La Guarida de La Pantera

26- Mala espina

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MALA ESPINA

 

La residencia donde se encontraban los Kamari en La Guarida parecía una cárcel desde la noche la última conversación con Marshal.

Después de la conversación con el gobernador, Musa llegó a la conclusión de que los Kamari debían ser exiliados de La Guarida, pero debido a las persecuciones de la policía, no podrían asentarse en ningún distrito, así que había decidido usarlos para reivindicar su poder entre la gente.

—¡Nos va a matar! ¡Ya no puedo soportarlo más! —gritó Yaser, perdiendo la cordura—. ¿No lo ves? ¡Está jugando con nuestros nervios!

—No hicimos nada para que nos mate, idiota —replicó Yohar, enojado.

Yohar y Yaser no pudieron dormir durante la noche, ambos temían ser asesinados, pero solo Yaser se atrevía a decirlo en voz alta.

—¿Estás ciego? —gritó Yaser, impulsivamente—. Sus hombres rodearon la casa desde ayer, está decidiendo si matarnos o no. ¡Si no escapamos, nos asesinará!

—¿Escapar? —repuso, alterado—. ¿A dónde, idiota? ¿No estás viendo que la policía nos sigue? ¡No tenemos lugar en ningún distrito! ¡Allanaron nuestras propiedades y solo tenemos unos pocos hombres a nuestro servicio!

—¿Y? —Buscó un arma de la gaveta, parecía indiferente ante las palabras de su hermano mayor—. Sé cómo salir de La Guarida y entrar sin ser visto, lo he hecho miles de veces. ¡Podemos hacerlo, Yohar! ¡Vamos!

—¡No hicimos nada! —replicó de nuevo, histérico. Su rostro estaba enrojecido y su sien palpitaba—. Nos quedaremos y escucharemos lo que dirá.

—¿Lo que dirá? —Lo haló del brazo hacía la salida trasera—. ¡Va a ejecutarnos! Toma tu arma, ponte el chaleco y vámonos.

—¡Déjame! —Se soltó con brusquedad—. Vete tú si quieres. ¡No huiré como un perro!

Yohar no parecía dispuesto a escuchar a su hermano menor, aunque en el fondo sabía que llevaba razón.

—¿Crees que te dará un puesto en la organización? —rio burlón y negó con la cabeza—. ¡Eres tan iluso! No aceptó a nuestro padre y menos te aceptará a ti. Míranos, buscando su piedad como si fuéramos esclavos, ¡y todo por tu maldita culpa!

—¿Por mi culpa?

—No seguiré más tus reglas —aseguró, ajotándose un chaleco antibalas—. Nos llevaste a la ruina con tus planes estúpidos. ¡Si mi padre estuviera aquí sentiría vergüenza de ti!

—¡Cállate! —Lo zarandeó del brazo—. Si te quieres largar, hazlo, pero no uses el nombre de nuestro padre.

—Haré lo que tú no pudiste hacer —aseguró con evidente rabia y empujó a su hermano con fuerza, haciéndolo caer al suelo amaderado de la mansión donde se encontraban—. Me vengaré de Asher y de la Pantera, ¡y de todos! No seré un cobarde como tú.

—¡No sabes lo que haces! —gritó Yohar—. ¡Te encontrará!

Ninguna palabra valió después de aquella discusión, pues Yaser estaba convencido de que debía huir y nada lo detendría.

Salió por la puerta trasera sin escuchar a su hermano ni intercambiar ninguna mirada con él; no hubo despedidas, sabiendo que podía ser la última vez que se vieran.

La puerta trasera se encontraba vigilada por dos escoltas robustos. 

Yaser había perdido su ojo izquierdo y ahora usaba un parche sobre el mismo, sin embargo, desde que recupero la movilidad de su brazo se encargó de practicar su puntería todos los días, demostrándose a sí mismo que seguía siendo bueno con la manipulación de armas.

Sujetó una pistola en cada mano y apuntó hacía la cabeza de ambos escoltas, sin abrir el portón de cristal que se interponía entre ellos, y antes de que pudieran reaccionar a su presencia, disparó hacía sus cabezas, quitándoles la vida en pocos segundos.

Al escuchar el sonido de las balas y el vidrio romperse en mil pedazos, los escoltas de la parte delantera corrieron hasta la puerta trasera con rapidez, dejando a otros resguardando la parte frontal.

La parte trasera de la propiedad daba al cementerio, por eso Yaser había decidido usarla para escapar, pues tenía el frondoso y descuidado bosque del norte de la ciudad.

El muchacho corrió sin mirar atrás, ignorando las balas fallidas que disparaban los escoltas hacía sus pies para detenerlo. No dejó de correr ni miró hacia atrás en ningún momento, solo escuchaba el crujido de las hojas y los pasos de los hombres detrás de él gritándole que se detenga.

Parecía volar en medio de la nada; su delgadez le ayudaba a esconderse muy bien y lo hacía más ágil que aquellos robustos hombres en traje.

Siguió huyendo sin mirar atrás, mientras saltaba sobre las tumbas recién podadas, y evitaba las alambreras que rodeaban el bosque. Los raspones que se hacía mientras huía no parecían dolerle, pues la adrenalina estaba al tope en su cuerpo.

Seguramente lo buscarían durante horas, así que debía ponerse a salvo lo antes posible y pedir ayuda a los pocos hombres fieles que aún le quedaban en el distrito 1.

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El cinco de cada mes era la consulta de Hayat para revisar la salud del bebé, casi siempre Asher fingía ir junto a ella y se quedaba afuera jugando con sus dedos desesperadamente hasta que salía de la consulta. Sin embargo, ese día Sara fue quien acompañó a Hayat, pues estaba ansiosa por conocer a su sobrino, y estar presente en alguna ecografía.




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