La Guarida de La Pantera

48- Venganza

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VENGANZA

Nunca sabes que tan vulnerable eres hasta que tocan tus heridas, y amenazan con arrebatarte lo más sagrado que posees en la vida.

Asher siempre tuvo que elegir entre dos cosas, jamás pudo quedarse con todo pese a sus indudables intentos de buscar el equilibrio. Siempre escogió a su familia por encima de todo; sobre su felicidad, sobre su amor y sobre sí mismo. Sin embargo, la Pantera le había dado el desafío más doloroso de su vida, pues ahora debía decidir entre dos pedazos de su alma.

La mansión Iskandar estaba siendo vigilada por los escoltas de Musa, mientras que varios hombres retenían dentro a Leila. Su teléfono estaba apagado.

El único que podía pensar con claridad era Olivier, pues Asher solo rompía cosas en el despacho mientras gritaba furioso y Omer temblaba sin poder levantarse de la silla.

—Iré a matarlo —anunció Asher con la voz entrecortada, pero convencido—. Voy a asesinarlo justo ahora.

—¡No irás a ningún lado! —gritó Olivier, bloqueando la puerta—. ¡Haremos un maldito plan como siempre y saldrá bien!

Olivier bloqueó la puerta desde adentro para que Asher no pudiese salir del despacho. No podía permitirle cometer una locura, pues estaba tan furioso que no asumía el riesgo de sus acciones.

—¡No saldrá bien! —gritó Asher, empujándolo—. ¡No saldrá!

Olivier odió verlos de ese modo, estaban devastados y actuaban como si todo estuviese perdido; no pudo tolerarlo.

—¡Escúchenme bien! —gritó con pocas fuerzas, y con el aliento cansado—. Su padre me dejó a cargo de ustedes y no voy a permitir que cometas una locura, ¿me entiendes? ¡No irás a matar a nadie! ¿Crees que puedes poner un pie en la mansión en estos momentos?

Olivier tosió sangre varias veces, antes de poder continuar.

—Fingiremos que vamos a entregar a Sara.

—Olivier, ¿te volviste loco? —preguntó Asher, tembloroso.

—¡Cállate y escucha! —Elevó la voz, y sujetó el rostro de Ahser entre sus manos—. Debemos recuperar a Leila de ese modo. Fingiremos un intercambio con los hombres de la Pantera.

Asher negó con la cabeza repetidas veces; temía que Sara pudiese correr riesgo.

—Esta vez no hay muchas opciones, Asher —advirtió Olivier con las cejas fruncidas—. No hay tiempo para planificar. Prepararé algunas chicas, nuestras francotiradoras no fallan. En medio del intercambio, iniciaremos un tiroteo y luego nos llevamos a tu madre y tu hermana a la policía y le pides a Seren que las lleve fuera de Zalam.

—¿Y luego? —preguntó Omer, atentó—. Sabrán que nos aliamos con la policía.

—Habla con el fiscal para que los saque hoy de la ciudad, y pídeles que entren esta noche a La Guarida —dijo Olivier, y luego de un silencio abrumador, volvió a decir—. ¡No tenemos opción, carajo! Que ingresen hoy a la mansión de Musa. Que intenten resistir. De todos modos, cuando vean al desgraciado caer no tendrán más opción que entregarse. ¡Cuando el rey cae, el juego se acaba!

—El fiscal no aceptará —aseguró Asher, negando con la cabeza—. Ese bastardo esperaba el saqueo para ingresar porque sabía que toda la atención estaría en la misión. No entrará si no tiene la confianza de que va a ganar. Ya ha quedado como un idiota muchas veces.

—¡Pues lo amenazamos! —gritó Olivier, poniéndose colorado—. ¡No somos buenos, carajo! ¡Nunca lo fuimos! Hacemos las cosas por conveniencia y para salvar nuestras propias vidas. ¡Somos sobrevivientes, Asher! No olviden quienes son ustedes, porque si lo hacen perderán la puta batalla.

Asher miró a un punto fijo mientras Olivier daba su sermón.

Por un instante se había llenado de fuerza nuevamente, y algo dentro sí mismo lo obligó a reflexionar.

Él era un sobreviviente y debía actuar como uno.

No podía cruzarse de brazos y llorar, porque su familia lo necesitaba más que nunca.

Acataron el único plan que tenían, y esta vez Asher sabía que tomaría riesgos sin saber que sería el vencedor.

Las francotiradoras recibieron la información de Olivier sin parpadear.

—Espera, espera —intervino una de ellas—. ¿Dices que mataremos a los escoltas personales de la Pantera?

—Si no deseas hacerlo, puedes irte —intervino Asher, impaciente.

Después de todo ellas eran entrenadas para luchar en el ejército de la Pantera y aquella petición estaba siendo un poco contradictoria para las chicas.

—Por supuesto que no, Ash —repuso con confianza—. Estamos a tu servicio, y aunque esto va en contra de lo que nos enseñaron en la capacitación… Le debo la vida a Omer por sacarme de la calle.

Las demás asintieron en señal de acuerdo, y Omer le agradeció el gesto con la mirada.

Casi siempre Omer era quien reclutaba a las personas de las calles o del orfanato, y pese a que era por la causa de la Pantera había un sentimiento de gratitud en el corazón de la mayoría de esos chicos.

El plan inicial era que el intercambio fuese en la mansión de Asher, pues allí estaba Leila con los escoltas siendo privada de su libertad, y probablemente amenazada por ellos.




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