La Hermandad Interestelar

1. RECUENTO DE LOS HECHOS

1

RECUENTO DE LOS HECHOS

Un poco amable resumen de los 4 libros anteriores

 

Muchas cosas habían pasado desde mi llegada a la isla de Farland, entre las que más habían quedado grabadas en mi mente podía nombrar mi encuentro con Uranius, un comandante extraterrestre que había llegado a la tierra a buscar los Orbes Cósmicos, unas baterías espaciales que él mismo había lanzado a la tierra a fin de evitar que cayeran en manos de sus enemigos. Recuerdo cuando mi amigo Abraham Funnyman y yo encontramos su nave espacial, donde conocimos a Netman, un robot al servicio de este perverso extraterrestre, a quien en un principio habíamos confundido con un amigo, y ayudado a localizar los Orbes, llegando incluso a arrebatarlos de las manos de los Defensores de Farland con tal de ayudarle. Recuerdo el momento en que había tenido que valerme de la suerte y la astucia para escapar de estos personajes y también mi cruzada final para destruir las peligrosas reliquias del espacio. Recuerdo a Forforum, un científico exiliado de Farland, convirtiéndose a sí mismo en un horrendo monstruo mutante para intentar arrebatarnos los Orbes, y a él, al igual que Uranius, perdiéndose en la inmensidad del espacio, donde todo era incierto excepto por una cosa: que no nos habíamos librado de ellos y que regresarían algún día para buscar venganza.

¿A qué viene este recuento de los hechos? A que ese día por fin había llegado.

Cuando todo empezó, Jenny, Abraham, Lily y yo nos encontrábamos en la tienda de mascotas donde trabajaba Al Splitz, pues a mi amigo finalmente le habían dado permiso de comprar una mascota.

–¡Surfeas en aguas infestadas de dinosaurios!– recalcaba Jenny, mi novia –Repartes pizzas disparándote a ti mismo en una catapulta, peleas con piratas, ¿y todo este tiempo tu mamá no te daba permiso de tener una mascota?

–No he tenido buena suerte con los animales– le respondió mi amigo –Una vez un dragón me siguió a mi casa, y mi mamá me dio permiso de quedármelo. Entonces la criatura estornudó e incendió el techo de la casa, así que tuve que devolverlo. En otra ocasión, recogí un bebé plesiosauro de la playa, y lo llevé a casa. Lo puse en una pecera y se lo mantuve oculto a mi madre. A los dos días el bebé había crecido tanto que lo tuve que guardar en la tina de baño. Esa noche fingí que estaba muy enfermo del estómago y me quedé todo el día en el baño para evitar que mamá entrara. ¡Eso fue una idea terrible! Cuando me descubrió, el animal había crecido tanto que ya no era posible sacarlo por la puerta, así que tuvimos que derribar una pared, y mi mamá me obligó a devolverlo.

–También recuerdo que el año pasado adoptaste un elefante– comentó Lily –¿Qué fue de él?

–Tuve que devolverlo al refugio. Requería de muchos cuidados, y además causaba muchos destrozos. La fundación “Adopta un elefante” nunca te menciona que esos animales terminarán tratando de comerse las cortinas de tu casa.

–¿Has intentado adoptar animales normales, como un gato o un perro?– preguntó Jenny.

–Tenía un perrito, pero murió de tristeza. Me quería mucho y cuando me fui por dos días, su pobre corazón no lo soportó.

–Tal vez no has encontrado tu mascota ideal, Abraham– opinó Al Splitz –¿Has pensado qué clase de mascota te viene mejor?

–Lo mejor sería un animal que no me quiera tanto, pues no soportaría otra experiencia como la de aquel pobre perro.

–Si te interesa, tengo algunas tortugas. A ellas no les interesa nadie más que ellas mismas. Son muy egoístas, justo lo que quieres.

–Aunque preferiría que fuera algo que pudiera acompañarme en mis aventuras. Algo como un dinosaurio.

–¡Pero los dinosaurios son las criaturas más cariñosas del mundo! ¡Es lo contrario de lo que acabas de decirme!

–¡Qué contrariedad!

Jenny y yo intercambiamos una de nuestras acostumbradas miradas que adivinaban el pensamiento del otro. Para nosotros, los dinosaurios eran muchas cosas, pero ninguna de ellas podía ser sinónimo de “cariñosos”.

Finalmente, tras mucha discusión, salimos de la tienda con un pez.

–¡No es cualquier pez!– nos había dicho Al cuando nos lo mostró –Es un pez “sorpresa mágica”, una de las criaturas más fascinantes de los ríos de Farland.

–¿De qué se trata esta vez?– preguntó Jenny bajando las cejas –¿Explota o algo así?

–Es un pez mutante– explicó Abraham –Contienen ADN de otras criaturas. Cuando llegan a cierta edad, se transforman en cualquier otra criatura. ¡Es como elegir una mascota sorpresa!

–¡Y no hay forma de saber en qué criatura se convertirá hasta que lo haga!– exclamó nuestro amigo –Podría ser un dinosaurio o un tigre, un unicornio o hasta un ave fénix.

–Como no puedo decidirme– reflexionó Abraham –Una sorpresa es una buena idea. ¡Me agrada! ¡Me lo llevo!

Y pasado esto, caminamos por la ciudad rumbo a nuestros hogares cuando percibimos una multitud corriendo.

–¡Hey!– exclamó Abraham tratando de detener a alguien –¿Qué pasa? ¿Por qué todos corren?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.