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PESADILLAS
No hay mejor planificador que aquel que conoce su territorio y sabe perfectamente donde se encuentran todas las encrucijadas y los atajos. Alguien que puede caminar en su ciudad con los ojos cerrados, y distinguir los más mínimos cambios, incluso, en medio del caos.
Así se sentía Asher Iskandar, pues, pese a que no había nacido en Zalam, sino en otra ciudad, pasó toda su infancia en las prestigiosas calles de La Guarida, jugando entre los distritos después de que su padre decidiera formar parte de la organización, y mudarse a esta ciudad caótica.
Las calles, los baches, los defectos y cada fragmento de la ciudad donde había crecido estaban grabados como su nombre dentro de su mente.
El hijo de La Guarida que nunca se sintió en casa, que siempre vio la ciudad como una jaula donde debía permanecer para proteger a los que se habían quedado dentro. Asher era un sobreviviente que había cortado sus alas para apresar el deseo de salir volando y no mirar atrás.
Otra pesadilla lo había despertado aquella madrugada, su corazón golpeaba fuerte contra su pecho y sus manos temblaban con nerviosismo.
Soñó que caminaba en un bosque frío y oscuro, su corazón latía a mil por segundo y su aliento gélido lo hacía estremecer con cada paso que daba sobre la mojada tierra que se hundía bajo sus pies. Parecía caminar en un lugar abandonado, aunque escuchaba muchas voces para lo solitario que se sentía.
De pronto, escuchó un llanto conocido, y distinguió a Sara escondida detrás de un árbol.
Ella temblaba y reflejaba una mirada cristalizada, no podía escucharlo ni sentir su presencia; su llanto histérico era asfixiante. Justo cuando intentó abrazarla, un grito estremecedor lo hizo abrir los ojos de golpe.
El sudor empapaba su cuello y la camiseta gris que llevaba puesta estaba completamente húmeda y pegada a su cuerpo.
Alcanzó un vaso de agua que descansaba en la mesita de noche y salió de su habitación aun agitado y tembloroso. Apenas eran las cinco de la mañana.
Entreabrió con cuidado la habitación de Sara y la detalló unos segundos mientras dormía. Suspiró aliviado y se dirigió a la ducha, ese día se detuvo para mirarse en el espejo varios segundos. La línea que se había afeitado en la ceja se poblaba nuevamente, así que volvió a remarcársela con su hojilla, y después de ponerse un conjunto deportivo ligero, se dirigió a la cocina para prepararse un café.
Mientras lo bebía, pensó en Seren e impulsivamente le escribió un mensaje.
Asher
Me siento solo y no puedo dormir.
Dejó el celular sin esperanzas de recibir alguna réplica. Sin embargo, el sonido de una notificación lo hizo dejar la taza de café y sujetar el celular de nuevo.
Le había enviado su ubicación; estaba en el mismo edificio donde le había entregado a Yaser Kamari.
Asher suspiró al darse cuenta que estaba en Zalam, pues ella le había prometido que estaría lejos de la ciudad.
A esa hora las calles estaban aun vacías, y los controles policiales lo detuvieron un par de veces para interrogarlo. Sin embargo, no hubo problemas mayores.
Al subir las escaleras de caracol una extraña sensación de ser perseguido lo invadió, no sabía si se estaba volviendo loco por sus pesadillas, pero escuchaba una respiración agitada que no provenía de los apartamentos.
Sentía una presencia en constante movimiento, y pese a que su oído no era el mejor, aquella sensación no parecía una paranoia.
Detuvo sus pasos en el cuarto piso y escuchó con atención. Luego de unos segundos, asomó la cabeza hacía los pisos de abajo, pero no había nadie subiendo.
En su bolsillo, el celular vibró; era Bilal.
Atendió la llamada, pero no dijo palabra.
—Ash, seguimos vigilando a Seren —dijo Bilal cuando Asher descolgó—. Te vimos entrando al edificio, alguien entró después de ti y está armado; tiene una pistola en el cinturón.
No estaba siendo paranoico, alguien lo seguía y debía hacer algo pronto.
Asher recordó que en aquella edificación vivía la chica con la que Omer se acostaba en el pasado, pero antes de proceder con el plan que tenía en mente le envió un mensaje a Seren para alertarla y prohibirle que baje.
Siguió subiendo por las escaleras de la vieja edificación, mientras intentaba recordar el piso que su hermano le había mencionado, y después de exprimir su cerebro en medio de la tensión que sentía, recordó que era en el piso ocho.
Había solo un apartamento cerrado, los demás parecían saqueados y estaban sin puertas. Tocó el timbre con insistencia, hasta que una rubia con poca vestimenta y adormecida se asomó con disgusto.
Parecía recién despierta y sus labios se habían entreabierto para reclamar, pero cuando vio a Asher sonriente en frente de ella, sus labios dejaron ver una sonrisa placentera.
—¿Te hice esperar mucho? —preguntó Asher, pegándola a su cuerpo.
Asher miraba de reojo el barandal para ver si el extraño iba a acercarse.
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Editado: 19.10.2024