La guerra nunca acaba

Parte 3: El "regalo"

Sus últimas palabras te dejaron helada y arruinaron el bello momento que estaban teniendo. De inmediato la apartas de ti y la miras extrañada. Ella reacciona apaciblemente.

—Mira princesa, sabes que soy general de los caballeros de Krytia—mamá entrecruza sus dedos.

—Sí, lo sé —dices incrédula.

— ¿Y cómo crees que llegue a tal posición? —sonríe ella con discreción.

—Pues con esfuerzo, supongo —le sigues el juego.

—Sí, es cierto, pero también tiene que ver con nuestro linaje y orgullo —contesta mientras mira a una pared.

— ¿Cómo así? —te gana la curiosidad nuevamente.

—Veras, los Fowler siempre hemos sido los generales, porque siempre derrotamos a nuestros adversarios con nuestro don "Divino", si es que podemos llamarlo así. —sigue mirando fijamente la pared al frente suyo—. Además, el fundador de "Los caballeros de Krytia" era un Fowler e instauro "El torneo de los 4 enclaves" como medida justa para tomar el cargo de general —ríe brevemente— Pero aquel torneo era una "farsa" porque eso era fácil de ganar para cualquier Fowler bien entrenado.

"El don", "El regalo"; así era llamado aquel poder sagrado que poseía cada miembro de la familia. Un poder que algunos consideran divino, pero para ustedes es más una carga que una bendición. Muchos creen que Krytia, diosa de la sabiduría, fue quien otorgo este don a los Fowler por la fe que le tenían a ella. También dejo que el don se pasara de generación en generación.

El poder consistía en generar energía pura, que se asemejaba a los rayos del sol, producida a través del cuerpo y alma. Pero a la hora de usarlo requiere un gran esfuerzo mental y físico. Eso lo sabes por experiencia propia.

Tu madre te entrenaba cada vez que tenía tiempo libre, ya que estaba muy ocupada administrando el ejército, te enseñaba métodos para disminuir las consecuencias de usar tu poder. Te daba ejemplos de cómo canalizar y controlar la cantidad de energía que podías expulsar por tu cuerpo.

—Pero... ¿Qué pasaría si, alguien que no sea de la familia, ganara el torneo? —alimentas más tu curiosidad.

—Pues... —mamá se queda pensando unos segundos—. Creo que tomaría el cargo de general y acabaría con nuestra dinastía —dice confiada—. Pero eso no sucederá, ya que cada generación de nuestra familia es más fuerte que la anterior —voltea a mirarte y con orgullo te dice—. Y tú princesa, serás más fuerte que yo.

Sus palabras son un arma de doble filo, te hace sentir alegra de ser su hija como también te mata el remordimiento por haberla decepcionado. Tu problema era que no sabías controlar adecuadamente tu poder, no podías generar un mísero rayo de luz que incinere una tabla de madera.

La, última y primera, vez que lograste liberar tu poder, hiciste un caos: Casi quemas por completo la casa en donde vivan. Y tu madre, con ayuda de varios caballeros, extinguió el incendio rápidamente sin dejar ningún daño a la estructura. A causa de ello, tu madre dejo de entrenarte por un par de meses y cuando volvió a hacerlo, lo hizo en un lugar despejado donde nada ni nadie pudiera salir dañado, pero podías ver en sus ojos cierta preocupación en ti, y eso te mortificaba.

Cuando reanudaste tus prácticas, intentabas liberar tu poder, pero ya no podías hacerlo. Sabias la razón de aquello, mas no querías darle crédito, no querías admitir que te asustaba que volviera a pasar el mismo incidente, te asusta ver de nuevo la decepción en los ojos de tu madre. Y para empeorar las cosas: Tú eras la primera en la familia en tener este problema. Nadie en toda la historia de tu familia tuvo un problema similar al tuyo, y tu madre sabia de ello, solo que no te lo decía porque no quería preocuparte, o eso es lo que creías.

Pero aparte de tu poder, también estabas recibiendo entrenamiento de espada por parte de tu madre, es tradición que los Fowler sean entrenados por otros Fowler. A los 10 años ella te había entregado tu primera espada, blanca como la nieve y ligera como una daga. La sostenías con ambas manos por órdenes de tu madre a pesar de que con 1 mano bastaba para blandirla. Te enseño como empuñarla, como dar estocadas, tajos, golpes contundentes y maniobras poco honorables que solo usarías en caso de que tu vida esté en riesgo. Las semanas pasaban y las prácticas se hacían más arduos y exigentes. Aunque también el entrenamiento te mostró un lado de tu madre que nunca antes visto: Su indiferencia. Siempre que fallabas en algo, ella no emitía emoción alguna y solo alcanzaba a decir: "De nuevo". Ni si quiera te decía en lo que fallabas para que puedas corregirlo y hacerlo de la forma que ella quería. Solo se limitaba a verte con desprecio mientras te esforzabas en vano por intentar sorprenderla. Solo querías mostrarle que eres capaz de merecer el apellido Fowler. Pero no te da la oportunidad de hacerlo. Pensabas que ella te entrenaría con mayor paciencia y con la misma actitud con la que te crió. Cada vez que tocaba blandir tu espada frente a ella, te ponías nerviosa y no querías hacerlo.

 



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En el texto hay: romance ligero, duelos con espadas, desarrollo

Editado: 09.07.2020

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