La Guerra de Ángeles

19. Confusiones

Estábamos sin espacio, de alguna manera estaba pensando en Henry, sin querer me salió su nombre, audible para Zac, se puso furioso. Muy avergonzada me fui dando un portazo ¿por qué todo me tenía que salir mal? repetía continuamente lo mismo una y otra vez en mi cabeza ¿qué hice? agarrándome la cabeza. Me sentía aturdida, tantas confusiones, problemas, mi mayor problema era "Henry" ¿cómo poder olvidarlo? si él había podido yo también podía; sentía muchas cosas por Henry, en el fondo lo amaba y no podía evitarlo aunque quisiera ¿por qué las cosas eran tan difíciles siempre? siempre son difíciles y más cuando se tratan de sentimientos.

Había estado en la casa de Zac luego que le dije Henry, me fui corriendo de ahí no quería lastimarlo más de lo que ya lo estaba, no tuve las fuerzas para encararlo y decirle toda la verdad porque la verdad ni yo la sabía. Estaba tan confundida así que fui al parque para pensar un poco, estaba nublado pero eso ya no importaba; así era como me sentía por dentro sin fuerzas, ni esperanzas, oscura. Me apoye sobre un árbol y comencé a pensar en todos los problemas, en esos meses con Henry en todos esos "te amo" eran mentira y yo como una tonta se los creía.

Recibí un mensaje de Diana, no iba a llegar a casa ya que estaba lloviendo e iba a comenzar la lluvia fuerte. Daniel se iba a quedar en lo de su amigo. Corrí, ya estaba lloviendo muy fuerte, llegué a mi casa, me bañé, no tenía ganas de nada, solo de estar en la cama, logré dormir pero luego tuve el sueño con Henry. Traté de reconciliar el sueño, unas pisadas detrás de mí me sacaron de mi eje. Apareció una rosa frente a mí, ese perfume que tanto me encantaba y que nunca había podido sacármelo de la cabeza, y esa mano con la rosa. Cuando me di vuelta para comprobar la persona que estaba prácticamente respirándome en la nuca, pude ver esos ojos, eran mi perdición y esos labios carnosos, los deseaba tanto pero lo único que pude decir fue...

— ¡No puede ser! Creí que te habias olvidado de mi Hen —acariciando su bello rostro. ¿Qué haces acá? —pregunté sorprendida y confundida.

—Pensé que la sorpresa te iba a gustar —acercándose a mi.

Parecía algo confundido de lo normal, por lo general, él siempre actuaba seguro pero conmigo jamás sabía realmente.

—¿Qué te pasa? Ahora haces como si todo estuviera bien — elevé la voz.

—Papá me contó el plan, no quería hacerlo pero me decía que por la culpa de tu papá, mi mamá, nos había abandonado. No quería lastimarte, todos esos te amo son verdad —dijo Henry.

—¡Basta! no quiero escucharte, andate y no vuelvas más ¡sos un imbécil! conozco tus juegos no soy tan tonta para caer.

Caminé al comedor, enojada, lo empujé. Justo en el momento que él se había distraído provocando que cayera al piso. En unos parpadeos, él se levantó ya enojado; me agarró de las muñecas, con una solo mano, para que no pudiera hacerle nada. Llevándome contra la pared, chocándose con una mesa en donde había un jarrón, cayéndose justo al lado del mi pie.

—Me estás lastimando.

Chocó contra una biblioteca y con toda la bronca que tenía comenzó a tirar todos los libros al piso, haciendo desastre en el comedor.

—¡Me vas a escuchar te guste o no! —acercándose.

Retrocedí todo lo que pude, hasta quedar acorralada en la pared. Henry me miró con esos ojos que expresaban furia, agarrándome de los brazos; me sobresalté cuando recibí un beso fugaz pero aún tenía miedo, comenzaron a caer lágrimas. Hen me miró con preocupación ya que él había provocado todo el lío en el comedor, el pie que no paraba de sangrarme por el jarrón que había roto, las lágrimas que derramaba y lo blanca que estaba. En ese momento paró, ni él se reconocía; él se había convertido en lo que más odiaba, su propio padre.

Ellos nunca se habían llevado bien y menos cuando la historia había cambiado y el padre maltrataba a la madre de Henry. Un ruido de llaves se escuchó desde la puerta, él sin pensarlo desapareció. Me deslicé por la pared, abrazando mis piernas y llorando.

Diana se encontraba sorprendida, preocupada por el desastre que era todo, mi pie no paraba de sangrar y yo no paraba de llorar. Me sentó en una silla, ayudándome con el pie, dije solo que estaba bien, me retiré camino hacia la habitación para que Diana se quedara tranquila y no llamara a Daniel. Le comenté mi pelea con Zac cuando había ido a su casa, el desastre que había por toda la casa le expliqué que había sido yo para desquitar mi enojo. Fui hacia mi cuarto, miré para todos lados pensando en dónde podía poner la rosa, sin que la descubriera Diana, se me ocurrió dentro de la cajita de recuerdos.

—Hasta mañana, vas a ver que lo van arreglar todo.

Cuando llegué a oler su perfume y vi esa hermosa flor enfrente mío, nunca había tenido ese acto. En el casamiento, el día que subimos al cuarto y estaba todo con pétalos de rosa lo habían hecho las que trabajaban en el castillo. ¿Habrá cambiado? No, no puede ser una persona no cambia de un día para el otro pero en sus palabras podía notar tanta sinceridad, era muy tonta para confiar en él; seguro era uno de sus jueguitos, todo lo que me había dicho eran mentiras.

Comenzó a decirme que él al principio había jugado conmigo y después se había enamorado. Por un momento le creí pero mi subconsciente me decía que iba a jugar conmigo otra vez, seguro lo hizo con otras chicas y fueron lastimadas igual o peor que yo. Me daba tanto enojo, furia de puras mentiras y una parte de mi seguía pensando en él. Luego me contó el plan, me agarró de las muñecas, me miró a los ojos y me dijo ¿Tess? En mis adentros estaba sonriendo aunque no mostraba ninguna indiferencia, por dentro estaba muriendo porque una parte de mi lo quería matar pero otra parte de mí lo quería besar y quedarse con él toda la noche. Tenía el presentimiento que no era buena idea el de correr hacia sus brazos ¿Tess? Él me llamó así y la forma en que lo había dicho estaba para partirle la boca.




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