La Guarida de La Pantera

35- Brotes

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BROTES

—¿Dónde estás? —preguntó Asher, apenas Seren descolgó.

—En mi casa —replicó entre bostezos—. ¿Pasa algo?

—Tengo lo que me pediste, pero primero debo hablar contigo.

—Puedo venir ahora mismo, si quieres —dijo, con un tono de voz más activo.

—Te enviaré la dirección, pero intenta no llamar la atención.

Iba a colgar, pero cuando alejo el teléfono de su oreja, Seren le advirtió que Yaser no debía reconocerlo ni escuchar su voz.

—Obviamente —dijo cortante y puso los ojos en blanco—. No soy un estúpido.

Asher sabía perfectamente que Seren usaría a Yaser para algún plan y podía imaginar de qué se trataba, por esa razón ordenó que siempre tuviese los ojos vendados y permaneciera desorientado y adormecido con algunos sedantes.

Kinan seguía paseando en la puerta del edificio; el rubio parecía muy atento a cualquier paso o señal.

—¿Dónde lo encontraron? —preguntó Asher, acercándose al chico.

—Estaba en la calle 13 del barrio principal. —Apagó el cigarrillo con sus dedos, y dirigió toda la atención a Asher—. Una chica que Yasin conoce dijo que Yaser le ofreció dinero por acostarse con ella.

Inevitablemente Asher pensó en Sara, y su mandíbula se tensó.

—Estuvimos vigilando la casa para ver si se trataba de él y al anochecer, vimos que él y otro sujeto más sacaron un cadáver e iban a arrojarlo en la zona de desechos, supimos que era Yaser porque llevaba un parche en el ojo.

—¿De quién es el cadáver?

—Suponemos que, del dueño de la casa, porque la chica dijo que habían discutido en su presencia. Al parecer el hombre se asustó y le dijo que se fuera, y Yaser lo mató.

—¿Y qué pasó con el otro tipo?

—Tuvimos que matarlo porque nos vio las caras y nos reconoció. —Rascó su cabeza—. Se llamaba Rashid, era un pandillero del distrito 1, estaba a cargo de un prostíbulo que era propiedad de los Kamari.

—¿Se aseguraron que murió? —preguntó Asher, preocupado.

—Yo mismo lo maté —aseguró Kinan, con extrema confianza.

—Yaser no los vio, ¿cierto?

—No, a él si pudimos sedarlo rápidamente.

Asher asintió, más tranquilo.

Luego de media hora, Seren apareció en el lugar con una motocicleta deportiva oscura que destacaba hasta en medio de la oscuridad, gracias a las luces de neón que llevaba en las ruedas y el potente faro de luz delantero. Seren tenía una afición por las motocicletas deportivas y el fiscal le había hecho ese regalo el día de su cumpleaños.

Cuando se detuvo delante de la edificación, visualizó a Kinan con atención. El rubio parecía más interesado en observar la motocicleta que en prestarle atención a ella. Sin embargo, al verla bajarse, llevó sus dedos hacía la boca y soltó un silbido, que hizo que Seren colocara su mano sobre el arma que descansaba en su pierna.

No obstante, cuando vio a Asher aparecer por el portón desgastado, entendió que solo le notificaba su llegada.

Se quitó el casco y acomodó sus cabellos mientras se acercaba a él.

Asher estaba enojado con ella, pero inevitablemente la detalló mientras acomodaba sus oscuros cabellos. Ese día llevaba un cómodo conjunto deportivo que dejaba ver su ombligo y Asher tuvo que esforzarse mucho para no enfocar su marcado abdomen, y mantenerse indiferente ante sus curvas.

—¿Qué parte de no llames la atención no te quedó clara? —preguntó, señalando la motocicleta con la ceja alzada.

—Tenía que llegar rápido —explicó, con el casco en la mano—. ¿Lo tienes aquí?

Asher le quitó el casco de las manos y se lo entregó a Kinan.

—Hablemos primero —le dijo, antes de darse la vuelta y entrar de nuevo al edificio.

—¿De qué vamos a hablar? —preguntó Seren, avanzando detrás de él.

Asher no contestó, solo entró a una pequeña vivienda que se suponía que era la habitación de servicio, donde debía vivir el conserje.

Dentro se encontraba Omer dibujando caritas tristes sobre la pantalla empolvorada de un viejo televisor.

—Hola, Seren —saludó, cuando la vio entrar. Luego, sacudió sus manos del polvo y se enderezó.

—Omer —dijo, asintiendo en señal de saludo—. ¿Tú también estás aquí?

—No —intervino Asher con odiosidad—. Es su espíritu.

Seren puso los ojos en blanco, ignorando por completo el mal humor de Asher. Sabía que estaba enojado con ella por la última conversación, y eso era notorio en sus cejas fruncidas y sus facciones distantes.

—Mi sentido pésame —dijo Seren, acercándose a Omer—. Siento mucho lo de tu hijo; me hubiese gustado que fuese diferente.

El rostro de Omer decayó con aquellas palabras, y la sonrisa forzada de su rostro desapareció. Solo pudo asentir con la cabeza en señal de agradecimiento.

—Te esperaré en el auto —avisó a su hermano, huyendo de la habitación.




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