La Guarida de La Pantera

39- Acuerdos

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ACUERDOS

Sara estaba plenamente feliz con su regreso a las clases presenciales.

Sus ánimos estaban por las nubes y su horario escolar había transcurrido entre risas, bromas y chismes sobre las últimas ocurrencias de sus compañeros y profesores.

Nadin estuvo todo el día rezando para que Asher fuese quien buscara a Sara del instituto para poder verlo unos segundos. Sin embargo, cuando el timbre de salida sonó y Sara estuvo afuera, se topó con Lyas platicando con una hermosa chica que vestía el uniforme de la escuela.

El nuevo conductor que Asher le había asignado estaba dentro del auto esperando, mientras que Lyas parecía despreocupado, hablando con la chica.

El castaño vestía una blusa de mangas oscura que se ajustaba a su definido cuerpo y un pantalón verdoso con bolsillos grandes. Sara detalló la pistola que escondía en la parte trasera de su pantalón cuando la ajustó mientras hablaba con la morena.

—Siento decirte que tus oraciones no fueron escuchadas por Dios —dijo Sara, cruzándose de brazos.

—Ya veo. —Rodó los ojos—. Y mira con quien está tu guardaespaldas. Hibba la odiosa.

Sara se acomodó la mochila sobre la espalda y haló a Nadin del brazo, denotando impulsividad.

—¿Mi hermano te paga para que pierdas el tiempo? —preguntó Sara, interviniendo en la conversación de Lyas.

Lyas enderezó su postura, pero miró a Sara un poco desentendido.

—¿No ves que estábamos conversando? —replicó Hibba con desagrado—. Tonta e imprudente.

—¿Quién es tonta? —replicó Sara, enfrentando a Hibba.

—Escúchame bien —dijo Hibba, dandole un empujón a Sara con la yema de sus dedos—. No creas que porque tu hermanito es importante en La Guarida puedes hacer lo que quieras.

Sara abrió los labios para replicar, pero Lyas se interpuso entre ambas intentando frenar la discusión. No conocía a Sara, pero había notado lo impulsiva que era cuando se enojaba.

—Ya basta —pidió Lyas, mirando a ambas, y luego enfocó a Sara—. Solo platicábamos, vámonos ya.

Sara lo fulminó con la mirada y dio un paso atrás para subir al vehículo. Sin embargo, Hibba, la provocó nuevamente:

—¿Qué puedes esperar de la hermana de un criminal?

Sara apretó los dientes, y se giró de nuevo.

—¡No te atrevas a hablar de mi hermano! —La empujó con fuerza, haciéndola caer al suelo—. Si piensas que tu padre es un santo, pues te informo que no lo es. Todo el mundo sabe que vende drogas.

Las mejillas de Hibba estaban enrojecidas por la vergüenza que estaba sintiendo frente a las personas que miraban la escena, apretó los puños y se levantó con enojo.

En un segundo, su mano se elevó en el aire con la intención de arrojar un golpe sobre el rostro de Sara, pero Lyas se interpuso de inmediato, sujetando sus muñecas. Después de todo, la seguridad de Sara era una de sus responsabilidades y no iba a permitir aquello en su presencia.

—Basta, Hibba —replicó imponente, haciendo que Sara se sorprenda con aquel tono de voz tan vibrante—. Es suficiente, las personas nos están mirando.

—¡Suéltame! —dijo Hibba, dándole un empujón a Lyas.

Sara permaneció unos segundos dispersa hasta que Nadin la haló del brazo para que reaccionara. Se despidió de ella y con evidente enojo abrió la camioneta y entró al auto dando por acabada la discusión.

—¿Todo bien, señorita? —preguntó el conductor, que había visto la escena desde adentro.

Sara asintió mientras observaba a Lyas intercambiando algunas palabras de consuelo con Hibba. Detalló como acariciaba su brazo, y le sonreía con amabilidad y al parecer, eso la hizo enojar más.

Varios segundos después, Lyas se incorporó a la camioneta.

—¿Estás bien? —le preguntó a Sara con amabilidad.

—Le diré a Asher sobre esto —replicó Sara, sin mirarlo.

—No lo entiendo, ¿qué hice mal? —preguntó Lyas.

—¿No lo sabes? —replicó del mismo modo—. Tu trabajo es estar atento a mi seguridad, no perder el tiempo y coquetear con colegialas.

Lyas suspiró, se retiró el cinturón y se bajó del auto.

Sara no entendió el motivo de su comportamiento y el conductor también parecía desentendido.

—Baja para que hablemos —ordenó, luego de abrir la puerta del lado de Sara.

Sara dejó su mochila y cuando estuvo afuera le dio un portazo a la puerta.

—Si haces esto para convencerme de no decirle a Ash, pierdes el tiempo —aseguró Sara, de brazos cruzados.

—Yo mismo iré y se lo diré, así que no te molestes en amenazarme —dijo Lyas con extrema seguridad—. ¿Cuál es tu problema conmigo? Me golpeaste y no te disculpaste. —Señaló su herida—. Me ignoras, me tratas horrible, ¿acaso te hice algo malo?

—No me agradas, es todo.

—¡Pues lo siento mucho por ti! —Alzó los hombros con indiferencia, y dio unos pasos hacia delante—. Este es mi trabajo y todo lo que hago es seguir las órdenes de tu hermano.




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