La hermandad de Delrich - Máleran 2 | libro 2.

Parte 9: Cadenas.

Tiempo:

5:37 am, 9 de mayo de 1432.

 

Lugar:

Prisión de Grietas, Sector Cinco, Continente Ranmer.

 

Nota del autor: Por favor leer alejados de desayunos, almuerzos, meriendas o cenas. Capítulo con escenas grotescas.

 

Por fin podía ver algo de luz en aquella mugrosa celda, levantó su cabeza algunos centímetros y pudo ver que el sol entraba por el cuadrado que parecía una rendija. El sol le estaba pegando en sus abdominales y seguro que la luz seguiría bajando para encontrarse con su cara. En ese momento sus horas de sueño se habrían ido por la borda. ¿Qué más podía hacer? 

Su sangre ya estaba en la cabeza otra vez, y se estaba empezando a poner roja de nuevo, era la décimo quinta vez que le pasaba aquella noche, o madrugada. 

—Por favor, bajenme —pidió Nedra—. Mis piernas —logró musitar y luego se volvió a desmayar.

Sus piernas ya se habían acalambrado un centenar de veces en aquella noche, hasta inclusive comenzaba a pensar que había perdido la sensibilidad. Los dos guardias entraron abriendo las rejas, otros dos llegaron detrás con un par de escaleras de madera, todos estaban sonriendo. Los dos guardias que cargaban con la escaleras las colocaron contra la pared y los otros dos subieron, dos cadenas caían desde el techo y otras dos se tensaban desde la parte derecha e izquierda de la pared. En el centro se encontraba el cuerpo de Nedra suspendido de cabeza a tres metros de altura, las dos cadenas del techo sostenían sus pies con fuerte grilletes que ya habían lastimado los tobillos del muchacho. 

Los guardias que se encontraban en las escaleras sacaron una llave cada uno y abrieron los grilletes de los pies el cuerpo cayó a toda velocidad hacia el suelo dando una vuelta en el aire y así mismo quedando suspendido nuevamente de los brazos, aún faltaban un par de metros para llegar al suelo. El hombro izquierdo de Nedra sonó y en ese momento el chico recuperó la conciencia sintiendo un tirón indescriptible que pasaba por todo su hombro.

Nedra soltó un grito que hizo que todas las demás celdas de la parte superior sonarán golpeando barrotes, gritos desquiciados y risas macabras. 

—Lo siento niño, creo que algo se rompió —comentó riendo uno de los guardias que bajaba por la escalera, los otros tres se rieron por el comentario del primero. Los otros dos subieron a la mitad del tramo de las inmensas escaleras y abrieron el primer eslabón que estaba sujeto a la pared derecha e izquierda. Nedra cayó dos metros llegando a proteger su rostro con los brazos los cuales tocaron al apestoso y húmedo suelo producido por sus propias heces y orina. La sangre comenzó a brotar de su codo izquierdo totalmente a carne viva por el golpe, probablemente en menos de una hora se infectaría por la suciedad misma.

—Vamos sal de aquí —dijo uno de los guardias golpeándolo en la espalda con el mango de su lanza—, aquí hay un horrible olor por Narelam —dijo tapando su nariz con la mano. Nedra a duras penas podía levantar sus débiles brazos, sus pies ni siquiera se podían mover, aquella hora que lo hacían pasar de cabeza realmente le había afectado aquella semana. Afortunadamente, el castigo había sido leve. Nedra escuchaba que cuando te castigaban podían hacerte pasar hasta tres horas colgado dándote solamente treinta minutos para recuperarte, en su caso había sido de una hora colgado y otra hora de “Descanso” sentado. Aunque si tenía comida una vez al día los guardias la tiraban en el suelo quedando cubierta de suciedad, sin tener otro remedio Nedra tenía que comer callado la boca, cualquier queja sería contestada con un golpe de la lanza o peor aún otro día más en detención.

Los guardias agarraron las cadenas y tiraron de ellas, arrastrando al joven Nedra fuera de su celda, salió hacia un balcón que daba directo a un vacío. En frente de la celda de Nedra había otra celda enfrentada y al costado de ambas una escalera de caracol que continuaba su recorrido hacia abajo, la disposición de las celdas por piso en cuestión del sector de los castigos era de dos, contando con nueve pisos.  Cada piso más abajo significaba un peor y más sanguinario castigo. Nedra había estado en el piso dos.

El chico tenía puestos un par de guantes de cuero y encima de ellos envueltos con una lana de oveja parecía que tenía dos guantes de boxeo, no era para su protección sino para la protección de los guardias.

Subió a duras penas por la escalera caracol hasta la salida del sector de detenciones, parecía que por fin su piernas empezaban a funcionar nuevamente, los cuatro guardias y Nedra cruzaron un largo pasillo con algunos escalones y abrieron la puerta, para salir a un inmenso galpón que estaba cubierto por ciento cuarenta celdas en dos niveles diferentes. Al menos diez convictos fueron apresados en cada uno de las celdas, no era lo esencial, pero ninguno de los guardias se quejaba. 

Nedra fue arrastrado por todo el salón hasta llegar a los baños, donde lo volvieron a colgar, despojandolo de sus ropas y rociandolo con baldes de agua helada, su cabello rubio regresó a tener un poco más el tono dorado que siempre había tenido al estar tan sucio parecía que tenía pelo marrón. Lo descolgaron nuevamente poniendo los pantalones y cubriendo su torso  de pasó las trece cicatrices que recorrian toda su espalda también fueron cubiertas. En ningún momento se le quitaron los guantes de lana de ovejas.

—Ahora verás a un médico y luego irás con el comandante —expresó uno de los guardias, Nedra levantó su cabeza y soltó un escupitajo que impactó en el rostro del guardia— ¡Sí serás! —vociferó levantando su lanza para golpear en la cara a Nedra.



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En el texto hay: poderes, poderes y fantasia, trauma infancia

Editado: 28.10.2022

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