La Guerra de Ángeles

9. Un Paso Más

Al ver el anillo, lágrimas de felicidad sentía. Me gustaba la idea de ser su esposa, despertar a su lado, acordamos dar todo de nosotros para estar bien, ya estaba completamente enamorada. Lo único que quedaba decir era si pero no sabía si era la desición correcta. En ese instante pensé en mamá y sobre la pregunta tan importante que iban a hacerme ¿acaso esa era le pregunta de la que ella hablaba?

—Está bien entiendo si no queres casarte conmigo —mirando para otro lado.

En ese momento lo miré tratando de encontrar su mirada, lo tomé de las manos. Pude notar que tenía sus ojos llorosos, como un niño pequeño, me causaban dolor a mí tanto como a él, para luego susurrar un sí en su oído derecho. Me tomó de la cintura para abrazarme y besarme en el aire.

—¡Te voy a hacer la mujer más feliz del mundo! —afirmó mi futuro esposo—. ¡Papá aceptó casarse conmigo!

—¡Qué bueno estoy muy feliz por ustedes! —con una sonrisa maligna—. Perdón que los interrumpa, venía a decirles que ya está la comida... otra cosa mañana comenzamos a preparar la boda.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión? —preguntó Henry muy contento pero sorprendido a la vez.

—Vos —le dije para luego preguntar:—¿vamos a comer?

Estaba entusiasmada, al igual que Hen, durante la comida me miraba pícaro y risueño, terminé de comer, caminé hacia la habitación; donde Diana estaba desesperada por lo que había pasado, no podía mentirle, si bien estaba feliz y me encontraba con más seguridad, un poco de miedo tenía de gobernar todo. Junto con Diana y Henry mi confianza volvía. Estaba segura que iba a triunfar en todo aunque ese plan entre Henry y el padre podría destruir todo lo bueno <<¿qué voy a hacer?>> cuestioné a Diana.

—Se nota que te gusta mucho, tus ojos me lo dicen ¿confías en él? —preguntó Diana mirándome fijamente.

—Sí, confío en él —dije segura de lo que decía.

—Entonces no te preocupes no te va a pasar nada linda, estoy muy contenta de que te vayas a casar ¿qué va a pasar conmigo?

—Voy a tener que decirle el secreto.

Henry me despertó con una bandeja, contenía un plato de panqueques con crema y dulce de leche, un jugo de naranja y en otro vaso una rosa azul.

—Mi princesa es hora de levantarse.

—¿Cómo es que sabes mi flor favorita?

—No sería un buen esposo si no supiera eso.

<<Es hermoso>> pensé, le di un beso en los labios como muestra de gratitud. Me estaba gustando más la idea de ser su esposa. Comenzamos a reír al unísono con los chistes de él, algunos eran malos pero eran tan malos que me hacían reír.

Vino a mi mente el tema de Diana y mi rostro estaba serio. Él también estaba algo preocupado por mi cara, cuestionó qué me pasaba, le comenté sobre un secreto guardado, dejé la bandeja encima de él para levantarme de la cama y abrir el ropero donde Diana se ocultaba.

Miró el ropero algo juguetón, dejó la bandeja sobre la cama, se levantó para tirarme contra el ropero y besarme salvajemente; tanto que me derretí una vez más por él aunque no se lo demostraba mucho. Su mirada expresaba deseo, volví a ponerme seria, le presenté a Diana, conté toda la verdad. Aclaré que eramos amigas de toda la vida, como hermanas, también le comenté que era de la Tierra y que la había convertido en hada. Él sonrío, depositó un beso en la comisura de los labios, no creí que se lo iba a tomar así, me tranquilizó.

Hablamos un poco con ella. Nos felicitó sobre la boda, la presentamos con las demás hadas, se llevaba bastante bien, alegró mi día que Henry la intregara. Fuimos hacia la habitación donde comimos lemon pie que nos había traído Rosa, aunque Henry me había dicho que lo había cocinado él y parecía decirlo enserio. Rosa lo confirmó, también había notado sobre él un aroma a limón, de solo pensar a Henry cocinando me daba mucha risa pero era un lindo gesto, me enamoraba más.

Luego cuestionó por qué estaba tan distante en la mesa y que si era por la boda. Según él no había problema en atrasarla unos días más, la verdad no era por la boda. Era por el padre, di muchas vueltas para tratar de hablar, me ponía muy nerviosa el padre. Henry me tranquilizó diciendo que todo iba a salir perfecto, me tomó de la cara para darme un beso hasta que...

—Hola, muy buenos días yo soy Paulo nena, el mejor diseñador de vestidos de novia —Paulo ordenó—. Chicas tómenle las medidas ¡rápido!

—¿Qué es todo esto? —preguntó Henry dirigiéndose hacia Paulo.

—¿Este es tu novio?, ¡es un bombón, nena que suerte que tenes!

Paulo comenzó a empujar a Henry hacia la puerta. Henry no parecía muy contento pero se fue sin decir ninguna palabra, muy enojado. Paulo no quería que viera el vestido de novia, era de muy mala suerte si el novio veía el vestido antes del casamiento.

—¿Qué es todo esto papá?

—Tranquilo hijo —lo calmó Des—. Paulo es el mejor diseñador de vestidos, él va a ayudar a Teressa.

Paulo era gay pero me caía muy bien a pesar de todo: sus ojos eran bien azules con un toque de verde y eran muy llamativos, era rubio, musculoso, fortachón. Llevaba una musculosa negra con un pantalón haciéndole juego, parecía una buena persona.

Escogí una tela azul con un bordado de flores, admitió que era una buena elección, luego se fue junta con sus hermosas ayudantes que llevaban vestidos rojos y una colita alta, eran morochas, de ojos marrones, eran iguales físicamente. Ni bien se fueron caminé hacia Henry donde le dije que ya estaba todo listo para el día siguiente <<No puedo creer que me case mañana>> pensé.

—¡Te amo! —dijo Henry abrazándome.

—Yo también —admití.

—¿Estás segura que te queres casar?

—Me siento presionada, tengo inseguridades pero a tu lado se que voy a poder ser buena reina.




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