La Guarida de La Pantera

28- Dolor

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DOLOR

Cada día transcurrido sin castigo, y con cada operación fallida, los seguidores de la Pantera comenzaban a dudar de su poder y sus capacidades dentro de Zalam, pues en esos quince días transcurridos no logró encontrar a Yaser en ninguna parte, pese a sus exhaustivas búsquedas diarias y sus amenazas a los habitantes de todos los distritos.

Estaba tan desesperado que comenzaba a perder la cordura.

La ciudad parecía desgastarse con los días, los suministros estaban comenzando a faltar y el acceso a la ciudad seguía bloqueado y con vigilancia de extremo a extremo.

El hambre comenzaba a notarse en cada rincón y pese a que la droga estaba aún fluyendo en la ciudad, los consumidores parecían estar disgustados por el precio elevado de la mercancía.

Los hospitales comenzaban a entrar en crisis por la falta de medicamentos y suministros de salud, y los supermercados se estaban viendo afectados por la escasez de alimentos y productos.

La presión sobre la ciudad comenzaba a hacer efecto después de meses sin negociaciones, y las personas se encontraban tensas y frustradas con aquella realidad.

Solo las familias de La Guarida aún gozaban de sustento y poder, aunque sabían que pronto la situación comenzaría a afectarles a ellos también y deberían tomar medidas al respecto.

Con respecto a la familia Iskandar, las semanas de cuidados intensivos transcurrieron lentamente, pero fueron los quince días más intensos y sanadores en la vida de Omer y Hayat, pues ambos compartieron mucho tiempo juntos en la fría habitación del hospital.

Asher siempre le decía a su madre que Omer estaba en la oficina terminando algún trabajo nocturno, cuando en realidad había permanecido en el hospital junto a Hayat todas las madrugadas pasadas.

Leila comenzaba a sospechar sobre las intenciones de Omer con Hayat y miraba con más atención sus gestos compartidos y la excesiva preocupación de su hijo menor por su nuera cuando la visitaba en el hospital.

Finalmente, terminó enterándose de la edad real de su nieto, y llevada por la curiosidad calculó el tiempo, dándose cuenta que Hayat estaba embarazada antes de la boda. Asher supo cómo llevar la situación con naturalidad, pues le confesó a su madre que habían tenido relaciones antes del matrimonio y por eso fueron las prisas, pero Leila no pareció convencida.

Ese día Leila miraba a su nieto con una sonrisa en la habitación de Hayat.

—Con cuidado —dijo Omer, enderezando a Hayat en la camilla.

—¿Dónde está Asher? —preguntó Leila con rigidez—. ¿No es su esposo quien debería cuidar de ella?

—Mamá, Ash está ocupado —intervino Sara de inmediato—. No tiene nada de malo que Omer haga…

—Si tiene —interrumpió Leila, fulminando a Sara con la mirada—. Omer, puedes irte. Sara y yo estamos aquí.

Hayat miró a Omer con incomodidad, y se recostó nuevamente sin decir palabra. El muchacho esquivó la mirada de su madre y sin dirigirle palabra, tomó su abrigo del pequeño mueble de la habitación, y se dispuso a salir.

—Dile a Asher que venga —ordenó Leila, antes de que Omer saliera.

Omer rodó los ojos y le lanzó un beso silencioso a Hayat a espaldas de su madre, que hizo sonreír a Sara con disimulo.

Cuando Omer ya se había ido, Leila se sentó en la camilla junto a Hayat.

—Hija, si necesitas algo, me dices a mi o a tu esposo. —Acomodó las almohadas detrás de su cabeza—. No es correcto que Omer esté aquí en lugar de Asher. ¿Qué puede pensar la gente si los ve así?

—Está bien —dijo somnolienta y cerró los ojos, sin ganas de discutir.

La compañía de Omer fue refrescante durante esa semana, se sintió querida y protegida por él. Dentro de la habitación parecían una familia real y feliz, especialmente cuando no había nadie escuchando y podían hablar con su hijo durante horas.

—Está creciendo. —Sonrió Sara, mientras le hacía muecas a través del cristal—. Está abriendo más los ojos, aunque no sé si me ve.

—Pronto podrás cargarlo —aseguró Leila, sonriente—. Mi nieto será un hombre precioso cuando crezca.

—Mañana me darán de alta, pero no me iré sin llevarme a Murad —dijo Hayat, convencida—. ¿Ya está lista su habitación?

—Sí, cariño. Asher se encargó de prepararle una habitación especial para él y le pondremos dos enfermeras.

—Ustedes no deberían salir de La Guarida —aconsejó Hayat, delatando preocupación—. Vieron lo que pasó la última vez…

—Si no fuese por ti, no sé dónde estaría ahora —dijo Sara, entre suspiros.

—No hablemos de eso —rogó Leila—. Aumentaron nuestra protección, no te preocupes.

Mientras tanto, en Rukhsar las noticias eran buenas.

El fiscal parecía más tranquilo con el silencio de Musa ante todo lo ocurrido.

Inevitablemente Khalil sonrió cuando se enteró lo que le sucedió al nieto de la Pantera.

—Bueno, el niño no tiene la culpa —le dijo Seren al ver su sonrisa.




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