La Guarida de La Pantera

34- Bandos

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BANDOS

Las diferentes pandillas se habían estado movilizando entre los distritos, todos buscaban a Yaser Kamari para ofrecérselo a la Pantera a cambio de una mansión en La Guarida. Todos iban por sus propios motivos y ambiciones. Sin embargo, nadie había dado con su paradero pese a todo el movimiento efectuado.

Un lugar en La Guarida era un sueño para cualquier habitante de Zalam, pues aquel hecho significaba pertenecer a la élite, gozar de un puesto entre las familias más adineradas y tener ciertas comodidades que las personas de otros distritos no tenían.

Después de las noticias amarillistas que Seren había soltado el día anterior, la Pantera desfilaba inquieto en la sala de su mansión, comenzaba a perder sus estribos y sentía el odio de las personas cada vez más intenso.

Enfrentó sus errores con prepotencia, sabía que su mayor equivocación había sido no tomar sus previsiones desde el principio. Subestimó al fiscal, quien parecía llevar una estrategia peligrosa esta vez. Había fracasado con el asesinato de Seren, y ese era otro fracaso que lo enloquecía.

Ahora el Estado estaba intentando sacar a los habitantes de la ciudad por un fin mayor, y la presencia del gobernador no estaba siendo tan útil para la organización como Musa tenía previsto.

La inseguridad se había asentado en su cabeza como un parásito que destruía su sistema nervioso, pues muchos pensamientos oscuros se disparaban uno tras otro. Incluso, su yerno Asher ya no le transmitía la confianza de antes, y su paciencia estaba llegando a su fin.

Sacó su teléfono del bolsillo y después de pensarlo mucho llamó a Asher.

—¿Qué noticias tienes? —dijo Musa, apenas Asher descolgó.

—Algunos habitantes se están yendo, hoy salieron unos cuantos —informó con tranquilidad—. Escuché que les darán hogar fuera de la ciudad y les darán trabajos públicos.

—¿Y sobre el desgraciado de Yaser? —preguntó rígido.

—Aún nada; muchas pandillas lo buscan.

—¿Y tú?

—No me lo ordenaste —replicó con rencor, sabiendo que Musa estaría apretando sus dientes—. ¿No me pediste que me mantuviera alejado de los Kamari?

—No me contestes de ese modo —advirtió severo—. ¡Búscalo! Sé que tus pandillas tienen contactos en los barrios.

—Está bien.

Al colgar, Asher soltó varios insultos. Tenía a Omer en frente haciéndole señas para saber que quería la Pantera.

—Quiere que busque a Yaser —le dijo finalmente.

—Si encuentro a ese maldito yo lo mataré —aseguró, con los puños apretados.

—Omer. —Frotó su tabique—. Quiero hablar contigo sobre algo.

—Si vas a decirme que no podemos hacerle nada. —Se levantó con impotencia—. No te haré caso, Ash.

—¡Siéntate, idiota! —pronunció amenazante—. Es algo más grande que eso.

—¿Qué puede ser más grande que eso? —Tomó asiento con el ceño fruncido.

Asher tomó asiento a su lado y colocó una mano en su espalda.

—He estado cuidando de ti toda mi vida y nunca te he pedido nada que exceda tus capacidades, pero es hora de saber si realmente puedo confiar en ti.

—Claro que puedes, Ash —replicó con seriedad—. Pídeme la vida para que veas que te la doy.

—Creo que voy a entregar a Yaser a la policía —dijo, advirtiendo el asombro en los ojos abiertos de Omer.

—Ash, eso es una locura —dijo, bajando la voz y con evidente temor.

—La Pantera está yéndose al carajo.

—Pero si llega a enterarse de que lo estamos traicionando, nos asesinará a todos —repuso Omer, con preocupación.

—Omer, ¡estamos bajo el filo de una navaja siempre! Cada sesión, cada llamada, cada plan, cada decisión —dijo finalmente, intentando desahogarse—. Tú no estás en mi lugar, no sabes la tensión que siento.

—Tengo miedo, Ash —confesó, sin poder tragar—. ¿Por qué no podemos ser personas normales?

No hubo replica, Asher también se preguntaba lo mismo.

—¿Sabes cuál es mi sueño? —preguntó con seriedad y se respondió a si mismo—. Vivir cerca del mar. Cuando me dicen que piense algo lindo, siempre pienso que estoy en la playa con Hayat, contigo, con Sara y mamá. No estamos preocupados por nada ni escapando de la policía, solo somos personas normales teniendo días bonitos.

Asher le dedicó una mirada de lástima a Omer.

—Sí, es tonto, pero de seguro tú también tienes un sueño tonto —alegó, luego de un suspiro.

—Hace unos años... quería ser compositor —confesó con una sonrisa incrédula en el rostro—. No sé por qué, pero deseaba que las personas vincularan mi nombre con la música.

—¿En serio? —preguntó, abriendo los ojos—. ¿Por qué nunca me lo dijiste?

—A veces hablar de las cosas duele más que enterrarlas dentro —replicó, palmeando la espalda de Omer.

Omer colocó sus manos sobre sus piernas y luego las frotó contra su pantalón.




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