La Hija Del Olvido

Capítulo cinco. No necesito tu ayuda

El frío de la madrugada se colaba entre sus huesos, como si quisiera congelar la adrenalina que aún palpitaba en el pecho de Kalen porque en su cabeza, todo seguía vibrando con una intensidad peligrosa.

Los guardias lo habían empujado sin mucha ceremonia hacia la salida, minutos después llegó Ethan tratando de relajar la situación, entregándoles una tarjeta, asegurando que su amigo se haría cargo de los daños.

—¿Me quieres decir qué pasó adentro? —preguntó con voz grave su amigo, pero no gritaba—. Hace un par de minutos te dejé tomando tranquilo e ibas a acercarte a la chica. ¿Y ahora esto?

Kalen evitó su mirada, se concentró en sus puños, pasando los dedos entre los nudillos para tratar de relajar su mente de nuevo.

—No pasó nada —dijo seco—. Solo un tipo que quiso pasarse de listo.

—¿Nada? ¿De verdad? ¿Otra vez con los golpes? Pensé que ya lo habías dejado atrás, Kalen —lo soltó con ironía, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.

—Y yo pensé que la gente como ese imbécil también se había quedado. —Su mirada estaba puesta en la puerta del antro, como si con solo desearlo pudiera hacerla aparecer.

Ethan soltó una risa, en el fondo le agradaba ver a su amigo despertar y dejar atrás al arquitecto sobrio y sin vida que solo seguía órdenes de su padre, aunque no se lo iba a decir. Además, mejor que nadie conocía a Kalen, nunca lo había visto interesado de esa forma por una mujer. Tuvo aventuras, como todo universitario, pero nada serio… no para llegar a los golpes y mucho menos desesperado como lo veía, mirando la salida de ese lugar.

Se recargó en un auto, mientras Kalen caminaba lento en un solo lugar, iba y venía y a veces alzaba la mirada, cuando el sonido de la música subía el volumen cada vez que salía alguien de ese lugar. El frío de la madrugada empezaba a hacerse notorio, así que sacó su cajetilla para intentar amortiguarlo, pero recordó lo que Sofía le había dicho unos minutos antes y la guardó.

—¿Qué pasó? —dijo Kalen después de ver cómo su amigo guardaba su cajetilla y murmuraba algo. Ethan era la persona más correcta y sin vicios… excepto uno, ese que lo tranquilizaba después de una jornada larga de estudio y trabajo.

—¿Qué pasó con qué? —dijo Ethan sin entender.

—En todo el camino vi que sacabas humo como chimenea y ahora guardaste tu cajetilla. —Kalen se puso a su lado, al parecer la espera iba a ser larga, así que se acomodó su saco, intentando darse calor y mirándolo inquisitivo.

—Nada… solo que esa mujer me saca pretextos de las piedras para no aceptar salir conmigo —comentó Ethan con molestia—. Lo que me va a costar dejarlo…

—Lo que provoca el amor —soltó un Kalen entre risas, incrédulo de creer del poder que tenía Sofía sobre su amigo.

—Mira quién lo dice… El tipo que tiene a su casi hermano congelándose el trasero y esperando a una mujer que… acaba de salir hecha una furia y mirada asesina.

Kalen dejó de reír, se enderezó buscándola con la mirada y se adelantó sin pensar, guiado por un impulso que no sabía cómo explicar, para alcanzarla. Su uniforme ya no estaba en su cuerpo. No lo vio, no miró a nadie. Caminaba con pasos veloces y decididos.

—Ey… ¿Todo bien?

Ella se detuvo en seco, giró sobre sus talones y lo atravesó con una mirada de hielo.

—¿Te parece que te lo diga? —soltó, con voz firme y amarga—. No es tu problema, ¿ok? Deja de meterte donde no te llaman.

—Sí es mi problema. No iba a quedarme mirando cómo ese tipo te molestaba.

—¡Yo sé defenderme sola! —gritó ella, al borde del colapso—. No necesito un superhéroe ni un guardaespaldas. Mucho menos un tipo que no sabe controlar sus impulsos y se lanza a los golpes. ¿Qué edad tienes, eh?

—Solo deseaba ayudarte, el tipo se estaba poniendo pesado. —Kalen se irguió. No era enojo lo que lo sostenía. Había algo más, algo que él mismo no sabía cómo manejar.

—Yo no necesito tu ayuda, te lo dije la última vez, ¡SÉ CUIDARME SOLA! —dijo con molestia—. Tu gran show solo hizo que me quedara sin trabajo. Así que… ¡Gracias!

Y sin darle oportunidad de decir más, se dio la vuelta.

Kalen se quedó ahí, mirando el punto donde la chica de los rulos había desaparecido, como si esperara que regresara para decirle algo distinto. Pero solo quedó la calle, el eco de su propia torpeza y el zumbido lejano de la música. Hasta que Ethan se acercó y lo sacó de sus pensamientos.

—Con quedarte aquí y mirando por dónde se fue no vas a lograr nada. —Kalen se giró al escucharlo y encontró a su amigo con las manos en los bolsillos y una ceja arqueada—, ¡¿ahora a dónde vas?! —soltó Ethan al ver cómo algo hizo clic en la mente de Kalen y caminaba directo al estacionamiento.

—Me estás diciendo que con quedarme ahí parado no voy a arreglar nada, voy a seguirla —dijo Kalen mientras sacaba sus llaves y abría la puerta de su auto.

—Tampoco dije que debías seguirla —comentó Ethan a la par que detenía la puerta antes de que Kalen se subiera—. Primero relájate y piensa con la mente fría. Ella… mmm, ¿cómo se llama?

—No sé… —dijo Kalen rascándose la nuca algo incómodo. Desde que la conoció no había logrado sacarla de su mente y deseaba algo más que solo saber su nombre—. Me estás quitando el tiempo y ya no la alcanzaré —expresó molesto al ver que simulaba una sonrisa y lo veía con burla.

Ethan tenía un don para sacar de quicio a su casi hermano, conocía mejor que nadie sus puntos débiles y el más notorio en su amigo era el ser impaciente. Así que a veces disfrutaba llevarlo al límite, como en ese momento, que se recargaba en el auto de este, metía sus manos en el bolsillo con tremenda desfachatez mientras Kalen lo miraba con ganas de ahorcarlo.

—¡Ethan!

—Te dije que primero te calmes y pienses… —dijo con sorna—. La sin nombre no te quiere ver ni en pintura, así que no puedes pretender seguirla. ¿Qué le vas a decir? ¡Ay, discúlpame! Descubrí que me gustas y al ver otro interesado, pues, me comporté como un idiota.




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