La Guarida de La Pantera

22- Caretas

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CARETAS

 

—¡Lo presentía! —gritó Seren, efusiva.

—¿Qué cosa? —preguntó Ramzi, quien se había exaltado con el grito repentino de Seren.

—Mataron a Selim anoche —informó Seren, leyendo la noticia en su tableta—. La noticia dice que el comerciante se infartó en su casa durante la cena familiar.

—¿Ese no fue el hombre del que hablaste con el gobernador? —Frunció las cejas—. ¿Cómo saben todo?

—¿Cómo? —dijo obstinada y se levantó—. ¿Aun no lo entiendes?

Ramzi se inclinó, intentando entender a Seren, pero ella no le dio tiempo para pensar nada.

—Desde hace un tiempo sospecho del gobernador —dijo Seren, advirtiendo asombro en los ojos de Ramzi—. Sentía que ese hombre no era honesto. Siempre que damos un paso adelante mágicamente retrocedemos dos hacía atrás. Se lo dije al fiscal.

—Seren... No es posible —aseguró, mirando a un punto fijo de la habitación—. Estamos hablando del gobernador.

—¿Y? Hablas como si los políticos fuesen santos. —Rodó los ojos—. El día que me asignaron el caso, estaba inconforme con mi presencia. Me enteré que hizo lo posible para que yo no fuese la líder de la operación y luego, cuando nos vimos actuó con hipocresía y me dijo que se alegraba de que estuviera al mando.

—Bueno todos los políticos actúan con hipocresía.

—¡No! Bueno sí, pero no es lo único. —Se sentó en el sofá de su sala, mientras recapitulaba los hechos en su cabeza—. Cuando pedimos refuerzos el día que movíamos a la Raya, llegaron muy tarde. Y cuando pedimos refuerzos el día del enfrentamiento, no llegaron. ¿Y quién te llamó para que nos retiráramos?

—El gobernador —dijo Ramzi, recordando la llamada.

—Luego cuando le insistí para la sustitución del personal por otros de mi confianza, puso muchas trabas —continuó enumerando con sus manos—. El día del enfrentamiento, tuvimos la posibilidad de ganar y seguro convenció al presidente y jugó con su mente para que retiráramos a nuestros oficiales del distrito 1 y así apoyar a Musa. Además, ellos estaban preparados, sabían que intentaríamos tomar el distrito y tuvieron tiempo de prepararse.

—Si eso es verdad, esta locura no acabará nunca.

—Eso no es todo —continuó Seren, con las ideas disparándose una a una en su cabeza—. Lo de que Selim Haddad me filtraba información, era una mentira. Nunca he hablado con el hombre.

—¿Le dijiste eso para comprobar tu teoría? —Alzó la ceja—. ¡Seren, mataron al Señor!

—¡Confirme mi teoría! —exclamó, sin remordimiento.

—A veces me asusta tu lado maligno —confesó Ramzi, en tono burlón.

Seren le mostró el dedo, y ambos permanecieron en silencio un rato.

—Estoy segura de que Marshal estuvo en la reunión de la Pantera ayer.

—Si le preguntas a Asher, ¿no te lo diría? —preguntó Ramzi.

—¿Por qué hablas como si Asher y yo fuésemos mejores amigos?

—Hablaba de un chantaje. —Levantó las manos en señal de paz—. Ya sabes, tenemos la grabación de Asher entregando a los Kamari.

—Estamos muy seguros como para usar esa grabación ahora —aseguró.

—Seren, dime la verdad —pidió Ramzi de repente—. He estado mirando todo, y llegué a la conclusión de que tu infiltrado es Olivier; la mano derecha de Asher, ¿cierto? Porque pensé en Omer, pero no lo sé, los hermanos se ven muy unidos como para traicionarse.

—¿Por qué estás tan interesado en saber?

Cuando Ramzi iba a replicar el celular de Seren sonó, interrumpiendo la conversación.

—Es Asher —notificó, antes de contestar—. ¿Qué se te perdió? 

—El amor de mi vida —replicó Asher al otro lado de la línea.

—Pues búscala en tu casa. —Rodó los ojos.

No podía observarlo, pero sabía que sonreía descaradamente como si no pasara nada entre ellos.

—Ven a nuestro lugar —ordenó Asher, tras el silencio—. Te espero allí para que hablemos.

—¿Quién te...? —pronunció, pero se detuvo al escuchar que había colgado.

—¿Qué pasó? —preguntó Ramzi.

—Quiere que vaya a verlo.

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El callejón deteriorado y vació del distrito 3 no había cambiado en absoluto; el mural de colores desgastado seguía repleto de grafitis llenos de vulgaridades y frases románticas que se fusionaban de una extraña manera.

Los escalones que encaminaban al barrio estaban deteriorados y a punto de desprenderse, las flores nacían donde no debían y el monte se comía la basura desechada en el lugar.

Asher estaba recostado sobre aquella pared y esperaba a Seren con los ojos cerrados, mientras tarareaba una canción.

Seren lo miró unos segundos antes de pronunciar palabra, iba a sonreír, pero reprimió aquel acto.

—¿Qué quieres? —dijo finalmente, haciéndolo abrir los ojos.




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