La Guerra Gloriosa [segundo Asalto]

Capítulo 5: Sé Que Están Allí

— ¡Allí está! — exclamó Eón en voz baja tras habernos trepado la muralla gigantesca del palacio inmenso palacio. Tratábamos de mantener el equilibrio de nuestras manos para no caer y ser descubiertos... ¿Acosando a la reina del Inframundo? Bueno, esas fueron las palabras de Eón. 

 

Minutos antes

— ¿Estás diciendo que... Moriré? — pregunté espantada. 

— Sí. Morirás. Si algo, por muy minúsculo que sea nos relaciona con Hades, el de tu vida anterior o con Perséfone, podría suceder algo como... Que Hades quiera matarte, que Perséfone quiera matarte ¡Al diablo! Los viajes en el tiempo son muy complejos. Incluso podrían hacerte una mosca — exclamó tenso. 

— ¿Una mosca? — pregunté incrédula. 

— No sé... Oye. Hay que dejar de llamar la atención. Y también hay que pensar en algo para volver a nuestros lugares en la actualidad no sin antes lograr ver a tu amiga de rubio cenizo. 

— Vale... ¿Y Mantis, Mineral y Acoso están alrededor de todo el palacio o los tres están juntos? 

Eón se echó a reír a carcajadas. 

— ¡Se llaman Radamantis, Minos y Éaco! — rió fuertemente, haciéndome sentir como una payasa. Tras casi tres minutos, finalmente terminó de reír, secándose una lágrima — bueno, bueno. Radamantis se encuentra en la entrada sur del palacio, Minos en la entrada del este y Éaco en la del oeste. La única que está "desprotegida" es la entrada del norte, pero allí se encuentra Cerbero, tu adorable perrito — dijo con sarcasmo. 

— ¿Entonces no hay guardias o algo así? 

— No los hay. Hades siempre ha sido, cómo te digo... Un antisocial. Radamantis, Minos y Éaco son de su entera confianza, pero el resto de dioses y él nunca se han llevado muy bien. Los únicos que más o menos se llevan bien con él son Poseidón, Hestia y Tánatos, su asistente o bueno, su secretaria. 

— Suena como un jodido amargado. 

— ¿Te das cuenta de que básicamente eres tú, pero en hombre? 

— Bueno, sí, pero... 

— Como sea, vamos — salió corriendo y llegamos a una gigantesca puerta de madera y metal. 

De pronto se abrió, dejando ver a un perro gigantesco, como de 5 metros, quizás más, gruñir fuertemente. 

— Ese es nuestro perro — me dijo y me empujó en frente de el can de gran tamaño. 

— ¡Me las pagarás, hijo de perra! — exclamé y caí frente a Cerbero — h-hola — reí y el perro corrió hacia mí. 

Me quedé estática, esperando lo peor. Cerré los ojos y me incliné hacia atrás, pero el perro se detuvo y comenzó a lamer mi cara. 

... ¿Qué mierda? 

— ¡Ajá! ¡Aún conservas tu fuerza espiritual, en este caso, la esencia del dios Hades! — exclamó Eón saliendo de un pilar. 

— Eón. Corre — dije siniestramente mirándolo mal. 

— Lo siento. Prosigamos — dijo simplemente y entró como si de su casa se tratara. 

— Hijo de... 

Con el adorable, sí, adorable Cerbero siguiéndonos, caminamos hacia el segundo muro, el cual se supone, debería estar protegido por Cerbero y lo trepamos. 

— A ver... No la veo... ¡Allí está! 

— Eh... ¡Es ella! — susurré. 

¡Ah! ¡Nos ha pillado! 

Nos escondimos detrás de los pilares. 

— Sé que están allí, traviesos — ¡Y esa es su voz! — salgan antes de que llame a Cerbero para que los haga picadillo — dijo con una vocecita malévola. 

— Este... Solo... — hablé sin salir. 

Eón, quien había estado tratando de hacernos volver me jaló de la manga de la sudadera, indicándome que finalmente había recuperado sus poderes. 

— ¡Nos vemos, Su Majestad! — dije simpática y tras abrir mis ojos, nos encontrábamos en la fábrica de antes, en la parte de adentro, con Kairos, Helios y mi nueva amiga Feiliao. 

— Oye, Feiliao ¿Estás bie...? 

— ¡Hijo de perra! — exclamó ella y me dio un golpe en la mejilla. 

Por reflejo, le he devuelto los golpes y terminamos ambas en el suelo, con ella mordiendo mi brazo y conmigo apretándole el cuello con el brazo izquierdo. 

— ¿¡Qué es lo que...!? — Eón estaba sorprendido pero Kairos y Helios lo calmaron. 

— Recuperó todos sus recuerdos. Todos — dijo Kairos con una tranquilidad escalofriante. 

— Ah, ya — ¿¡Cómo que sólo ah, ya!? 

— ¡Deténganse! — gritó Helios, haciendo que la pelinegra y yo nos detuviéramos en seco — Kira no tiene la culpa de las acciones pasadas ¿¡Entendido!? Y tú, Kira ¡Deja de ser tan problemática! — ¿¡De qué hablas!? ¡Si yo no he hecho nada! 

—... Bien — dijo Feiliao a regañadientes y se levantó. 

— ¿¡Se puede saber qué mierda le he hecho o qué mierda le han dicho!? — exclamé tras levantarme de donde estaba. 

— Recuperó sus recuerdos — respondió Kairos. 

— ¡Pero eso no tiene nada que ver con el hecho de que me odie a mí! 

— Secuestraste a su hija, la niña de sus ojos y le tendiste una trampa para que estuviera 6 meses del año contigo — dijo Eón riendo. 

— ¡Yo no fui, joder! — grité cabreada. 

— Como sea. Vayan a dormir — dijo Helios seriamente. 

— ¿¡Vamos a dormir en una fábrica de armas!? ¡Genial! — exclamé olvidando por completo el hecho de que estaba cabreada. 

— Sí, ya que por alguna razón, Kairos me ha dicho que no podemos salir de la fábrica las próximas 7 horas, así que debemos hacerle caso y descansar. Ha sido un largo día — suspiró. 

¿Las próximas 7 horas? 

— ¿Qué hora es? — pregunté al ver que aún había sol. 

— Son las 5 con 37 minutos. Vengan todos. Voy a tratarles las heridas — dijo Helios. No es muy bromista, eh. 

No tuve más remedio que hacerles caso. Sé que pareceré una loca por confiar simplemente, pero... Tampoco es que pueda evitarlo. Hay algo en ellos que me resulta familiar, al punto de que me pueden llegar a caer bien. Repito, pueden. 

— ¿Entonces qué? ¿Tienes un bunker secreto en tu fábrica, Wolfgang? 

— Cierra la boca, Hades o Kira o como sea — dijo él con seriedad. 




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