La Guarida de La Pantera

30- Ceremonia

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CEREMONIA

Después de aquella confesión, Asher salió de la mansión.

Estando en su camioneta, comenzó a recordar todas las conversaciones que habían surgido frente a Hayat sobre las operaciones.

De pronto cada mirada y cada situación comenzaba a tener sentido.

Pero Asher jamás pensó que la hija de la Pantera sintiera tanto resentimiento por su padre y tuviese la valentía suficiente para jugarse la vida por una venganza. Hayat parecía dulce e indefensa, pero ahora todo tenía sentido; la actuación antes de la boda, la fecha exacta en la que todo comenzó a fallar, la facilidad con la que se integró a la familia, sus preguntas curiosas sobre las sesiones, y su manera de aferrarse al celular hasta para ir al baño.

Seren había escogido a la persona perfecta, pues sabía que Asher jamás sospecharía de la hija de Musa Toskán.

Llamó a Seren y cuando atendió, su tono de voz denotó que ya sabía todo, pues de inmediato citó a Asher al distrito 2.

Tantos pensamientos abrumadores lo estaban torturando, ¿qué haría con Hayat ahora? Si la entregaba a su padre, la mataría sin pensarlo y Omer no aguantaría otra tristeza más. ¿Debía enojarse con Seren? Después de todo era su trabajo, y ella se lo había advertido desde el inicio, pero ¿por qué su casa? ¿Por qué no eligió la mansión de la Pantera para ejecutar el plan? Debía hablar con ella para frenar aquellos pensamientos ansiosos.

Cuando el viento de la noche comenzó a rozar su piel, se percató que había salido con un conjunto deportivo ligero que mostraba sus brazos, y que no estaba siendo apropiado para el clima de la noche.

De las prisas solo se había puesto unos zapatos deportivos, y ni siquiera se colocó las medias.

Soltó un suspiro largo, pero no pudo relajarse.

Pensó que todo en su vida estaba deshecho; perdió a su sobrino de la forma más cruel posible, su hermano estaba devastado, su familia no dejaba de sufrir las consecuencias de su trabajo con la mafia e incluso, había perdido la confianza de su mejor amigo por la desconfianza sembrada en su mente.

Se bajó del auto y buscó la ubicación que Seren le envió. Visualizó un edificio alto en frente de un parque y el GPS le indicó que había llegado.

Seren

Estoy en la terraza del edificio blanco, sube.

Alzó la vista hacía la cima del edificio y supo que era ella quien estaba sentada en el borde; se veía diminuta en la oscuridad, pero igual la reconoció.

Asher abrió las rejas oxidadas de la construcción y subió corriendo por las escaleras hasta el último piso.

Entre jadeos, visualizó a Seren sentada en el borde de la edificación con los pies colgando hacia afuera; respiró profundo un par de veces y rascó su brazo por encima de su piel erizada.

La brisa jugaba con los cabellos lisos de Seren; vestía una chaqueta de pana oscura y unos pantalones negros que combinaban con sus botines altos. No parecía estar armada, aunque Asher sabía que escondía una navaja dentro de sus botas.

—Sé que estás molesto —aseguró apenas escuchó los zapatos de Asher avanzando hacia ella—. Sabía que algún día lo descubrirías, pero juraba que lo harías con tu inteligencia.

—Fue mi error. —Permaneció de píe con las manos en los bolsillos—. Te subestimé.

—Siempre me subestimas —afirmó sin mirarlo.

—Me debes una explicación, Seren —aseguró con severidad y tomó asiento junto a ella—. No puedo creer que hayas usado a Hayat para espiarme.

—No hables como si fuésemos mejores amigos —replicó, sin mirarlo.

—Somos más que eso, joder —dijo Asher—. Somos una sola alma, Seren.

—Te dije desde el principio que esto no acabaría bien para ti —dijo Seren, sin atreverse a mirarlo, pero él sabía que estaba afectada—. Dije que haría todo para destruir la organización, fui sincera.

—Seren, ni siquiera sabes lo que quieres. —Movió sus pies en el aire, mientras detallaba sus expresiones frías—. Un día eres cruel y te comportas como una agente del gobierno y al otro día eres la misma chica que me pedía que la besara desesperadamente. Haces lo que el fiscal te pide y lo complaces, dime qué diferencia hay entre Musa y el fiscal.

—Pues que el fiscal no es un maldito criminal y no mató a mi familia —repuso con enojo—. Además, que te haya besado no cambia las cosas. Quizás no pueda odiarte, pero eso no quiere decir que no pueda destruirte.

—El fiscal avivó tu sed de vengarte, usó tu dolor para sus propios fines, ¿no lo ves? Cuando te fuiste de Zalam, dijiste que no te importaba. Mandaste al carajo tu odio por la Pantera, te habías ido para olvidar todo.

Hubo un silencio estremecedor; ambos tenían la piel erizada por el frío. Seren no contestó, estaba ensimismada en pensamientos desconocidos, que no se atrevió a decir en voz alta.

—¿Por qué Omer? —reprochó Asher, nuevamente—. Seren, si querías hacerme daño, podías tener la decencia de hacerme daño a mí y no a mi familia.

—Tú no te habrías enamorado de Hayat. —Rodó los ojos—. Hayat no es tu tipo, además, no vas a discotecas, no sales a divertirte, eres tan aburrido que no había ningún modo de hacer eso posible.




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