La hermana equivocada

11. La apuesta

Decir que el terror me estaba haciendo pasar una experiencia poco religiosa en estos instantes era quedarse corta la verdad.

Y tal vez era una exageración decir que me sentía como una extraña en mí propia piel pero lamentablemente era cierto.Odiaba los retrocesos , odiaba dar marcha atrás en especial cuando daba por hecho que habían etapas de mí vida, páginas y libros que ya había quemado , es por eso que desarrollar sentimientos por mí esposo / cuñado era una enorme desventaja.

—¿Y a qué se debe tu visita?— inquirí — Hasta donde yo sé hay una decena de mesas y sillas vacías deseosas que puedas poner tu trasero en ellas.

—Ya quisieras tener ese lujo— río por lo bajo— No muchas tienen esa suerte.

—Paso de tu oferta. Lo cierto es que en la cama soy una persona bastante tradicionalista , no me va eso de cambiar roles en la cama.

—O sea que dejas que el hombre haga todo el trabajo— meneó su cabeza, manteniendo su ceño fruncido— Me decepcionas Wallace, pensé que eras de las que trabajaban en equipo. Tú me comprendes, 50/50.

Mis mejillas tomaron un rojizo color, lo intuía , no había necesidad de sacar mí espejo de mano para comprobarlo.

Cómo podía ser posible que estuviera debatiendo sobre mis prácticas sexuales con él y cómo esto podría aliviar la incomodidad que sentía.

—No le malinterpretes, a mí me gusta dar tanto como pueda, satisfacer a mí mujer, dejarla exhausta de ser posible con las piernas temblando y que no pueda caminar— soltó una carcajada— ¿Recuerdas ese meme de Bambi que se hizo viral hace unos meses atrás ? Tal cual— sujeto su estómago como si su comentario fuese lo más divertido del planeta.

—Ahorrame los detalles o te juro que encima vomitaré encima tuyo.

—Ni uno solo saldrá de estos labios— afirmó,recorriendo el inferior— De igual modo tengo la impresión de que nos divertíamos demasiado si pudiéramos abordar este tema. Me cuesta horrores que no seas de las que disfruta de un buen 69— hizo una pausa y me recorrió de arriba abajo. Por instinto junte mis piernas— No te imagino como esas que se queda quieta aunque…

—Aunque… ¿Que? Te reto a que termines esa frase.

— ¿Te conozco desde que éramos que? Unas crías. Las conozco— se corrigió y mí corazón se estrujó al ver como que expresión se desfiguraba al usar el plural para referirse a Verónica y a ni— Tu fuiste la cuerda, la que se controla, la que no le gusta dibujar fuera de las líneas. La “normal”— dibujó unas comillas en el aire que se sintieron como una puñalada.

—Pues la “normal”— repetí esas asquerosas palabras — Está aquí mientras que la “divertido” te dejo plantada en el altar — masculle, arrepintiéndome de inmediato—Lo siento, no debí de ser tan borde contigo.

—Pss, no pasa nada. Me lo merecía— esbozó media sonrisa— Al fin y al cabo qué tan triste y patético es que eso haya ocurrido— peino su cabello hacía atrás — Hay momentos en los que me es imposible no ponerme a pensar, recapitular nuestros últimos instantes juntos, cuestionarme cada movimiento, cada cosa que hice o la que no.De haberte elegido a ti seguramente esto no hubiese pasado.Nosotros no hubiésemos funcionado

Sentí la urgencia de hacerle saber que esto no era su culpa. Aclararle que Ronnie era así, imprevisible. Que ella era la espontánea y yo la obsesiva, y que eso es lo que le había enamorado de ella. Sin embargo, ese golpe final que tiró todas mis buenas intenciones a la basura.

—Ve al grano y dime que es lo que estás haciendo aquí.

—Veras, estamos en una ciudad utópica, repleta de lujos, y riquezas. Hay casinos por doquier y sinceramente no me apetece ir solo, y tener que lidiar con esas parejas repletas de sueños y esperanzas, así que me traje mí mazo personal— lo sacó del bolsillo de su camisa, colocándolo en medio de los dos— Una partida de póker, como en los viejos tiempos, tu versus yo. Si yo gano , tendrás que saltar de ese acantilado.

Podría haberme negado rotundamente a su proposición: primero porque odiaba las alturas, segundo porque traía un vestido blanco que no me dejaría bien parada al salir del agua y tercero porque no estaba de humor para soportar su arrogancia.

—De acuerdo. ¿Y si yo gano? Que obtengo.

—Oh, vamos Lia. Los dos sabemos que eso no pasará… ¿Empezamos? Muero por ver cómo esa tela se ciñe a tus magníficas curvas por las que cualquier hombre moriría.

Cualquiera menos el.




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