La Guarida de La Pantera

18- Señuelo

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SEÑUELO

 

 

Bajo las órdenes de Asher Iskandar se repartieron dulces y dinero en todos los establecimientos comerciales de Zalam, como parte de una vieja costumbre para celebrar las buenas noticias.

Las personas no tardaron en correr la voz y anunciar el embarazo de la única hija de la Pantera.

Leila estaba inmensamente feliz, y aunque en principio no estuvo de acuerdo con ese matrimonio, parecía ser que la presencia de Hayat no le desagradaba dentro de la mansión, pues la muchacha era tranquila y muy respetuosa con todos, hasta las mucamas parecían llevarse bien con ella.

Sara quien ya sabía la verdad sobre ese embarazo, fingió estar sorprendida e intentó hacer lo posible para mostrarse alegre cuando recibió la noticia frente a su madre.

Aquel día había sido extraño; Omer debía mostrar una sonrisa honesta para no delatar su ansiedad interna, y Asher ignoraba las miradas compartidas entre su hermano y su esposa.

Olivier estaba feliz por su amigo, pero sentía que algo no andaba bien con aquel embarazo tan apresurado, sin embargo, se conservó sus opiniones.

La única persona que estaba completamente feliz y orgullosa era Leila, quien desde la mañana estaba esmerada, preparando una gran cena para bendecir la noticia.

—Siempre soñé que iba a casarme con Asher —confesó Nadin entristecida, mientras abrazaba la almohada de Sara con despecho—

—Siempre soñé que iba a casarme con Asher —confesó Nadin entristecida, mientras abrazaba la almohada de Sara con despecho—. Ahora ya será padre y yo no soy la madre de ese niño.

—¿En serio pensabas casarte con mi hermano? —interrogó Sara, guardando una sonrisa.

—Esperaba tener la mayoría de edad para intentarlo. —Se cruzó de brazos y suspiró resignada—. Sabía que Asher no me prestaría atención antes.

—Ni después —aseguró Sara—. ¡Nadin! ¡Asher te ve como una niña! Te conoce desde los diez años.

—Cállate, Sara. —Nadin golpeó a Sara con el cojín—. Déjame afrontar mi despecho en paz. Mi amor de la infancia tendrá un hijo y no respetas mi dolor.

Sara abrazó a su amiga que estaba viviendo sus dramas personales en su habitación, mientras esperaban la cena. Sara la invitó a cenar, aprovechando que celebraban el embarazo de Hayat en la mansión.

—Encontrarás a alguien mejor que Asher —aseguró en medio del abrazo—, y te amará como no tienes idea.

—¿Pero será así de guapo? —preguntó, sin esperanzas.

—Sí, sí. —Palmeó su espalda.

—¡Por cierto! —exclamó de repente y se tornó efusiva—. ¿Qué tal vas con Yaser?

—Pues... creo que me gusta mucho —confesó sonrojada—. Tiene carisma y me dice cosas muy lindas. Siempre está atento de darme las buenas noches o los buenos días... Es demasiado lindo. 

—¿Quién es lindo? —preguntó Asher, abriendo la puerta de repente—. Supongo que hablas de mí.

Sara se puso nerviosa e intercambió miradas de auxilio con Nadin, quien automáticamente se enderezó y arregló su cabello cobrizo al ver a Asher.

—Hablábamos sobre un cantante —dijo Nadin.

—¿Por qué no tocaste la puerta? —preguntó Sara, intentando cambiar la conversación.

—Lo haré la próxima vez, señorita Sara —replicó ofendido, tocando su pecho dramáticamente.

Tomó asiento en la pequeña silla acolchada que hacía frente con la cama de Sara, y la arrastró para quedar cerca de ellas.

—¿Cómo estás, Nadin? —preguntó, dirigiéndose a la muchacha que no dejaba de sonreírle—. Estás muy linda, ¿te cortaste el cabello?

Nadin tardó unos segundos en asimilar las palabras de Asher.

—Bien, gracias, sí —replicó torpemente—. ¿Tú... cómo estás?

—Bien, linda.

Al notar la incomodidad de Sara, Asher se levantó y les indicó que la cena estaba servida, y que bajaran a comer. Luego, salió dejándolas solas nuevamente.

Nadin soltó un largo suspiró contenido dentro de su garganta, y se acostó en la cama de Sara, mirando el techo con una amplia sonrisa.

—¿Oliste su perfume? —preguntó con las mejillas coloradas—. Dios mío, que delicioso y elegante.

Sara rodó los ojos y golpeó su frente.

—Si mi hermano sabe algo de Yaser, me mata. —Zarandeó a su amiga, con preocupación—. Ya sabes cómo es con el tema de hablar con extraños. ¿Crees que haya escuchado algo más?

—Me dijo que estaba linda —recordó, ignorando la preocupación de Sara—. Se dio cuenta de que me corté el cabello. Ni siquiera mi padre se dio cuenta de eso.

—¡Nadin! —La levantó de la cama, halándola del brazo—. ¡Escúchame! Te diré algo importante.




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