La rabia opaca la profunda tristeza que te causa la marcha de tu madre hacia la guerra. En vez de ir a un campo de batalla podría quedarse a desarrollar meticulosamente futuros planes para concluir lo que inicio hace mucho tiempo. Pero... algunas cosas pasan porque ya esta marcado en el destino.
"Cada persona nace para un propósito", dice tu madre siempre.
Abatida, deprimida y enfurecida; lloras en tu cama cubriéndote la cara con tu almohada, humedeciéndose por tus lágrimas de impotencia. Estabas encerrada en tu habitación.
Toc-Toc
Llaman a la puerta, pero no respondes.
Toc-Toc
Te sientas en tu cama y te limpias las lágrimas.
Toc-Toc
Sigue insistiendo.
Toc-Toc
— ¡Ya vete! —respiras agitada.
—Cariño, de verdad lo siento, pero debo ir —te habla tu madre a través de la puerta.
— ¡Entonces ve! —aprietas tus puños con fuerza.
—Por favor déjame entrar y despedirme, déjame abrazarte que quizá sea esta la última vez que pueda estar a tu lado —su voz empieza a resquebrajarse.
— ¡No! —no quieres despedirte porque eso significaría aceptar lo peor—. ¡Tú volverás, lo sé!
—Jean, abre por favor —la escuchas como si susurrara.
Te pones de pie y te acercas a la puerta, con cuidado pones tu mano en el pomo de la cerradura, pero... no lo abres.
—Je...an —oyes decir a tu madre al otro lado—. Te amo, recuerda que siempre estaré a tu lado y que si pasas por momentos oscuros es porque el destino te dará alegrías más adelante —rompe en llanto—. Tu eres la alegría que me dio el destino y no sabes cuánto me enorgullezco de ti —se detiene unos segundos, luego escuchas como las botas de acero golpean el suelo—. Adiós princesa.