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MARTIRIO
Lyas recibió una llamada de Olivier que lo alertó, pero él ya se había dado cuenta que había una camioneta oscura estacionada diagonal a la escuela, mientras hablaba con Sara. Lo que llamó su atención fue el modelo, pues eran los mismos que usaban los hombres de la Pantera cuando hacían búsquedas exhaustivas entre los distritos.
Al ser los escoltas directos de Musa, no podría oponerse ante ellos o enfrentarlos, porque evidentemente sería asesinado. Así que debía moverse de otro modo.
Lyas, junto al conductor, se trasladaron hasta la parte trasera de la escuela, lugar por donde tenían pensado ingresar sin ser vistos por los escoltas de Musa.
De camino intentaron comunicarse con los hermanos Iskandar, pero ninguno atendió las llamadas ni los mensajes. Sus celulares estaban apagados, al igual que los teléfonos de los chicos que trabajaban para ellos.
Al llegar, el conductor permaneció dentro del auto esperando atento las indicaciones, y Lyas fue quien bajó para buscar a Sara.
El portón trasero de la escuela se encontraba cerrado, así que Lyas tuvo que romper la cerradura con su arma. Agradeció la soledad del lugar, pues así, se evitaba las explicaciones.
Tuvo que caminar un alargado pasillo y subir unas escaleras angostas para comenzar a escuchar las voces de los estudiantes. La escuela era enorme y las paredes estaban repletas de colores y anuncios de actividades extracurriculares que hicieron a Lyas sentirse abrumado.
Caminó a ciegas por los espaciosos pasillos, mientras tropezaba torpemente con los estudiantes y pedía disculpas. Comenzó a sentirse descolocado por la forma en que los chicos lo miraban y se susurraban cosas entre ellos.
—Ese tipo tiene un arma —dijo una chica que estaba recostada en los casilleros coloridos del extremo del pasillo.
—Debemos llamar al director —dijo otro chico, alejándose un poco.
Lyas comprendió por qué lo miraban de ese modo; estaban asustados por la pistola que llevaba enganchaba a su cinturón. Además, su ropa completamente oscura y su estilo militar no ayudaba mucho en medio de los uniformes verdes que todos los estudiantes vestían.
El sonido de una bala en el piso de abajo, volvió aquella escena más caótica.
—¡Mierda! —exclamó Lyas, mientras agilizaba el paso.
Encontrar a Sara entre la multitud se había hecho más difícil, pues aquel sonido había ocasionado el pánico entre los estudiantes, y todos corrían en diferentes direcciones y gritaban empujándose hacia los salones de clase.
Lyas comenzó a desesperarse más, pero en ese instante, vio el rostro de Hibba en el fondo del corredor, hecho que lo hizo recuperar la esperanza de encontrar a Sara. La muchacha intentaba ingresar a un salón cercano junto a otra chica que la empujaba hacia una multitud de estudiantes.
Corrió hasta ella y la haló del brazo sacándola de aquella aglomeración.
—¿Dónde está Sara? —preguntó jadeante, ignorando el asombro de la rubia.
—¿Lyas? —preguntó, sorprendida—. ¿Qué haces aquí?
—¡Dime donde está Sara! —repitió, impaciente.
—¡No lo sé! —gritó, desesperada y luego recordó—: La vi en los lavatorios del patio hace unos minutos.
Después de preguntar por la ubicación de los lavatorios salió disparado hacia ellos.
Corrió por el pasillo jadeante, dándose cuenta de que la escuela era enorme a diferencia de como se veía por fuera.
Ingresó al baño de chicas y se encontró a cinco adolescentes peinándose, mientras reían. Al parecer el sonido de las balas no había llegado hasta ellas aún, pues los lavatorios del patio se encontraban retirados.
Todas lo miraron con desagrado y una le pidió que se fuera.
Sara abrió los ojos como pudo cuando vio que Lyas estaba allí dentro.
—¿Qué haces aquí? —Se acercó a él con la mochila sobre los hombros, y luego de fulminarlo con la mirada, agregó—. ¿Estás loco?
—Ven conmigo.
Apresuradamente la sujetó de la muñeca y la haló hacía afuera de los lavatorios, antes de salir visualizó si el corredor estaba despejado.
—¡Suéltame! —Retiró la mano con dificultad cuando estuvieron en los pasillos—. ¿Qué te pasa? ¿Cómo entras así a la escuela?
—Sara escúchame, debemos irnos pronto. —Sacó su pistola del cinturón, y se aseguró de que estuviese lista para disparar—. Los hombres de la Pantera están aquí.
Dos disparos más cercanos se escucharon y los gritos de los estudiantes llegaron finalmente hasta los lavatorios, quitándole a Sara el color del rostro.
—¿Qué está pasando? —gritó, aterrada.
Lyas resopló y volvió a sujetar su muñeca, halándola de nuevo hasta la dirección opuesta al ruido. Está vez no opuso resistencia y corrió junto a él.
Lyas sintió el miedo de Sara en sus manos que sudaban frio a medida que avanzaban.
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Editado: 19.10.2024