La Guarida de La Pantera

20- Manipulación

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MANIPULACIÓN

 

La madrugada se acercaba sigilosa, la oscuridad aún cubría las paredes rayadas con mensajes de resistencia escritos desde anoche. Las luces de las casas estaban apagadas, pero ningún habitante de la ciudad de Zalam había descansado tranquilamente.

Todos esperaban las señales indicadas para moverse.

Desde la madrugada la policía se desplegaba hacia los alrededores del distrito 1 y pronto los colores de las sirenas y la marcha de los soldados comenzaba a intensificarse. 

Los hombres de Asher hacían presencia en el lugar también.

Ellos conocían su ciudad y todos los puntos clave para tener la mejor vista y el mejor alcance sobre los oficiales. La prioridad era impedir que tomaran el distrito, pero La Guarida también estaba siendo protegida de extremo a extremo.

Todos ocultaban sus rostros con pasamontañas y estaban completamente protegidos con cascos y chalecos antibalas; había más de treinta y cinco francotiradoras en las diferentes mansiones de las familias de la élite y esperaban algún movimiento extraño para actuar.

Seren dirigía la operación desde un vehículo policial blindado, sistematizado para obtener alcance de lo que ocurría afuera. La acompañaba Ramzi, y un jefe de planificación policial.

Mientras tanto, Asher se encontraba situado en uno de los edificios más altos que limitaba con el distrito 1. Aquella edificación iba a ser un rascacielos, sin embargo, nunca se completó su construcción y permaneció como un edificio incompleto en medio de otros edificios modernos.

Omer lideraba en primera fila con sus pandilleros y Olivier se encargaba de que la prensa lo viera todo. Incluso, los habitantes conocían las señales, y sabían cuál era su tarea.

—Prepárense —ordenó Asher por el radio, sin apartar los ojos de los binoculares—. Olivier, da la señal.

Olivier sacó del bolsillo de su chaleco una ocarina de barro en forma de pantera. Sujetó el silbato entre sus manos y lo llevó hasta sus labios, soplando alargadamente por uno de los orificios, haciendo sonar una música estremecedora y profunda en medio del silencio de la madrugada.

Sujetó el silbato entre sus manos y lo llevó hasta sus labios, soplando alargadamente por uno de los orificios, haciendo sonar una música estremecedora y profunda en medio del silencio de la madrugada

Era un sonido hondo y melancólico, que se lograba escuchar a metros de distancia, y que erizaba el vello de las pieles.

Con aquella melodía vibrante y el sigilo de las pandillas, otros silbatos comenzaron a sonar desde diferentes partes, todos parecían tocar la misma música, intensificando aquel sonido abrumador y retumbante.

—¿Qué es esa música? —preguntó Ramzi, agudizando su oído.

—Una señal —afirmó Seren, con la piel erizada—. Qué estén preparados; comenzarán a moverse.

La música duró un minuto que pareció una eternidad.

Y con aquel sonido; jóvenes, mujeres y hombres comenzaron a salir de sus casas y caminar por las calles del distrito 1. En sus manos sostenían grandes pancartas de resistencia y mensajes de inconformidad con la presencia de los policías en Zalam.

Todos mostraban sus caras y estaban completamente desarmados, dando a entender que se trataba de una protesta pacífica.

La mayoría de ellos eran adolescentes de dieciséis y diecisiete años de edad, probablemente muchos del orfanato y de las calles.

—Tomen sus posiciones —ordenó Seren por el radio—. Mantengan la resistencia, disparen solo en casos extremos. Que ellos sean los que empiecen.

Pronto los oficiales encapuchados y con sus uniformes de camuflaje azulado, hicieron una larga fila sin dejar espacios entre ellos. Sostenían sus escudos antibalas y apuntaban sus armas hacía la multitud de personas que protestaban.

Minutos más tarde el silencio de la mañana desapareció, la luz del día comenzó a revelar los rostros y esclarecer las calles, mientras miles de voces comenzaban a gritar en coro frases de opresión.

—¿Qué hacemos con esta gente? —preguntó Ramzi, desesperado—. Son civiles; no podemos dispararles.

Seren resopló, mientras miraba en las pantallas a la multitud.

—A todos los habitantes que protestan, vuelvan a sus casas ahora —repitió Seren tres veces por el megáfono de la patrulla—. Esto no es una confrontación entre policías y civiles. Esto es una operación para detener a los criminales de esta ciudad y liberar a su gente.

—Que sigan —ordenó Asher por el radio—. Que busquen las cámaras, que protesten y no se detengan.

Los jóvenes comenzaban a empujarse entre sí, acatando las instrucciones de sus líderes. Seren no esperaba una confrontación con civiles, pero sabía perfectamente quien estaba detrás de aquella planificación.

La Pantera sabía que intentarías tomar el distrito, y era evidente su preparación ante la amenaza.

—¡Estamos cansados de ser reprimidos! ¡Estamos muriendo de hambre! ¡La policía no deja entrar comida a la ciudad desde hace meses y ahora nos declaran la guerra! —dijo un chico muy joven a una de las reporteras que le apuntaba con el micrófono.

—¡No tenemos derechos! ¡No puedo salir de la ciudad para ver a mi hija! —exclamó una mujer, mientras lloraba.

Seren comenzaba a desesperarse dentro del cubículo en el que estaba. Las personas no parecían querer escuchar y sabía que no se alejarían por las buenas.

—¡Maldición, están grabando eso! —reprochó el jefe de planificación, mientras apretaba sus puños, ansioso.




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