmente, si lo escondías en tu mansión.




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