La Guerra de Ángeles

21. Mi Media Hermana

Me presenté con una sonrisa falsa hacia Pamela: una chica de pelo rubio con ojos celestes, su sonrisa parecía la de un payaso malévolo. Pamela sonrió; ordenándome que fuera a cambiarme ya que tenía muchas cosas para hacer, también me dijo que estaba a prueba. En ese mismo momento, caminé al baño, en el espejo podía verme como Tessa; el hechizo no era para espejos, debía evitar los espejos sino me iban a descubrir muy pronto. Con tan solo unos segundos que conocí a Pamela, en vez de querer tenerla como amiga, quería asfixiarla con una almohada. Terminé de cambiarme; me dirigí hacia el comedor, donde los escuché a Hen y Pamela gritando. Él estaba defendiéndome para que Pamela me tratara bien.

—¿Qué pasó tan rápido te olvidaste de mi hermanita, que ahora estás atrás de esta?

Aparecí justo en el momento menos preciso, cuando Henry le gritaba, dejándola en humillación. Ella; como la chica berrinche, lloriqueó un poco y la soltó. Al parecer Pamela existía antes de que yo hubiera pedido el deseo. La chica que había visto en el espejo, estaba segura que era ella, no podía ser casualidad. Ese día fue algo loco, lo peor de todo no terminaba más, después de hablar con Des; el papá de Henry, me encontré con Pamela. Ella era muy linda: tenía una piel pálida pero no más que la mía, ojos celestes, un pelo rubio y ondulado, muy delgada pero lo que no soportaba era que se creía superior. Pamela me mostró mi habitación, no me podía quejar era muy hermoso, lo raro es que nunca había prestado atención al cuarto, nunca había entrado, para mi mala suerte estaba pegado al de mi hermana y enfrentado con el de Hen.

Pamela me dio una lista muy larga, llegaba hasta el piso, iba a terminarlo como en tres días. Lavar los platos, poner flores sobre las mesas, barrer los pisos de cada habitación, ordenar cada habitación, tender las camas de cada habitación, abrir las cortinas, limpiar los pisos, lavar el baño, ordenar el altillo, ir a hacer las compras... y todavía seguía. No lo iba a terminar nunca. La única que estaba era Rosa, ella se encargaba de esto, todos los días.

Primero lavar los platos, me puse los guantes, comenzando a lavar los platos, por suerte no habían muchas cosas sucias. Mientras estaba limpiando, Rosa entró a la cocina, nos presentamos aunque yo ya la conocía. Rosa se ofreció a ayudarme, acepté con mucho entusiasmo.

—Pamela me dio el día libre pero me negué sabiendo que vos eras la nueva y no tenés la culpa de nada —dijo Rosa sinceramente.

—Mucha gracias pero no hace falta que me ayude, estoy segura que a usted, Rosa, le vendría muy bien un descanso.

—Si me vendría bien uno, pero no me sentiría bien si vos hicieras todo el trabajo duro —insistió ella muy atenta.

Rosa comenzó a tender las camas, no quería encontrarme con Pamela y que me agregara más cosas, así que yo debía limpiar el baño y hacer las compras. Antes terminé de lavar los platos. Él me abrazó por atrás, susurrando cosas al oído, me ofreció ayuda, algo que de Henry no me esperaba, ni bien se enteró que Pamela le había dado el día libre a Rosa dijo que iba a hablar muy seriamente con Pamela, insistí en que no lo hiciera porque sino iba a agregarme otras tareas. Hen limpió el piso del comedor mientras yo hacía las compras.

Ni bien llegué Pamela se había ido con unas amigas, así que por un tiempo no iba a estar. Rosa había terminado con los cuartos y quería limpiar el baño pero le dijimos que no, no tenía que hacer mucha fuerza.

—Yo no sé cómo Rosa todavía sobrevive, cumpliendo todas las tareas que le dice que haga Pamela —Hen estaba harto de hacer tareas.

—¡Mira yo como estoy!

—¡Estas empapado! —comencé a reir— ¿Qué pasó, se te calló un balde de agua en la cabeza?

—Estaba limpiando y el balde lo había apoyado sobre la ventana; cuando me quise levantar del piso para mojar el trapo, se me cayó el balde en la cabeza.

Comenzamos a reir como locos; mientras comíamos una torta de limón, hecha por Henry, era muy buen cocinero. Ni bien terminamos, él fue a limpiar el baño y yo la piscina.

—A Rosa le podemos decir que se vaya y darle una semana de descanso, seguro va a estar muy contenta.

—Estoy de acuerdo.

Después de unos minutos que me encontraba limpiando la piscina, Rosa se me acercó para agradecerme por todo, yo también le agradecí. Ella susurró que estaba segura de quién era yo realmente, no entendía mucho lo que me decía hasta que me llamó Tessa. Dijo que me iba a guardar el secreto, se había dado cuenta porque Henry era muy amable conmigo, tanto como lo era con Tessa, y esa conexión que supuestamente había entre nosotros, Rosa la vio.

Habíamos terminado todo pero nos faltaba algo; el ático, lleno de tierra, polvo, muebles sin usar, con un mínimo espacio para caminar, llenos de cuadros, una habitación más grande que el salón principal. Ni bien abrí la puerta se podía oler humedad, di un paso, caí sobre una caja. Hen me ayudó a levantarme, sacamos todas las mantas que se encontraban tapando los muebles, espejos. Los acomodamos y limpiamos, encontrando una caja.

—No sé cómo llego a parar esto acá, me lo dio mi mamá a los 16 años y por nada del mundo me lo sacaba pero un día Pamela comenzó a quererlo y lo escondí. Trae suerte, este collar cumple tus deseos de amor, era de oro y llevaba como un avión de papel hecho de oro.

Se fue acercando más a mi, tomándome de la cintura. Dio un pequeño y delicado beso en el cuello, hasta que me tomó de sorpresa, besándome en los labios; con esos labios carnosos rosas, hasta quedarnos sin aire. Decía cosas lindas y dulces en el oído. En un abrir y cerrar de ojos el collar lo tenía puesto alrededor de mi cuello.

—¡Vanessa! ¿Dónde rayos te metiste?

—Quiero decirte que cumpliste muy bien con tus obligaciones, pero te faltó algo, te olvidaste del ático y mi cuarto —sonriendo malévolamente.

—Pero su cuarto lo ordenó Rosa y el ático ya está ordenado.

Pamela me agarró del brazo, llevándome hasta el ático. Ni bien abrió la puerta se sorprendió mucho, estaba roja de la furia cuando vio que tenía el collar puesto, yo no dije nada, metiéndolo dentro de la ropa para que no se viera.




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