La hermandad de Delrich - Máleran 2 | libro 2.

Parte 5: Orfanato.

Tiempo:

8:10 am, 23 de marzo de 1432.

 

Lugar:

Orfanato Rexinda, afueras del pueblo Cygul, Sector Tres, Continente Ranmer:

 

—¡Elaisa ya es hora de poner la mesa para los más pequeños! —vociferó Dartara abriendo la puerta de su habitación encontrando todo pedazos de pergaminos en el suelo sus dos mudas de ropa bien colocadas al pie de su cama totalmente extendida, sus paredes grises por la madera estaban desgastadas, y una prensa de color verde sobre el vestido azul, parecia más celeste por el desgaste, esa prenda de ropa habia pertenecido a la misma Dartara una de las ayudantes del orfanato en el que se encontraba Elaisa.

El gran ventanal estaba abierto y Dartara lo cerró por el frío que ingresaba.

—Y con este viento se volarán todos los pergaminos de esta niña, ¿Dónde espíritus se habrá metido? —se preguntó Dartara, saliendo de la habitación, era una señora alta con el cabello atado, de color gris y vestido blanco. No aparentaba más de cincuenta.

Elaisa estaba en el tejado escuchando los bramidos de Dartara, se quedó unos instantes más viendo el amanecer, sus ojos se quedaban hipnotizados con la luz matutina. Todavía llevaba el camisón cuando decidió comenzar a bajar lentamente ya que se encontraba descalza y podía clavarse las astillas del tejado. Su cara delgada de ojos negros y cabello castaño, una pequeña panza que habia crecido gracias a los panes de su amigo del pueblo de Cygul.

Resbaló por un par de tejas de madera y continuó bajando, hasta pronto amanecer espero que dures mucho tiempo hoy día, pensó sin dejar de mirar el sol. El ventanal sobresalía de la fachada del orfanato que contaba con tres pisos, se agarró del marco y se logró parar en el empinado techo, cruzó quedando parada sobre el fino marco de la ventana y cayó por la curva del techo, agarrándose con sus dos manos del marco inferior del ventanal. Otra vez no, pensó. Toda raspada nuevamente. Se levantó con sus brazos y logró sentarse en el marco con los pies dentro de su habitación e ingresó en ella de un salto al suelo, se fijó en su camisón que llegaba hasta sus pies y lo había cortado cruzando desde su pecho hasta su gamba izquierda. No puede ser, pensó sacando rápidamente el camisón y poniéndose su vestido azul. No no, tendré que coserlo. ¿Por qué? Con lo que odio coser, por los espíritus maldición.

Afortunadamente no se habia cortado, gracias Narelam por no cortarme, pensó la chica. Le tendre que pedir a Tangrida que me lo cosa, eso es, pensó. Se colocó su prensa de color verde tomando un mechón de su cabello que le gustaba que cruzara por el frente y callera hasta su ojo derecho aquel mechón no solo tapaba su frente sino también su pequeño corte de dos centimetros que tenía a mitad de la frente.

Dartara ingresó nuevamente en la habitación de Elaisa.

—¿Dónde estabas señorita? ¿Otra vez en la terraza? Qué te he dicho —dijo seriamente Dartara.

—Querida Darti, solo quería ver el amanecer —dijo envolviendo rápidamente el camisón entre sus manos para que no se notara el corte que se extendía de un extremo al otro.

—Elaisa, te harás daño. Puedes hacerte un corte profundo y creo que no hace falta que te diga lo que pasa —dijo Dartara.

—No —expresó ésta totalmente seria, parpadeo y por un segundo vió todo negro parecia estar ciega, aquel recuerdo aún la atormentaba despues de años—. Lo siento. Sólo quería ver el amanecer, eso me hace muy feliz.

Dartara suspiró con una leve sonrisa. 

—Solamente ten cuidado, no queremos que suceda de vuelta.

—¿Suceder de vuelta? —repitió Elaisa con la mirada perdida—, no. No volverá a suceder —expresó retomando su sonrisa y corrió hacia el pasillo. 

Bajando las escaleras se encontró con su amiga Jazmin quién estaba con cara de sueño, era dos años menor que Elaisa, la chica de ojos negros preguntó:

—¿Otra vez te quedaste leyendo aquellas cosas?

—Sí —afirmó Jazmin desperezándose, de repente abrió la puerta del baño, Tangrida todavía llevaba su camisón, seguramente desayunaría así. Dos niñas pequeñas llegaron corriendo, eran hermanas con sus rizos rubios y ojos marrones.

—Greta, Bertta que bonitas se ven hoy día —dijo Tangrida—, se han pintado muy lindo —. Las niñas tenían sus ojos pintados con pinturas que habían robado de la habitación de la señorita Rexinda.

—Gracias Tangri —exclamó Bertta.

—Muchas gracias —contestó Greta.

Las cinco chicas llegaron hasta la planta baja una alfombra de piel de oso de color roja se extendia en la entrada y otra en la habitación de principal dónde se encontraba la escalera, siguieron hacia el comedor que se extendia en un gran pasillo con cuatro mesas rectangulares a un costado la cocina y la tercer “madre” que era Cauven de treinta años de edad cabello corto y con un abano, moviendoló de un lado de su boca a otra, y soltaba el humo mientras terminaba de cocinar el té de hojas puras (planta del sector tres) que le daba un sabor más dulce.

—Oye Tangri —musitó Elaisa, la chica se arrimó a su compañera.

—¿Qué quieres ahora Elaisa? —preguntó Tangrida.



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En el texto hay: poderes, poderes y fantasia, trauma infancia

Editado: 28.10.2022

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