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NAV-IEXT
El entrenamiento da inicio
Como recordarán, antes de entrar a la escuela, todos los farlandianos hacen un examen de ondas cerebrales que determina la carrera para la que tienen más aptitudes, y en base a ella se establecen materias curriculares obligatorias que ayudarán al estudiante a perfeccionarse en dicho campo. También, si pusieron atención en mi aventura anterior, sabrán que mi examen determinó, muy a pesar mío, que estaba destinado a dedicarme a la actuación.
Esto significa que mis talleres curriculares obligatorios son Teatro, Artes y Mecánica (Esta última será reemplazada en unos años por costura y después por baile, dependiendo de mi progreso en la misma), materias que se unen al currículo estándar de Villa Gris, que incluye las materias de Lengua, Matemáticas, Ciencias, Leyes, Historia y Ejercicio. Finalmente, cada estudiante tiene la opción de elegir 4 materias que le agraden dentro de los muchos talleres de Jimstine, para complementar su educación en los campos alternativos que desee. Las materias que escogí fueron Soccer, Geografía (pues al ser una materia que conocía bien en otros países, creí que sería sencilla), Inglés (en realidad, Jenny me obligó) y Supervivencia (en este último, el profesor fue arrestado[1] y tuve que cambiarme al taller de Cocina).
Admito que en el suceso de eventos que han ocurrido a lo largo de esta historia, me he olvidado de contarles detalles sobre mis clases, pues la verdad es que en esta aventura no serán tan importantes como lo fueron el mes anterior, pero aún así, antes de continuar narrando mi martirio con el mes de las fiestas farlandianas, sería cortés de mi parte ponerles al tanto de mi progreso en las materias de Jimstine.
En las materias de Lenguaje y Matemáticas nunca he tenido problemas, ni siquiera teniendo que memorizar el alfabeto farlandiano y haciendo las ecuaciones con sus sistemas numéricos tan diferentes a los que manejamos. En cuanto a Geografía, que se limitaba únicamente a estudiar las características de la isla, resultaba sencillo, a la vez que interesante, conocer todas las regiones de Farland, desde las montañas nevadas habitadas por gigantes de hielo, hasta las islas habitadas por hadas y sirenas. La materia de Leyes se me figuraba un poco absurda, pues abarcaba cosas tan irrelevantes como el decreto que prohibía a los farlandianos salir a la calle en calcetines, y la más reciente ley que prohibía a la gente sacarse basura de entre los dientes en público.
La materia de Historia era con mucho la que me resultaba más fascinante, pues en Farland habían sucedido tantas cosas que los libros parecían novelas de fantasía y ciencia ficción. Los registros históricos abarcaban todo desde batallas contra dragones y guerras en el espacio, hasta la exploración de diferentes dimensiones. Esto me interesaba especialmente porque yo ya había tenido la oportunidad de comprobar en carne propia que cada palabra que decían estos textos era verídica.
Con Teatro y Artes tampoco tenía problemas, en el tiempo que llevaba en clases había recibido muy buenas notas, lo que era un alivio, pues en Jimstine la acumulación de notas malas en 3 materias significaba la expulsión inmediata. Era por esto que mis principales preocupaciones de todos los días habían sido Ejercicio, Ciencias y Mecánica. En el primero, porque los farlandianos estaban acostumbrados a hacer más esfuerzo físico que nosotros, lo que implicaba también más peligro para mí, que ejercía además la función de portero en los partidos de Soccer. En los segundos, mi problema era que su ciencia era tan avanzada que el simple acto de tratar de reparar una plancha resultaba incomprensible.
Por ejemplo, en la semana que había comenzado desde el fatídico lunes que había tenido aquella macabra experiencia con los clones de mis amigos, el profesor Enginio nos había asignado un nuevo proyecto, lo que era una pésima noticia para mí, que no había conseguido terminar el primero. En su materia se acostumbraba repartir una serie de máquinas averiadas mediante un sorteo, y era la misión de cada estudiante repararla en el menor tiempo posible. Si al final del mes algún estudiante no conseguía terminarlo, tenía una nota de “Pésimo”, pero tenía la oportunidad de recuperarse si conseguía terminar los dos proyectos el siguiente mes. Era por esta razón, que empezaba a detestar la materia de Mecánica.
En cuanto a las actividades de este mes en el taller de Teatro, las últimas sesiones habíamos estado trabajando nuestro estilo de interpretación, mientras la profesora Kat-Hazel llevaba a cabo una votación entre los estudiantes, quienes decidirían qué obra actuaríamos este mes.
Ese día, después de la clase de Mecánica, me dirigí a la azotea, donde se llevaban a cabo las clases de aeronáutica. Nunca antes en mi vida, habría pretendido unirme a un taller que requiriera habilidades en ciencias o ingeniería. Después de todo, el taller de Mecánica era uno de los que más repudiaba y con justa razón, pues los farlandianos, estando miles de años más evolucionados que los seres humanos de fuera, son perfectamente capaces de reparar máquinas desde niños, y entender los mecanismos tan comunes de encontrar en aeronaves y toda clase de electrónicos. Yo, por otra parte, aunque había encontrado que actuar se me daba natural, enfrentaba el desafío de esta materia obligatoria si quería dedicarme a un oficio que dependía en gran manera de los espectáculos de luces y equipo de sonido.