Seis meses después.
Los fines de semana seguían siendo familiares, aunque la que elaboraba las reuniones ya solo estaba presente en alma. Aquel domingo estaba siendo el más fresco del mes, así que decidieron preparar una barbacoa y comer al aire libre, aprovechando el clima.
Omer había logrado sobrellevar la ausencia de su madre, o al menos lo intentaba por el hijo que venía en camino.
Esa tarde, Hayat se encontraba pensativa sobre el columpio, mientras miraba las flores con la mirada perdida en algún pensamiento profundo.
—¿Estás pensando en mí? —preguntó Omer, luego de tomar asiento a su lado.
Hayat rodó los ojos y lo miró con una sonrisa divertida.
—Ven, siéntate en mis piernas —le dijo Omer, halándola hacia él.
—Estaba pensando en mi padre, ayer soñé con él —confesó con honestidad, mientras sentía a Omer acariciando su barriga de algunas semanas—. A veces me pregunto si no había otro modo.
—Mi otoño, si hubiese otro modo, lo habríamos tomado —dijo con resignación—. No te tortures más, Hayat. No pudo ser de otra forma. Si tu padre hubiese ido a la cárcel, estaríamos en peligro porque encontraría la manera de salir y hacernos la vida un infierno.
—Es verdad. —Acarició la barba de Omer y depositó un beso tierno sobre sus labios—. Pero sigo teniendo pesadillas.
—¿Mis masajes no te están ayudando? —preguntó con picardía, y luego con seriedad, añadió—. Hayat, escúchame. Ya hemos tenido suficientes días malos. Ahora solo quiero ser feliz, y hacer feliz a nuestro hijo.
—Tienes razón, te prometo que ya no abriré más el tema —le dijo con una sonrisa—. Debo enfocarme en ser una buena madre.
—Y yo debo rezar para tener una hermosa niña pelirroja.
Hayat quería reírse, pues sabía que lo que diría a Omer le causaría mucha decepción.
—Omer, ¿si sabes que yo no soy pelirroja naturalmente?
Omer abrió los ojos lo más que pudo, causándole las carcajadas a Hayat.
—Si tu hija sale pelirroja, deberías preocuparte, cariño.
—¿Te pintas el cabello siempre? —preguntó con los ojos aun abiertos.
Hayat volvió a reír, el rostro de Omer era un poema.
A lo lejos Seren y Asher peleaban sobre la barbacoa, pues Seren aseguraba que la carne ya estaba lista para comerse y Asher insistía en que aún le faltaba cocción.
—No sirves para nada —dijo Seren, cuando Asher le quitó las carnes de las manos y le pidió que fuera a sentarse.
—Eso no dices durante las noches —aseguró, divertido, ganándose un golpe en el abdomen.
—Esta noche dormirás en el sofá —aseguró Seren.
Asher se acercó a su oído e imitó una voz femenina, mientras decía:
—Asher, ningún hombre me mira como tú. Me encantas.
Luego de las risas, y varios golpes de parte de Seren, Asher la rodeó por detrás y la besó cálidamente.
Ambos miraron a Omer y Hayat riéndose en el columpio.
—No sabes lo feliz que me hace ser tío —le dijo, masajeando su abdomen.
—Sí, ahora tengo una familia y se siente muy bien —replicó Seren con ilusión—. Omer se ve más alegre y Sara también ha mejorado mucho.
Sara estaba junto a Nadin y Lyas en la cocina. Ellos preparaban la ensalada y las salsas junto a las mucamas.
Habían decidido vivir en la mansión Iskandar luego de repararla, pues la mansión de Musa les parecía fantasmal y a Asher no le traía buenos recuerdos. Además, Hayat aborrecía esa mansión y como habían decidido vivir juntos como familia, optaron por hacerlo en la mansión Iskandar.
Asher, se encargaba de mantener el jardín de su madre precioso y ahora acostumbraba hablar con las flores, pues sentía que su madre lo escuchaba cuando lo hacía.
Sara había terminado la escuela y poco a poco lograba superar la muerte de su madre y los eventos caóticos que había vivido. Pronto comenzaría a estudiar arte en la universidad y eso le emocionaba mucho.
Su relación con Lyas estaba avanzando de una manera muy interesante, pues, aunque ninguno se había confesado amor, ambos sabían que se querían.
—Ya todo el mundo sabe que ustedes dos se gustan —les dijo Nadin, lavando los tomates.
—¿Que nos gustamos? —repitió Sara con nerviosismo.
—No me gustan las niñas caprichosas —afirmó Lyas, causando el enojo de Sara—. Además, uno de mis requisitos para conseguir pareja es que sepa pelear muy bien.
Sara lo miró con el cuchillo en la mano, y sin percatarse apretó los dientes.
Nadin le hizo una seña a Lyas por detrás indicándole que estaba muerto.
Luego de varios segundos de miradas contenidas, Lyas la envolvió por detrás y le dio un beso en la mejilla.
—Te quiero, Sara —susurró en su oído, causándole un mar de emociones—. Aunque no sepas dar bofetadas.
Sara sonrió, Lyas había sido reconfortante para ella.
Sabía como hacerla reír y cuando estaba con él se sentía fuerte. La entrenó para que aprendiera a defenderse, y pasaban muchas tardes juntos. Habían ido de pesca en el puerto, y Sara había logrado hacer que Lyas amara los caballos, pues él nunca había montado uno en su vida.
Poco a poco algunas heridas se curaban, aunque el recuerdo doloroso jamás se iba por completo. Ellos intentaban sobrevivir, y aceptar lo que les había tocado, mientras establecían nuevas reglas en Zalam.
La ciudad volvía a encontrar su paz, y mediante varios acuerdos pacíficos y negociaciones, lograron crear un nuevo orden. Seren estaba impulsando el comercio, y la pesca en la zona, generando empleo a las personas del distrito 3.
También había reformado el orfanato, y estableció una ley para que ningún menor de edad se uniera al ejército, reclutando así, a personas adultas.
Asher estaba conforme con lo que ocurría y terminó asimilando la idea de que aquella nueva vida era su destino. A veces debían actuar desde la política y la diplomacia, y otras veces debían sacar su lado más salvaje.
Cuando estuvieron en la mesa, aparecieron las risas, pues Omer se negaba a creer que el cabello de su hija no sería naranja, al parecer lo había idealizado en su cabeza.
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Editado: 19.10.2024