La Guerra de Ángeles

2. Henry

Henry desde algún aspecto me atraía, no sé si eran sus ojos o su perfecta sonrisa con hoyuelos, pero nada de eso podía estar pasando por mi cabeza porque él era el enemigo ¿o no? Todavía no lo entendía muy bien, estaba segura que Henry no tenía nada que ver con su papá.

Le pregunté a Henry ¿por qué a mí? Tratando de buscar una respuesta convincente pero su respuesta fue:

—Porque sos la elegida y es nuestro destino.

Eso ya lo había escuchado varias veces. Exactamente no despertaba nada en mí escuchar de su boca eso, no valía ni siquiera un mísero punto de confianza; simplemente porque Mark, mi ex, me había dicho exactamente lo mismo. Si algo aprendí con esa relación era no confiar en nadie, menos al que te puede traicionar. Henry era el villano y estaba muy cerca de traicionarme. Era mucha presión pensar en las pesadillas, de algún modo eran verdad y me aterraba.

Lo vi a Henry por el jardín logrando recordar la conversación con su padre, hablando sobre la mamá ¿qué era lo que había ocurrido con ella? No lo sabía. Me llamaba mucho la atención su pasado, no podía evitar preguntarle, por mis adentros me decía <<es obscuro tanto como el padre>>. Logré que me contara acerca de su mamá, lo había abandonado apenas cuando era un bebé junto con su padre Des. Lo angustiaba no saber por qué, su mamá, lo había abandonado.

—Si le pregunto algo a mi padre acerca de mamá siempre cambia de tema —comentó.

Mi curiosidad aumentaba más con el relato, él se encontraba algo vulnerable, sus ojos estaban rojos y llenos de lágrimas, su respiración comenzó a aumentar, él estaba tratando de no llorar pero le fue inútil cuando una lágrima comenzó a recorrer su hermosa cara, se disculpó. En ese momento me daban muchas ganas de abrazarlo, de contenerlo, sabiendo que no correspondía lo hice igual, sin importarme lo que pudiera pasar, al fin y al cabo no era tan grave, era una forma de hacerle creer que confiaba en él.

—A veces aparezco tirado en la cama de mi habitación y me acuerdo de hechos transcurridos que aterran.

Lo que acababa de decir Henry me causaba escalofríos ¿eso qué quería decir? No me sentía preparada para ser un ángel de la oscuridad, me estaba asustando más de lo esperado, en las pesadillas no recordaba de haber hechos cosas terribles. Las pesadillas son nuestros peores temores pero las pesadillas en mí siempre fueron cosas que van a pasar, muchas de las pesadillas son un 79% que borran inconscientemente imágenes o episodios atemorizantes para nosotros, los humanos, seguro a mí me había pasado algo parecido.

Por una extraña razón comencé a pensar en sangre, comenzando a desvanecerme, sentía los ojos pesados, la vista nublada, mi cuerpo flojo, mis sentidos disminuían. Cuando desperté, estaba recostada en la cama del cuarto junto a Henry cuidándome, la cabeza no paraba de dar vueltas. Él afirmó:

—Te desmayaste, es por la falta de sangre.

Debía esperar unos minutos, quería salir de ahí cuanto antes. Una voz suave, dulce y delicada de mujer comencé a escuchar, me llamaba mientras permanecía sentada en la cama, lo único que pensaba es que ya me estaba volviendo loca. Ahí comencé a tratar de pensar es esa voz, era tan reconocida, logrando encontrar una pregunta ¿María, sos vos? Sin dudarlo era ella. Tenía tantas preguntas para hacerle, no me sentía lista para ser reina. Tratando de convencerme que había una figura transparente, teniendo cada vez más volumen, pregunté descontroladamente qué debía hacer.

—Cuando confíes en vos misma te darás cuenta.

Sonrío aquel ángel de hermosa cabellera negra, con ojos verdes y la misma sonrisa mía. Según ella, yo era la indicada para responder mis propias preguntas. Comencé a plantearme ¿si debía confiar en Henry? María respondió que Henry usaba su don de persuadir para su conveniencia, pero yo era inmune ante aquel poder. Él no lo sabía y tenía que seguir así, todos tenían debilidades, no comentó cuáles eran, lo iba a tener que averiguar por mi misma.

Me advirtió, si necesitaba su ayuda la buscara por medio de los sueños o telepáticamente, dijo algo muy importante sobre Diana. Según María, Diana me iba a ayudar bastante a conseguir los objetos de las pesadillas, era mi objetivo. María se fue dejándome con muchas dudas ¿objetos? quería contarle todo a Diana, logré recostarme en mi cómoda cama para luego llegar a mi casa, ella se encontraba sentada en el sillón viendo Amanecer. Cuando de repente ella se asustó al verme sentada a su lado. Diana a pesar del susto parecía alegre por verme, es unas pocas palabras le expliqué lo que había hablado con mi mamá y le pedí ayuda.

—¡Mira esos ojos verdes esmeralda están resaltando mucho y ese vestido azul tan hermoso junto con tus alas blancas!

No paraba de alagarme, necesitaba que en algún momento parara porque no me gustaba mucho que me tratara como un dios. Cuando me dijo que tenía alas blancas me pareció algo raro pero no tanto ya que decía que la elegida era mitad ángel de la paz y tenía mucha luz y mitad ángel de la oscuridad.

—Tenes que ayudarme —dije algo preocupada—, sos la única en la que puedo confiar.

Recordaba algunos lugares por los que debía pasar para conseguir varios objetos como una bola de cristal, un talismán, una varita de cristal pero nunca supe qué hacer con ellos, cuando los encontraba siempre me despertaba.

—Tessa según lo que me contaste de tus pesadillas, tenes el don de cumplir tus pensamientos —dijo mi amiga muy entusiasmada.

—¡Tenes que venir conmigo al palacio! —le advertí.

Algo asustada se encontraba ¿acaso no quería venir conmigo a ayudarme para impedir la guerra que se estaba planeando?, ¿no me iba a ayudar?

—Las reglas son claras —Chilló Diana—. Ningún humano puede pisar el castillo.

Diana me advirtió que un humano no podía pisar el castillo pero ¿si dejaba de ser humana al ir a Shadow para convertirse en hada? Traté de concentrarme en Diana cerrando mis ojos y pensándola como un hada. Moví mis manos haciendo un polvo rosa, luego abrí los ojos lentamente, soplé en la cara de ella; aquél polvo rosa brillante, ella cerró sus ojos, estornudando unas cuantas veces debido al polvo. Unos segundos después se encontraba completamente chiquita, del tamaño de una mano normal, estaba igual; su pelo negro, corto hasta los hombros; sus ojos marrones avellana. La única diferencia era su cuerpito y sus alas que no podía esconder; ya que era un hada, no un ángel. Diana salió volando hacia el espejo cerca de la cocina, no pudiendo creer lo que veía, la tomé en mi mano camino hacia el castillo de Shadow.




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