Kalen tragó saliva, se pasó una mano por el rostro y bajó del ascensor como si fuera camino a su propio juicio. Al llegar al lobby, la vio de inmediato… De pie, los brazos cruzados, la mirada encendida, lista para la guerra. Llevaba una mochila cruzada sobre su cuerpo, ese horrendo gabán y… sus hermosos rulos sueltos que anhelaba tocar.
—¿Así que esto es lo que haces cuando te sientes culpable? —le dijo, apenas lo tuvo de frente. Al tenerla más cerca y con las luces del lobby, Kalen se dio cuenta de que sus ojos eran cafés claros, pero cuando se enojaba, como ahora y las únicas dos veces que la vio, sus iris cambiaban de color, se veían con pequeñas motas verdes que se intensificaban con su estado de ánimo.
—Hola… —dijo, podía apreciar cada rasgo de su rostro. Cada peca sutil que tenía en su nariz, sus pómulos radiantes del enojo. Sus ojos viajaban por su cariz… Esa mujer era más que hermosa cuando se enojaba.
—No me saludes. No estamos en plan cordial —sentenció para sacarlo de su ensoñación. Dio un paso hacia él—. Me acabo de enterar de que fuiste a hablar con el dueño del bar. ¿Esperabas que me sintiera agradecida? ¿Un “gracias por resolverme la vida”?
—No, claro que no. Solo quería arreglar el problema que te causé. Nada más. —Kalen frunció las cejas, incrédulo. Sabía que, si ella se enteraba de que fue a hablar con el dueño del bar, no lo convertiría en su amigo, incluso Ethan se lo mencionó con burla… pero por lo menos imaginó que bajaría la guardia.
—¿Y quién te pidió eso? No soy una damisela en apuros, ni una consecuencia que necesita reparación. Soy una mujer que puede sola —soltó ella sin pausa, para después dejar salir un leve suspiro de enojo.
Se notaba agotada, para Kalen, verla por tercera vez era algo que le inquietaba. Por eso había intentado arreglar su arranque de furia, más que tenerla cerca y conocerla, deseaba quitarle un peso que, aunque no se veía a simple vista… debajo de esa coraza había algo. «Los ojos son la ventana del alma, Kalen. Si sabes abrir esa ventana, podrás descubrir lo que todos escondemos, lo que guardamos, tanto bueno como malo», le había dicho su madre cuando aún era un niño que no comprendía los problemas de adultos, pero tenía la inteligencia para detectar las emociones.
Los empleados empezaron a salir, pasaban a su lado… Fingían no mirar, pero sus ojos estaban puestos en ellos y murmuraban. Ella lo notó, miró de reojo y al sentirse observada, se alejó de él.
—Nadie me lo pidió, quise enmendar mi error… Y nunca dije que no pudieras. ¿Siempre eres así cuando alguien intenta ayudarte? —Acortó la distancia y, por la diferencia de tamaño, logró que esa mujercita brava levantara la vista. Sus miradas por unos segundos conectaron más allá de la tensión de la discusión y sus respiraciones se mezclaron.
Ella apretó los labios, como si lo que quisiera decir se le atorara en la lengua… pero en realidad se sintió incómoda de sentirlo tan cerca, de que su calor le traspasara la piel… de la mirada de Kalen que buscaba bucear en sus iris.
—¡¡Yo no pedí tu ayuda… como te llames!! —exclamó mientras volvía a alejarse y sacudía sus manos y cuerpo, como si hubiera sentido la misma energía que Kalen y se la espantara—. La gente como tú… —Lo señaló de arriba abajo, bastante molesta. Al escuchar lo último, Kalen arqueó una ceja—. Sí, como tú, no hacen nada sin solicitar nada a cambio, y a mí no me gusta deber ningún favorcito.
—Kalen, ese es mi nombre —dijo y le regaló una sonrisa porque en realidad le causó gracia ver cómo se sacudía, como si le hubieran dado toques eléctricos ante su cercanía o se espantara algún insecto—. Solo intenté hacer lo correcto, perooo, ya que estás juzgándome sin conocerme y poniéndome en el mismo saquito… pues sí, me debes un favorcito y me lo voy a cobrar caro.
Ella abrió los ojos ante lo que escuchó y en sus labios se formó una O, incapaz de creer lo que Kalen le había dicho, además de que este empezó a caminar y dirigirse al estacionamiento. Así que corrió para alcanzarlo y plantarse frente a él.
—¡Eres un descarado! Yo no te debo nada porque no te lo pedí —gritó indignada, acribillándolo con la mirada.
—Lo sé, pero tampoco eres de las que va por la vida debiendo favores, ¿no? Yo soy descarado y tú una prejuiciosa —comentó el castaño y le dio un leve toque en su nariz—. Ni siquiera sabes qué favor te voy a pedir…
—No me interesa saberlo… porque ahora no se me da la gana pagarte nada —soltó dándole un manotazo cuando sintió su toque y esa energía que la ponía nerviosa.
Kalen soltó una carcajada al notar cómo se le ruborizaban las mejillas después de su osadía al tocar su nariz respingona, pero aun así, ella no bajó la mirada ni un segundo. Su postura era rígida, las manos cruzadas sobre el pecho, como si quisiera evitar que se le saliera el corazón de puro coraje.
«¿Hace cuánto tiempo no reía así? ¿Hace cuánto tiempo no sentía esa sensación que da el querer algo con tanto deseo?», se cuestionó mientras sintió que ella lo miraba diferente, percibió ese sutil y fugaz centello en sus iris al perderse en su boca, en esa sonrisa que le sacó sin querer, y Kalen descubrió que no era solo deseo, ni siquiera un capricho… eran ganas de sentir lo que sea a su lado.
Por unos segundos, ella tenía su mirada sobre su boca para después subir hacia sus ojos, fue un instante en que sus iris conectaron… Unos segundos donde solo eran ellos y esa extraña sensación que los descolocaba. Hasta que ella fue la primera en reaccionar, su ceño se fruncía y volvía a esa pose fría y distante.
—¿Me dirás tu nombre? —le soltó Kalen al ver el cambio en su semblante y postura.
—¡¿Para qué demonios quieres saber mi nombre?! Dime cuánto te debo y listo —exclamó tajante.
—¿Cómo para qué? Es correcto saber cómo se llama la persona que me debe —respondió él con una media sonrisa que le colgaba del rostro como si nada en el mundo pudiera incomodarlo—. Y no funciona así… —Cortó dando un paso más cerca. Sus ojos no se apartaron de los de ella—. Si quieres saber de qué se trata, te espero mañana en… —Hizo una pausa a propósito, llevando su dedo índice hacia su boca, fingiendo que pensaba el lugar—. En el bar que causó que estés atada a mí.