La herencia de los leroy [en curso +18]

CAPÍTULO I

Claire Leroy nació entre el amorío de un conde corrupto y una comerciante débil incapaz de decir que no. Había pasado toda su vida luchando por reconocimiento, el mismo que le fue negado. Creyó ilusamente que su única oportunidad para ser vista y respetada por su familia era llevar a su hermano al trono. Aprendió a moverse entre las clases sociales y con el tiempo fue capaz de moverla a su antojo, todo para que la corona en la cabeza de su hermano fuera de un color rojo brillante, pero cuando lo logró se dio cuenta de algo que jamás pudo ver. El rojo de su corona estaba manchado por la sangre de aquellos que se interpusieron en su camino, y pronto, la de ella seria también parte de ese adorno.

Encerrada en una celda oscura, Claire esperaba su turno para enfrentar los pecados que su hermano ahora desconocía. Sus muñecas y tobillos estaban destrozados, colgando inútiles a sus costados, y su lengua que una vez se movió para ayudar a su hermano había sido arrancada desde la raíz con un hierro caliente. Los guardias no le daban ni un vistazo, para ellos era una traidora, una escoria que pronto seria pisada como una vil rata por el emperador.

El sonido de los zapatos resonando en el pasillo hizo eco en toda la celda. Claire levantó la cabeza con dificultad, a pesar de que sus ojos no sufrieron ningún daño le costaba enfocar con claridad. Pero a través de la oscuridad, pudo ver a su hermano, el hombre que más amaba se convertía en su verdugo. Sus pasos lentos y seguros, sus ojos olivo brillando en la oscuridad con una frialdad inhumana. La sonrisa en su rostro era la de un depredador que disfrutaba del sufrimiento antes de cazar a su esperada presa.

—ATENCIÓN SU MAJESTAD. EL EMPERADOR — Anuncio un guardia con una voz firme.

El emperador se detuvo delante de Claire, aunque su rostro era bello, casi inmaculado rasgos finos, pero no dejaba de tener una pisca de frialdad. Sus ojos desprendían ese característico desdén que hace mucho no se había visto en él, para Claire era como si el cálido hermano que había tenido no fuera más que una mascará que hoy por fin se había caído.

—Mira lo que haz llegado a ser — Dijo este con un tono tan áspero —. Toda tu existencia se resumió enteramente a ser una bastarda que se arrastraba por las migajas de afecto que nadie estaba dispuesto a darte.

Claire intento moverse, pero su cuerpo no le respondía. El dolor le impedía moverse que tan solo el temblar le provocaba que el dolor en forma de fuego se extendiera por todo su cuerpo. Intento hablar, pero fue incapaz de hacer algo más que emitir un sonido débil, ahogado, como un quejido.

—¿Intentabas decir algo? ¿Con qué? — Se burlo este haciendo que su risa se escuchara en todo el calabozo. Ordeno abrir la puerta para poder estar aún más cerca de su hermana, a tal punto que quedaron a centímetros —. Es una fortuna que tu lengua haya sido cortada.

La chica se encontraba atrapada, indefensa, desprotegida sin reconocer en realidad a su hermano, o más bien era que lo conocía muy bien pero no había querido ver esto.

—Permíteme ser honesto, Claire. Siempre te desprecie. Desde que éramos niños, tu sola presencia no era más que una mancha en el nombre de nuestra familia. El recuerdo constante de la humillación que mi madre tuvo que sufrir por que llegaste a nuestra vida — La voz de él se volvió más dura al mismo tiempo que jalaba la cadena que la sostenía del cuello como si fuera un perro —. ¿De verdad llegaste a creer que por hacer lo mínimo que te correspondía te ganarías algo?

Él espero un momento esperando alguna respuesta, pero se topo con unos ojos que lo desafiaban a pesar de tener todo su cuerpo dañado algo que le causo risa.

—Eres tan estúpida que raya lo ridículo — Declaro este acomodándose la corona —. Pero no todo en ti es malo, jamás pensé que esa noche que entraste a mi habitación y te pusiste de rodillas rogándome que te diera la oportunidad de convertirme en emperador con esa asquerosa voz fuera capaz de lograrlo.

Escuchar cómo es que sus acciones la habían llevado a esta decisión la hizo sentir miserable.

—Lo que hiciste, las personas que traicionaste, las personas que mataste para asegurarme que siguiera en la jugada, me hizo darme cuenta de algo muy importante — Este le volvió a tomar de las cadenas del cuello para que se quedaran a centímetros —. Que para llegar a donde debo, tengo que deshacerme de todas las amenazas. Y tú, mi querida Claire. Eres la mayor de ellas.

Está a pesar de la furia que sentía en su interior logro sonreír. El que la escoria que tenía delante que una vez llamó hermano, el que era el emperador le dijera que ella era una amenaza alimento su ego y su hermano lo supo inmediatamente. Con una lentitud deliberada, este saco una daga de su cintura para mostrársela a Claire, quien apenas se inmuto.

—Nunca fuiste mi hermana, Claire. Siempre fuiste tan patética, siempre suplicabas por un poco de reconocimiento esperando una palmada en la cabeza como un perro hambriento por las sobras.

El hecho de que a pesar de que la insultara esta mantuviera su mirada tan altiva hizo enojar mucho al emperador que sin avisar no dudo en encajar la daga en el abdomen de Claire, girándola lentamente mientras en sus ojos claros no se observaba nada más que un rastro de sorpresa y profunda agonía.

El dolor era indescriptible, una ola de sufrimiento que la arrastraban hacia la oscuridad. Pero lo peor no era la herida física; era el odio puro que sentía que no podía dejar de mirar en los ojos de su hermano, mientras con una mano la sostenía de la cadenas y con la otra lo enterraba aún más profundo.




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