La Guarida de La Pantera

33- Capacitación

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CAPACITACIÓN

El camión de suministros logró abastecer a un gran grupo de personas. Incluso, habían entregado algunas bolsas de comida al orfanato del distrito 3.

Seren se repuso después de que Ramzi le llevara un jugo de naranja y un pastel de chocolate, y ahora ambos estaban sentados dentro de la patrulla, degustando el postre.

—Qué raro que no te contestó —comentó Ramzi, jugando con su pedazo de pastel.

Seren se acercó al cuello de Ramzi, provocándole nervios.

—¿Cambiaste de perfume?

—Qué detallista —dijo, sonriente.

—Tengo buen olfato, en mi otra vida debí de ser un perro —dijo con un trozo de chocolate en la boca.

Ramzi soltó una carcajada, aunque pareció forzada.

—¿No volverás a llamarlo? —preguntó, cambiando la conversación.

—Ya me devolverá la llamada; no suelo insistir.

Ramzi iba a hacer otra pregunta, pero Seren recibió un mensaje de Asher y llevó toda su atención a la pantalla de su celular.

Asher

¿Podemos vernos en la terraza de nuevo?

—Quiere que nos veamos —notificó, dejando el pedazo de pastel a un lado.

—¿Quieres que vaya contigo?

—No, está bien. Es mejor que vaya sola, lo conozco bien y sé que tu presencia lo enloquece.

Seren se transportó en un taxi para no llamar la atención en el distrito 2, pues allí la policía no era tan bienvenida.

Su herida del brazo la molestaba un poco, pues sentía pequeñas punzadas intermitentes. Sin embargo, lo ignoraba por completo.

Subió las escaleras de la vieja edificación con calma para evitar cansarse.

Cuando llegó a la terraza, se encontró con Asher de pie en el borde del edificio, estaba de espaldas a ella, pero pudo notar que se había cortado el cabello y se había rebajado la barba. Parecía que estuviese en una operación secreta, pues llevaba un conjunto deportivo negro que no se parecía a su estilo habitual de vestir.

Seren sonrió cuando notó que no había sentido su presencia.

Se acercó con sigilo y estando justo detrás de él, sujetó la manga de su suéter holgado y la haló hacía atrás con brusquedad.

Asher cayó del borde del edificio al suelo de la terraza, con evidente susto.

—¿Estás loca? —Se levantó, mientras se frotaba el codo—. Casi se me rompe el brazo.

Seren soltó una carcajada que no pudo retener.

—En serio estás sordo, Ash. ¿Has pensado en visitar al otorrino?

Asher la miró con atención; detalló sus cabellos azabaches recogidos con un bolígrafo hacia atrás, y la misma ropa manchada que llevaba cuando la vio en las noticias esa mañana.

Por un instante, él le regaló una sonrisa cálida, pero ella desvió la vista e incorporó su seriedad.

—Es bueno volver a oír tu risa.

—No te acostumbres —dijo Seren, luego de aclarar su garganta.

—¿Por qué me llamaste? —preguntó Asher, con seriedad.

—Tú dime primero.

—Tú me llamaste primero —mencionó Asher.

—Se me disparó la llamada —aseguró Seren, con descaro.

—Entonces, me iré. —Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—Cuando una persona se quiere ir, no mete las manos en sus los bolsillos y se queda de pie —replicó Seren, y luego agregó—: Voy a pedirte algo.

—Ya sabía yo.

—Quiero que me traigas a Yaser Kamari. —Se cruzó de brazos—. Lo quiero vivo y consiente; sé que tienes chicos en todos lados. Incluso, te aprecian más de lo que aprecian a Musa, así que no será difícil para ti.

—¿Estás borracha? —Alzó la ceja y agregó.

—Lo harás, cariño —sonrió con hipocresía.

—¿Cariño? —Sonrió, pues le había gustado aquella palabra, aunque hubiese sido sin intenciones cariñosas—. ¿Y por qué haría eso?

—Porque me lo debes.

—¿Y por qué te lo debo? —Frunció las cejas—. Que yo recuerde no estoy en deuda contigo.

—He salvado a Sara en dos ocasiones.

—Eres policía; es tu deber —dijo, juzgón—. ¿Acaso vas por la vida cobrándole a los civiles por salvarlos?

—A los civiles no, a los criminales sí.

Sacó su teléfono del bolsillo y giró la pantalla hacia Asher.

Era una grabación de cuatro minutos, donde se podía oír perfectamente como Asher había entregado la ubicación de las drogas de los Kamari a la policía a cambio de la dirección en la que su hermana se encontraba.

—¿Es... en serio? —preguntó con los labios entreabiertos, sin poder creerlo.

—No me pongas esa cara —advirtió Seren, esquivando la mirada—. Si no quieres que le entregué esto a tu jefe, haz lo que te digo.




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