La Herencia Maldita

9. EXTRAÑOS SUCESOS

Me preguntaba en lo que me despojaba de mi ropa y me dejé caer en la bañera; el agua estaba justo a la temperatura que necesitaba, cerrando mis ojos dejé que mi imaginación me llevara a un mundo de tranquilidad.

Debo haberme quedado dormida un buen rato, pero no me importó; al salir me sentía con nuevas fuerzas para seguir mi recorrido. Pero esta vez comenzaría por esta planta, me dije; así que puse manos a la obra, me dispuse entrar en la puerta justo a la derecha de mi habitación. Pero al intentarlo, me di cuenta de que estaba cerrada con llave, probé la continua y obtuve lo mismo. Entonces me dediqué a contarlas, en total incluyendo la mía eran exactamente veinticuatro.

Y otra vez ese número, me llamaba la atención que todo tuviera esa cifra. Esta casa debió ser en verdad de una numerosa familia. ¿Dónde estarían todos sus descendientes? ¿Por qué mi abuela solo me buscó a mí? Más adelante intentaría contactar con ellos, no era justo que yo heredara sola toda aquella inmensa fortuna, además la idea de conocer a miembros de mi misma sangre, me ilusionaba.

Ante la frustración de entrar en todas ellas, solo me quedó la alternativa de ponerme a observar la amplia baranda. La misma era muy hermosa. Su piso de madera formaba interesantes adornos naturales, habían tomado el suficiente cuidado de combinar cada una de las líneas en las tablas, para formar interesantes paisajes que daban la impresión de encontrarte en los lugares donde se puede delinear con mucha exactitud el cromatismo de la tierra, como en las grandes grietas de la tierra o pendientes.

Entre la puerta de mi habitación y la de mi abuela, existía un amplio espacio, en el mismo se encontraba un enorme cuadro empotrado en la pared. Me ubiqué frente a él, encantada con lo que podía ver. Era una pintura de un arte muy exquisito, el autor se había tomado especial cuidado en realizar cada detalle con esmerado virtuosismo, podía observarse hasta el movimiento de una hoja al caer. Créanme que no exagero, era tal el realismo del paisaje que se extendía ante mí, que me dieron deseos de adentrarme en él.

Tenía como fondo, unas altas montañas con sus cumbres perdidas en unas hermosas nubes blancas batidas por una suave brisa, que dejaban ver el hermoso cielo azul brillar al reflejo de un sol naciente. Múltiples árboles de diferentes especies crecían en la falda del lomerío. Por el lado de una de ellas, existía una cristalina cascada, formando un riachuelo que se extendía por todo el valle ubicado más abajo. Cientos de diminutos colibríes se veían revoloteando por encima del montón de flores crecidas por doquier. Un pájaro carpintero se esmeraba en hacer su casa en una gigante palma real; las mariposas se encontraban repartidas por tamaños y lugares; el reflejo de la luz en sus alas era representado de una manera increíble. No pude llegar a contar la infinidad de tonos del color verde recreados, desde uno muy oscuro hasta el más claro inimaginable.

Nunca tuve la oportunidad de detenerme a contemplar la majestuosidad de la creación de Dios. Y en estos momentos lo sentía tan presente, que me llené de una indescriptible emoción de alegría, de amor y yo no sé de cuantas otras sensaciones desconocidas para mí. El despertar de todo ello me tenía sorprendida.

La vida apacible que hasta ese momento había llevado, no había provocado grandes cambios ni conocimientos en mi alma sobre sentimientos. En los libros que he leído, no podía apreciar esta belleza. No es lo mismo imaginarse que verlo, sobre todo si no los has visto nunca. Todos mis sentidos despertaban como de un enorme letargo. Me sentía viva, renovada, con grandes impulsos de correr, cantar, gritar, reír y bailar.

Sin embargo, me encontraba aquí de pie, frente al paisaje, sin que ningún músculo de mi cuerpo se moviera. Estaba paralizada, con miedo de realizar la más mínima acción y que se rompiera la magia del momento. Respiré lentamente dejando escapar un suspiro que sonó a mis oídos como un desgarro de alguna parte de mi alma, allá, en lo más profundo de mi ser. Me sentí sin fuerzas para sostenerme. Di dos pasos y me dejé caer sobre una butaca que comenzó a balancearse en forma acompasada como si estuviera en brazos de mi madre que me acunara.

En esta posición permanecí por un largo período, en el que pude apreciar el conjunto que formaban los muebles. Estaban elaborados de mimbre, con unos almohadones hechos con retazos de telas, muy bien armonizados entre sí, existían dos de ellos con una mesita de centro que era sostenida por la escultura de dos hermosos gatos siameses con ojos verdes. Encima de la misma, un conjunto de figuritas de cristal recreaba una escena de tomar el té.

No sentía el deseo de pararme de allí, dejando pasar las horas al murmullo de la fuente en su interminable llorar y el canto de algún ruiseñor en la lejanía. La fragancia de las flores me llenó de una interna paz. Aletargada, dejé pasar el tiempo, solo el toque del reloj con sus campanadas cada cuarto de hora, perturbaban la tranquilidad.

Eran pasadas las cuatro de la tarde, cuando al girar mi cabeza, pude ver con claridad la agraciada silueta de una joven, que se paseaba por el jardín cerca de la fuente, mi primera intención fue levantarme para ir a su encuentro, cuando fui interrumpida al ver llegar a un apuesto joven, de cabellera rubia, con rasgos muy varoniles, su barbilla era cuadrada, dándole un firme aspecto. Traía en sus manos un ramo de nomeolvides.

Ambos corrieron al encuentro, mirando repetidas veces a un lado y a otro, luego apareció Dolores en la entrada, haciendo señas a la muchacha de que tenía que irse. Esta se viró hacia él, estampando un suave beso en sus labios y salió corriendo, dejando flotar su hermosa cabellera ondulante de un negro azabache, al igual que sus grandes ojos cubiertos por unas largas y espesas pestañas, que hacían un bonito contraste con sus carnosos labios rojos y su afilada nariz.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.