La Guarida de La Pantera

44- Fuego

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FUEGO

Asher seguía jugando con fuego, procurando calentar sus manos sin quemarse, intentando hacer de todo para librarse de las llamas de un hombre despiadado, apodado la Pantera.

Había un mal presentimiento que no lo dejaba descansar en paz, una fina espina que se había enterrado en su piel para recordarle que no podía bajar la guardia.

Seren estaba estresada, no sabía cómo decirle al Fiscal que tuvo que presenciar como Asher había asesinado a un hombre y ella había sido cómplice de ello.

En la zona de entrenamientos intensivos, se encontró con Ramzi, quien actuaba de una forma distante, pues el muchacho la trató con extrema formalidad en los vestidores.

—¿Sigues enojado? —preguntó Seren, mientras ajustaba el cordón de sus botas.

—No, Seren. —Ajustó su pistolera de pierna—. Todo está bien.

—Se nota —replicó, alzando una ceja.

El entrenamiento comenzó cuando Seren soltó un disparo al aire.

Doscientos militares desarmados se formaron en diez filas frente a ella, y erguidos con la vista en frente y las manos hacía atrás esperaban atentos las instrucciones.

—Se acerca un período importante en la historia de nuestro país —dijo Seren, moviéndose entre ellos—. Sé que no es mi deber entrenarlos, pero el fiscal me lo pidió personalmente.

Tomó aire mientras seguía caminando entre ellos.

Todos eran altos y esbeltos, incluida la minoría de mujeres que se encontraban allí. Sus miradas estaban fijas hacia el frente y sus respiraciones controladas.

—Tengo la creencia de que las personas se conocen en la batalla. —Llevó sus manos hacía atrás—. Cuando el olor de la sangre se mezcla con la rabia y tus músculos están tan tensos que tus ojos ya no pueden mentir.

Ramzi quien estaba recostado en el muro de enfrente asintió con los brazos cruzados. Seren era muy buena dando discursos y él siempre le recalcó que se le daría muy bien la política.

—Entrenaremos todos los días hasta que llegue el día de la operación —avisó, colocándose en frente—. Comerán bien, dormirán bien y harán todo por esta misión. No aceptaré excusas, fallas, errores, chistes, desobediencia o cualquier incidente inapropiado. Los traidores no son bienvenidos entre nosotros y les aseguro que no perdonaré a un desleal.

—Y está vez no aplicaremos la ley —intervino Ramzi, con un tono de voz amenazante—. Si hay traición, sus familias serán quienes pagarán. Así que piénselo dos veces si quieren contarle a alguien sobre estos entrenamientos secretos.

Seren asintió, haciendo notar que estaba de acuerdo con su compañero.

—Bien, espero que haya quedado claro —continuó Seren, firme—. Ahora comiencen a calentar. Hagamos un circuito de cinco estaciones, pero primero un trote de treinta y cinco minutos. —Hizo sonar el silbato que colgaba en su cuello y con aquel sonido todos comenzaron a desplazarse ordenadamente por la zona de trote.

—Fue un buen discurso —alagó Ramzi, mirándolos correr—. Ojalá todo salga bien. ¿Hay fecha de operación?

—Aún no —dijo, activando el cronómetro de bolsillo—. Hay que esperar el plan de Asher.

Él asintió sin más.

—Oye, sé que fui un poco dura contigo, pero me sacaste de mis casillas, Ramzi. —Se cruzó de brazos—. No estoy acostumbrada ni por encima a que alguien se meta en mis asuntos personales. Toda mi vida he hecho las cosas así.

—Me molesta que cuando quieres somos amigos y cuando quieres solo soy un compañero de trabajo —explicó con desahogo—. Pero no estoy molesto, eso ya pasó.

—Somos ambas, ¿vale? —Suspiró—. El hecho de que seamos amigos no quiere decir que no trabajemos juntos. Hemos pasado muchos momentos y admito que has sido mi relación de amistad más larga. Eres un buen chico, pero que seamos amigos no quiere decir que puedas hablar de todo. Hay cosas personales que me tocan desde lo más profundo y nadie puede entrometerse allí.

—No era mi intención hacer eso. —Metió sus manos en los bolsillos—. Admito que me ofendió tu rechazo y la manera en la que me dijiste que era un cobarde, pero luego pude asimilarlo.

—Siento haber explotado de ese modo —dijo nuevamente—. No pienso que solo seas un compañero de trabajo.

Ramzi miraba a la pelinegra con tanta intensidad que por un momento sus palabras no combinaron con sus facciones. Seren lo notó, pero lo ignoró para no soltar algún comentario ofensivo.

Cuando Ramzi se percató de la incomodidad, desvió la vista hacía los militares que comenzaban a sudar, y luego de algunos segundos volvió a decir:

—¿Por qué el fiscal te eligió a ti? —Rascó su barbilla, denotando nervios—. ¿Nunca lo pensaste?

Claro que lo había hecho y muchas veces, pero el fiscal terminó convenciéndola de que había visto en ella algo diferente y Seren, quien buscaba un poco de afecto y admiración de las personas que la rodeaban, se aferró a ese pensamiento.

Ramzi tomó aire con dificultad.

No, no podía decirle nada, porque no era algo que pudiese expresarse en un lugar así, y menos ahora que Seren se veía tan emocionada con todo lo que sucedía.




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