La Guarida de La Pantera

49- Realidades

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REALIDADES

Después de lo sucedido, no había corazones que latieran con normalidad.

Asher ingresó a la morgue del hospital para hacer un juramento frente a dos cuerpos que ya no vería por el resto de su vida.

—Olivier, me dijiste que te habías puesto el chaleco —reprochó, con los puños apretados, mientras miraba los ojos entreabiertos de su mejor amigo—. Me mentiste; querías morir en batalla.

En esa habitación sin vida, cayó se percató de que ya no había vuelta atrás. Que Olivier no volvería a guiarlo con sus consejos y Leila no le daría un abrazo nunca más.

Sin embargo, entre lágrimas y con la voz entrecortada, les juró que vengaría la muerte de ambos antes de enterrarlos, y le pidió a su madre que le diera vida a Sara porque no podría vivir sin oír el sonido de su risa.

Leila estaba helada sobre la superficie metálica, y una sábana blanca tapaba su cuerpo sin vida, por un instante, cerró los ojos y juró que en cualquier momento se levantaría para reprocharle algo.

—Cuidaré a Omer, aunque no me lo pidas. —Tomó aire con dificultad y volvió a decir—. Seren dijo que estarías en mi corazón siempre, y espero que así sea, mamá.

Después de llorar durante largos minutos, besó la frente helada de su madre varias veces y le susurró cuánto la amaba.

Tomó la fuerza suficiente para cubrir aquel rostro gentil, aunque en ese instante su alma se desgarró, haciéndolo sentir una ira desmedida que lo obligó a apretar su mandíbula.

Hizo lo mismo con Olivier, y luego de un suspiro ahogado y pensamientos oscuros, secó sus lágrimas con brusquedad y salió de la morgue.

Asher reforzó la protección de Sara, pues temía que la Pantera se enterara que su hermana estaba viva y volviese a matarla.

—¿Dónde está Omer? —preguntó Asher a Lyas que estaba de guardia frente a la habitación.

—Está dentro de la habitación. —Señaló con su pulgar hacia la puerta—. Dijo que quería hablar con Sara.

—¿Cómo está ahora?

—Está más tranquilo; el sedante lo hizo relajarse un poco —informó con preocupación.

Asher asintió, y notificó que entraría a la sala de cuidados intensivos, pero una enfermera que iba saliendo lo detuvo.

—No puede haber dos personas en la sala de cuidados intensivos —avisó la mujer, de una forma autoritaria.

—Soy Asher Iskandar, y puedo hacer lo que quiera —pronunció amenazante, advirtiendo temor en la mirada de la desconocida.

Cuando ingresó otro nudo se formó dentro de su garganta. Sara estaba postrada en la camilla, y conectada a muchas maquinas que contaban sus pulsaciones y controlaban su respiración. Su piel estaba pálida y se erizaba en consecuencia del frío.

Omer sujetaba su mano y lloraba a su lado desconsoladamente.

Asher se acercó y palmeó los hombros de su hermano menor, y cerró los ojos con fuerza cuando detalló que Sara tenía el pecho vendado.

—Ve a despedirte de mamá y Olivier —ordenó Asher con la voz quebrada.

—No lo haré —dijo Omer, sin mirar a Asher.

Asher suspiró y arrastró una silla, quedando sentado junto a su hermano.

—Hoy mataré a la Pantera —dijo Asher, con seguridad—. Te lo prometo.

—¿Después de qué? —preguntó con mirada fija en sus manos.

Asher ignoró aquel comentario y dirigió la vista hasta Sara.

Sonrió al ver el tatuaje que descansaba sobre su hombro derecho, pues recordó que se había negado a compartir aquel tatuaje con sus hermanos en el pasado y en ese instante se sintió como un tonto.

—Ash, esta mañana yo no dejé que me abrazara —comentó Omer, tembloroso, como si hubiese cometido el error más grande de su vida—. Pero juro que no sabía que esto pasaría.

—¡No hables como si no fuese a despertar! —replicó Asher con enojo y sujetó a Omer de la nuca, obligándolo a mirarlo—. No seas idiota, ella estará bien y volverá. Debemos ser fuertes, Omer. Hayat aun te necesita y está en peligro, ¿lo olvidas?

—Lo intento, Ash —dijo entre sollozos ahogados—, pero te juro que no soy fuerte como tú.

—¿Cómo yo? —repitió exaltado—. ¡Maldición, Omer! Estoy destrozado. Sara fue a la escuela por mi culpa, porque yo le insistí y eso me destroza el alma. Pero ¿qué hacemos? ¿Dejamos que ese desgraciado vuelva y mate a Sara?

—No —dijo negando con la cabeza muchas veces.

—¿Permitirás que ese maldito asesine a Hayat? —preguntó de nuevo.

—No —negó nuevamente con impaciencia.

—Recuerda lo que nos dijo Olivier; somos sobrevivientes. —Sujetó la cara de Omer entre sus manos—. Escúchame, de ahora en adelante no viviré bajo las órdenes de nadie. Ese desgraciado pagará lo que nos hizo y lo haré a costa de todo.

Omer abrazó a Asher con mucha fuerza y lloró en su hombro durante largos minutos. Asher no pudo hacer más que acariciar su espalda en señal de consuelo, como lo hacía de pequeño cuando Omer se caía y corría hasta Asher asustado.




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