La Hija Del Olvido

Capítulo cuatro. Encuentro

El ruido era un monstruo de mil cabezas. La música rebotaba en las paredes del antro como un latido descontrolado, y el humo artificial flotaba en el aire. Kalen había pasado por Ethan, este tenía el talento de arrastrarlo justo a donde no quería estar… pero necesitaba estar, palabras que su amigo siempre le decía para justificarse mientras estaban en lugares que Kalen no esperaba.

—Vamos, hermano, solo un par de tragos y nos vamos —le gritó Ethan, empujando la puerta del lugar—. Estoy seguro de que me ibas a invitar un té como dos señoras que se reúnen para contarse todos los chismes que reunieron en días sin verse… ¿En qué momento envejeciste tanto?

Ambos eran tan diferentes y no solo por las clases sociales. Ethan venía de una familia acomodada, su padre tenía un trabajo estable hacía veinte años de contador y una madre dedicada al hogar, era hijo único. Se habían conocido en la universidad y a pesar de que Ethan ahora era el que lo llevaba a ese lugar donde la pista brillaba bajo luces púrpura y verdes, mientras las parejas bailaban sin ritmo ni vergüenza, antes fue lo contrario. Su amigo le transmitió todo lo que sabía de planos y diseños, había luchado para ser uno de los afortunados y ganarse la beca en una de las mejores universidades.

Mientras Ethan sabía desde un inicio lo que quería para su vida, Kalen lo descubrió a su lado, se nutrió de todo lo que su amigo le mostraba y esos lugares que donde no quería estar… pero necesitaba estar, eran la biblioteca, museos de arte y edificios arquitectónicos. El padre de Kalen pensaba que la universidad y él habían formado al mejor arquitecto que su empresa pudo tener, la realidad es que todo lo aprendió de la mano de Ethan.

—En el momento en que te fuiste por dos años y me dejaste aquí —refutó Kalen mientras se sentaban en la barra.

—Eso fue un golpe bajo… —dijo Ethan.

Habían planeado ese viaje, juntos visitarían una de las mejores ciudades por su arquitectura, tocarían puertas para abrirse camino y juntos formar una pequeña compañía donde ambos serían socios, pero Kalen decidió quedarse y aunque en un inicio Ethan intentó convencerlo por pedido de Alaia, comprendió que su amigo ya había tomado una decisión. “Mientras pueda disfrutar el poco tiempo que me queda a su lado y darle todo lo que necesita, no me interesa trabajar para Artemis”, fueron las palabras que le dijo Kalen aquella vez.

—¡Oh, vamos! Dices que yo me volví un decrépito y tú fuiste quien perdió el sentido del humor —respondió Kalen riendo al ver cómo su amigo se sentía mal al dejarlo—. Además, no me vengas con que me trajiste aquí para charlar, si acabo de ver una castaña que te trae babeando desde que te mandó al carajo y te gritó que no eres su tipo.

—Eso fue antes, cuando según ella no tenía ni para invitarle un helado, pero yo sé que en cuanto me vea, me aceptará esa cita pendiente —le dijo su amigo mientras le señalaba al bartender que le sirviera dos cervezas.

Y como para Ethan, que desde un principio sabía lo que quería para su vida. Cuando conoció a Sofía, aquella castaña que lo miraba con superioridad y le decía que no era su tipo, él supo que ella sería su esposa en cuanto la besó y ella le correspondió. Será mi esposa, le respondió a Kalen mientras se sobaba su mejilla después de recibir una bofetada de una Sofía furiosa.

Y entre cervezas y un Ethan que le contaba todo lo que vivió en ese viaje, Kalen vio una cabellera inconfundible, estaba de espaldas y charlaba con el tipo que les había servido tras la barra. Ella se puso un mandil y se dispuso a atender a todos los que estaban sentados.

—Piensas mirarla toda la noche como un acosador —interrumpió su amigo al ver cómo Kalen había dejado de escucharlo y se perdía en cada movimiento que hacía aquella chica con rulos.

—¿Eh? ¿De qué hablas? —respondió Kalen mientras tomaba su cerveza y le daba un trago para disimular que su amigo lo había atrapado mirándola.

—Anda… pide otra ronda en lo que voy al baño —le mencionó Ethan mientras se levantaba y le daba una palmadita en su hombro. Kalen sabía que lo hizo para que se acercara, además de que alcanzó a ver que su amigo siguió de largo la entrada del baño, no entró a donde debía para perseguir a una castaña que se dirigía a la salida.

La vio sirviendo bebidas tras bebidas, atendiendo a una velocidad increíble como si el caos fuera su elemento natural. Se había recogido el cabello, pero se dejó un mechón que lo atraía cada vez que ella lo soplaba para quitárselo de la frente.

Ella estaba a punto de acercarse, no lo había visto, en realidad no miraba a nadie, solo escuchaba las órdenes y atendía como si su mente viajara a otro lugar, o solo miraba un punto fijo.

Pero un tipo que estaba a su lado, de esos con camisa ajustada y ego inflado, la detuvo después de que ella dejara su bebida frente suyo.

—Vamos, guapa, una sonrisa no cuesta nada… —decía mientras la tomaba de la muñeca.

La chica retrocedió, incómoda y molesta, mientras se soltaba con furia. Kalen no oyó lo que dijo, pero su cuerpo habló por ella. Se acercó, sin pensar, sin plan. Solo la furia antigua de verla en una situación parecida a aquella noche que la conoció.

—¿Hay algún problema?

El tipo lo volteó a ver, entre borracho y confundido.

—Esto no es asunto tuyo, amigo. Estoy hablando con ella. ¿Quién eres? ¿Su guardaespaldas? Espera tu turno…

Kalen no respondió. Solo miró a la chica, que lo reconoció de inmediato. Sus ojos se abrieron un poco, sorprendida. Pero duró poco porque siguió atendiendo, pasándolo de largo.

—Te dije que esperes tu turno —dijo el tipo mientras lo empujaba para estar frente a ella otra vez Y la tomó del brazo apretando, como si tuviera algún derecho. Esa imagen le cruzó un cable en la cabeza, uno que no se volvía a conectar fácilmente.

—Suéltala —dijo Kalen en un tono de advertencia.

—¿Qué dijiste? —Giró hacia él con una sonrisa torcida.




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