La guerra de las máquinas

Las flores y los circuitos

Si solo se pudiera? Así empezaba todo. Siempre con la mirada perdida en la ventana, ahora miraba un microscopio, el mundo seguía afuera del cristal viviendo y con un verde exuberante y algunas chispas de flores a lo lejos entre  el amarillo y rojo de una primavera en plenitud. El tenía el cabello desordenado, con giros de castaño y canas que se movían cuando el aire lo tocaba, siempre conservaría sus ideas obstinadas hasta después de ser una máquina, pero ahora siendo carne, y sintiendo la mesa fría, una sensación de levedad le acairiciba el pecho desde dentro. 

Estaba armando circuitos y una memoria. En el anterior esperimento días atrás, había hecho que una máquina recordará los últimos pasos que dio un ratón para encontrar su comida en un laberinto, cuando lo vio rodar y llegar y voltear las primeras esquinas de la prueba sintió que la euforia le iba a reventar el corazón, vamos, vamos, sigue, sin embargo el aparto a mitad del camino se había calcinado y un chillido había salido de él como si sintiera el fuego que consumía su boca de engranaje metálicos y ojos de lentes electrónicos. Esto no causó espanto en él, solo que había perdido una inversión de meses de trabajo y trasnochos, para finalizar con un ratoncito chamuscado en un laberinto de madera, que de no haber usado el extintor también  se habría incinerado. Este incidente fue motivo de un sentimiento de frustración espeso y amargo que permaneció con el hasta ese día. 

Bajo el microscopio supo lo que era, en ese momento, ordenó todo, agregó un cobertura islante y pensó que ya había finalizado su trabajo. No se dio por satisfecho sin antes agregar un panel solar a el nuevo aparato que podría funcionar siempre que hubiese sol. El nuevo ratón  esperaba, ¿cuantos ratones habían fallecido? este ratoncito esperaba en una pecera girando su rueda de ejercicio, sin sospechar lo que ocurriría, lo durmió, lo preparó, abrió su craniecito, y puso la fibra en la mitad del lóbulo frontal, el ratoncito estaba amaestrado para encontrar comida en el laberinto, ahora debía inyectarle un fármaco que duplicaría los impulsos del cerebro para hacerlos pasar por la fibra. En menos de nada y aplicando el impulso electrónico, las neuronas con suerte pasarían a la mamoria electrónica, como extrallendo información, sin embargo el animal moriría por el impulso y la fuerza de las pulsaciones, ese era el sacrificio, ahora el nuevo cerebro experimental sería capaz de albergar su esencia. Treinta minutos después luego de encender el ávatar que contenía el alma del animal, y sus recuerdos, el aparato seguía haciendo lo que hacía en vida el ratón.  Héctor seguía cada movimiento del animal, mordiendo cosas, y mirando todo con sus ojos rojos, debía retirar el agua, porque los anteriores ratones morian por hacer cortos circuitos al tomar del líquido sin percatarse de que ya no tenían cuerpo biológico sino electrónico. Apagó el ratón biónico y enterró el cadáver del animal en el patio del instituto, Esa vez salió del laboratorio cerró la puerta y se olvidó de todo hasta el día siguiente.  

Estaba extenuado del trabajo de tantos días, su equipo de investugacion quizá estaría también emocionado al ver los resultados, Anne la estudiante de intercambio alemana, había ayudado a construir el robot, lois, el estudiante de robótica y de acento sureño, le había ayudado con el cerebro y el programa para monitoreo desde la computadora, esa noche no estuvieron en el laboratorio porque lois tenía al igual que todos, seis días sin dormir y se había retirado en la noche con la protesta de que se había dormido sobre el teclado de la computadora, y Anne porque ya no pensaba sino en diseñar sustitutos mecánicos para suplantar partes y no soportaba más pensar en la mejor manera de hacer unas patas similares a las del roedor, que terminaron siendo rueditas por simplificación. Sabían que todo saldría mejor que después del último incidente, Héctor subió al taxi, llevaba un gabán color caqui, el señor le preguntó a donde iría a esa hora, el le dijo que a su casa, por la 57, con avenida maddison. Finalizó la noche con el mensaje, Mickey les manda saludos, y un video del robot girando en la rueda del ratón con una girasol en su boca. 

La noche pasa frente a los cristales del carro y brilla el concreto plateado mojado, con los focos de los teatros y las ventas de comida rápida. El conductor preguntó a Héctor sobre sus intereses, y él le dijo que no tenía ninguno en particular, quizá para no alargar la conversación. En el lado de Héctor se encendió un monitor pequeño con un programa de noticias, en los que había un encabezado "la tecnología gobernará el futuro". En medio del cansancio Héctor puso su cabeza sobre el cogin y recordó las flores en el jardín del instituto de ciencias, los circuitos y partes del cerebro biónico, y en su sueño ambas cosas se hicieron una sola, como si se hubiesen disuelto. En un instante estaba frente a margaritas robóticas y girasoles con páneles solares que comían luz para vivir, ya llegamos, dijo el conductor con una voz grave

Girasoles... Alcanzó a gesticular Héctor sobresaltado, mientras lo arrancaban del sueño. 




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