La Hija Del Olvido

Capítulo trece. Me importas… y me gustas

El camino hasta el bosque se hizo breve, aunque llegaron cuando la noche ya había tomado el cielo. Para Riley no fue incómodo, al contrario, jamás había pisado un lugar así. Creció sin ese tipo de caprichos o banalidades, su madre vivía en su burbuja y jamás se interesó en que su hija visitara lugares fundamentales para un niño, y fue cuando recordó lo que él le había dicho. «Solo vive y disfruta».

Al bajar del auto, notó que esta zona no era la misma donde le había enseñado a andar en bicicleta. El terreno estaba más despejado y, a pocos metros, un árbol gigantesco se elevaba como una columna viva, perdiéndose en la oscuridad. Kalen no dijo nada, solo la guio hacia el árbol y sentía, de vez en cuando, el roce de su mirada. No era invasiva y esa sonrisa que le regalaba cada vez que sus miradas se cruzaban… ya la había conquistado antes incluso de que lo aceptara.

Al estar bajo las grandes ramas, Kalen se arremangó lentamente las mangas de su camisa y sin previo aviso, se quitó su calzado y calcetines.

—¡¿Ahora qué haces?! —preguntó, incrédula y abriendo sus ojos.

—Algo que sé que te va a gustar. —Le clavó la mirada un instante—. Confía en mí… por una vez.

—Suena como una mala idea —soltó Riley con una risa breve y sarcástica. «¿Acaso no se ha dado cuenta de que ha confiado en él más de lo que podía permitirse?», pensó.

—Las mejores experiencias empiezan así —replicó y le hizo un gesto con la mano, invitándola a imitarlo.

—¡No haré semejante locura, Kalen…! —exclamó con duda porque su lucha de no permitirse dejarse llevar ya no era tan fuerte.

—Solo hazlo… —respondió con calma—. Disfruta, Riley. Siente la libertad de pisar la tierra. Hay cosas que para otros son locas o ridículas, incluso insignificantes… pero son las más increíbles.

Ella frunció el ceño, lo observó unos segundos y finalmente cedió. Se dejó caer lento y ante la mirada juguetona y victoriosa de Kalen, se quitó sus zapatos, seguido de sus medias. El contacto con la hierba húmeda le arrancó un suspiro que intentó disimular. Lo vio avanzar lento y entonces, como si el bosque quisiera presumirse, las luciérnagas comenzaron a encenderse entre el pasto.

—Kalen… —«Esa tierra está embrujada», fue lo primero que cruzó por su pensamiento al seguirlo en su caminata alrededor del árbol, ya que haría lo que estaba en contra de su personalidad—. ¿Te puedo preguntar algo?

Lo observó desplegar la más sensual sonrisa que ese hombre podría ofrecer... y su pregunta le encendió algo en su mirada.

—Te estás acostumbrando a mi compañía más rápido de lo que crees —comentó él, sin apartar la vista de su caminata de Riley.

—¡¿Yo?! —exclamó arqueando una ceja, ofendida, y se detuvo para señalarlo con su dedito y después lo movió de un lado a otro—. No te confundas, estoy aquí porque me secuestraste con tu hambre.

—Ajá… —Kalen dejó escapar una risa baja—. Si reaccionas de esta forma y me preguntas lo que deseas cuando te invito a algo, dado que no fue un secuestro… deseo saber cómo serás cuando verdaderamente decidas estar cerca.

—Eres un egocéntrico… Ya no me interesa saber nada. —Cruzó sus brazos a la altura de su pecho y se giró para ir hacia la dirección contraria a la de él.

—Oh, vamos… suelta tu pregunta. —La alcanzó y empezó a caminar hacia atrás mirándola de frente—. Por favor… —Hizo un puchero mientras juntaba sus manos, rogándole para que le dijera.

Y con la idea firme de que ese lugar estaba embrujado, dejó de estar a la defensiva para preguntarle lo que le inquietaba… La realidad es que esa mujercita jamás iba a aceptar que disfrutaba escucharlo.

—¿Qué quisiste decir con eso de que este lugar pronto va a desaparecer? —Su voz sonó más fuerte de lo que planeó, pero ya no podía controlarse. «Ya te volviste igual que él, no puedes mantenerte callada, chusma», la acusó su conciencia.

Kalen apagó su sonrisa casi al instante y regresó a su posición inicial, dudando unos segundos que sintió eternos.

—Lo van a sustituir por… un conjunto habitacional —dijo casi en un susurro.

—¿Cómo lo sabes? —Ella se detuvo en seco al oírlo. Era un hermoso lugar, ¿quién haría semejante atrocidad?

—Porque… yo soy el arquitecto que llevará la obra. —Notó cómo bajaba la vista y por primera vez parecía incómodo.

Riley sintió que el aire se le trababa en el pecho. De pronto, todo encajaba: la tarjeta que le dio su jefe cuando le regresó su trabajo del bar y la visita a ese enorme edificio… Se hizo un silencio que dolía. Hasta que lo oyó aclararse la garganta, intentando romperlo.

—Riley, yo…

—Tranquilo —lo cortó—. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio para que este mundo funcione… es una balanza, ¿no? —No pudo evitar sonar cortante y con un tono acusatorio. Porque al final, Kalen venía del mundo que ella odiaba.

—¡¡Basta, Riley!! —Su voz la oyó tensa, casi rugida—. Deja de juzgarme sin conocerme. —No lo vio venir hasta que él acortó la distancia de golpe, la tomó de los hombros y la giró hacia él con más fuerza de la necesaria.

Ella parpadeó, sintiendo el calor de sus manos en sus hombros, el olor de su piel, la proximidad que la desarmaba.

—¿Por… por qué? —murmuró, apenas audible—. ¿Qué importa lo que yo piense de ti?

Él no respondió enseguida. Su respiración estaba desordenada, como si buscara las palabras justas y le pesara decirlas. Bajó un poco la mirada y sus manos, aunque firmes, las sintió suaves sobre sus hombros.

—Porque me importas… —dijo finalmente, con un tono grave que parecía rasgar el aire.

Aquella mujercita sintió un cosquilleo recorrerle la espalda. El silencio que siguió fue espeso, lleno de cosas que ninguno se atrevía a decir, hasta que él acercó el rostro un poco más… Podía sentir el calor de su aliento, el roce sutil cuando volvió a hablar.

—Me importas más de lo que puedes imaginar… —Su voz descendió casi a un susurro y su mirada la sostenía en una especie de pulso invisible. Lo vio tragar saliva y sus ojos bajaron fugazmente a su boca y luego volvieron a los de ella.




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