La Herencia Maldita

7. RECORRIDO

Por mucho que trataba de averiguar las respuestas, pronto me di cuenta de que no llegaría a ningún lugar imaginándolas. Levantándome de la mesa, salí dispuesta hacer un recorrido por toda la propiedad, a esta hora se veía tan hermosa y majestuosa que todos mis temores se desvanecieron, el cantar de los pájaros desde los árboles que rodeaban la casa e incluso en los del patio interior, llenaron de cierto regocijo mi alma. Respiré el aire limpio del amanecer, llenando por completo mis pulmones, repetí la operación varias veces.

Cuando al fin me sentí satisfecha y que había llenado a mis pulmones del limpio oxígeno, me concentré en lo que me rodeaba. Pude percatarme que la casa era cuadricular, con portales que la rodeaban en la parte exterior e interior, de color blanco sus paredes, con puertas y ventanas de color negro, le daban cierto aire contrastante algo peculiar, pero como ya les había dicho, soy una amante del arte, no quise juzgar a la ligera. Observaría todo detalladamente antes de sacar mis conclusiones.

Definitivamente, era un gran cambio entre el interior y el exterior de la casa, afuera fría, impersonal. En cambio, en el interior todas las puertas eran de un tono amarillo suave tirando a veis, resaltando la claridad. Lo cual aprecié mucho, ya que el jardín era bastante copioso, aunque muy bien cuidado he de decir. Sobre todo, me había llamado la atención, que tenía una especie de regadío artificial que no llegué a identificar completamente, era como si un eterno rocío cayera permanentemente. Las plantas de un color verde oscuro florecían en todo su esplendor.

Estaba en la puerta del comedor que daba al portal exterior, no me decidía si debía ir a ver el exterior o el interior. Fue entonces que recordé a la figura que divisé la noche anterior en el jardín y me decidí a investigar la casa para ver si conocía a los otros inquilinos de la misma. Atravesé el comedor hasta la puerta por la que había entrado y quedé de frente al hermoso jardín.

Quise dar un paseo por él y me adentré por uno de los pasillos que me llevaron al centro del mismo, donde se encontraba una escultura tan bien hecha, que su realismo me impresionó hasta el punto de extender mi mano para cerciorarme que era de mármol. Dicha figura representaba un bello joven, muy apuesto, con una expresión de total sufrimiento al que le arrebataban su amada. Ambas figuras, él de pie con sus brazos extendidos hacia ella, mientras que todo su cuerpo expresaba una súplica hacia aquellos que le quitaban su amor. Ella, por el contrario, tendida a sus pies, tenía un semblante de profundo amor y pena por su amado, no por ella. El artista había logrado captar tan bien las expresiones de los dos así como reflejar los sentimientos que quedé realmente impresionada.

Me alejé dos pasos para poder apreciarla mejor, era algo sublime. El escultor debió de ser alguien muy sensible y experto con un gran talento artístico. Podía sentir e interpretar con tanta claridad sus sentimientos, que un hondo dolor sobrecogió mi pecho, asomando lágrimas a mis ojos, ante la emoción que me embargó. Era tan desgarradora la manera en que estaba expresado el dolor, la agonía y el sufrimiento en el joven, que quería abrazarlo para infundirle valor, consolarlo. Quería que dejara de llorar de la manera que lo hacía y sin apenas percatarme de lo que hacía avancé y en un ademán de protegerlo contra tal injusticia, lo abracé.

En esos momentos yo obraba sin percatarme de mis acciones, solamente reaccioné cuando el agua fría que derramaba en forma de lágrimas de sus ojos, vinieron a caer sobre mi cabello.

¿Qué rayos haces, Ángel? ¿Te volviste loca? ¿Cómo vas a consolar a una estatua? Algo no está bien contigo.

Me recriminé y me separé desconcertada, mirando toda mi ropa mojada, sin todavía darme real cuenta de lo que había pasado. Sin embargo, a pesar de estar completamente empapada, no podía irme. La atracción que ejercía la estatua en mí no podía explicarla. Permanecí allí, observando su tragedia, sin saber qué hacer, hasta que por casualidad mi mirada chocó con el rostro de la bella dama. Salté asustada hacia atrás, ¡juraría que ella había cambiado de expresión y que su mirada ahora estaba en mí!

Reí al sentirme tonta ante todo esto que experimentaba al contemplar una estatua de una fuente en medio de un jardín. Más repuesta me dispuse ahora a estudiar a la joven. Fijé mis ojos en ella, era realmente hermosa, tenía un largo cabello ondulado desparramado a su lado en el piso, vestía un sencillo vestido que se pegaba a su cuerpo, mostrando lo voluptuoso de sus redondos y juveniles senos, su estrecha cintura y sus anchas caderas, seguida de una largas y bien torneadas piernas.

Si fuera real, me dije, sería una de las mujeres más bellas que existiría. Y otra vez me pareció, que me sonreía en agradecimiento a mi gesto para con su amado. Sacudí mi cabeza, cerré mis ojos varias veces y los volví a abrir para observarlos. Definitivamente, algo no estaba bien conmigo, pues no solo estaba viendo la sonrisa de ella, sino que los ojos de él que no paraban de derramar agua en forma de gotas que imitaban las lágrimas, los vi brillar por un instante y hasta su boca creí notar que se abría en una sonrisa.

Ángel, no estás nada bien, me dije, mientras me sobrecogía de temor y retrocedí unos pasos, para volver a mirarla, dándome cuenta de que solo fue una idea loca mía. ¿Qué rayos te pasa Ángel? Hace mucho tiempo que dejaste de ver cosas, ¿por qué ahora todo te parece extraño y que te observan? Tenía que ser algo de esta casa, me dije. De seguro es porque estoy sola en ésta inmensa propiedad llena de lugares enigmáticos. Sí, debe ser eso.




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