-No quiero que me jodas con tus palabras de motivación- decía Rocío a su mejor amigo Leroy mientras sostenía un cucharón con unas gotas de sopa de pollo justo a cinco centímetros de la cara de él.
-Solo digo que no debes sentarte en este lugar a hacer rus deberes, tienes problemas pero no vas a actuar cómo una marginada social durante todo el año.
-La marginada social no está disponible por el momento- dijo Rocío metiéndose la cucharada de sopa en su boca-por cierto debemos ir a nuestro proyecto, cierto?
-Ahh, sí eso, pero no crees que sea algo peligroso?, es decir, no invocaremos al Diablo ni nada pero al menos sé un poco femenina.
-La antisocial y muy poco femenina mejor amiga tuya se va.
Rocío no quería actuar de esa forma pero el estrés de sus hombros era muy grabe, desde pequeña no quería escuchar a nadie, su personalidad no es del todo sociable y siempre chocan sus ideas con las de los demás, principalmente cuando habla con Leroy, ese pequeño bastardo era la víctima de todas sus bromas de mal gusto y sus crisis existenciales.
Entraron a las clases de la tarde y no le preocupaba nada, su mejor amigo, estaba en el otro lado del salón con un libro mirándola hasta que de cierta señal para empezar el supuesto proyecto que se habían planteado hacer, Rocío solo reía mientras le guiñaba el ojo a Leroy, ambos son muy diferentes tanto en personalidad como en forma física, la única cualidad al menos un poco coincidente entre ambos era que tenían cintura de mujer. El rector daba la primera clase de la tarde, justamente su clase era la más aburrida, literatura nivel superior no era exactamente la expresión que causaa un orgasmo en sus pequeños organismos, para ser honesto, ni siquiera querían entrar a ningún lado y siempre se hallaban hablando y expresándose mal de todos y de todo.
-Llegó la víctima-susurró Rocío con sus labios bocalizando bien para que a los lejos de unos veinte metros Leroy escuchase mejor dicho leyera bien sus labios.
En ese momento ambos jalaron un cordón que tenían en sus meñiques, era rojo, ese cordón estaba conectado a una jaula que dejó escapar a un gallo que saltó en la cabeza del rector que en medio de las burlas de los estudiantes alcanzó a divisar a sus cazadores.
-Es la tercera vez que están en esta maldita aula y no aprenden- decía un rector lleno de plumas y calvo, ya que su peluca se le voló.
-Su oficina no se acaba de remodelar?-decía Rocío levantándose del asiento-ah cierto, no pueden, ya lo hice yo.
Hace unos meses en el primer día de clases justamente había una muy bonita bomba apestosa conectada a una mecha de explosivos, el calculo era excelente y el desastre era de lo más artístico.
Leroy se quedó en esa pequeña aula con una ventana justamente a los ojos del rector tratando de abogar en favor de Rocío-jódete-pensó mientras hablaba cosas buenas de su amiga.
-Que tal estaba la charla con tu noviecito?
-No me hables-dijo Leroy acomodando su capucha roja.
-Desde aquí se ve tu cinturita de avispa, sabes?, empiezo a dudar de tu sexo.
-Me importa eso tanto como a ti te importan los demás.
-No que no me ibas a hablar?
-Desde ahora.
Y aunque no se hablaron durante todo el camino ella lo miraba tranquila y él a ella, su gran amor iba floreciendo de poco a poco mientras ella le metió un golpe en su espalda el mismo que hizo discipar esa conección, pararon por un helado y siguieron con ese maldito silencio que los incomodaba.
-Lo peor es que eres mi maldito vecino y debes hablarme en algún momento, justamente me vas a pedir una tacita de azúcar porque no compraste en la tienda.
-No necesito de tu maldito endulzante, no necesito el endulzante de una chica que me hace quedar mal con las damas.
-El solo hecho que las llamaes ¨damas¨ ya hace que pierdas la totalidad de suerte con alguna.
-No es cierto, tengo muchas haciendo fila.
-Tu historial y los cayos en tu mano derecha dicen lo contrario.
-Cayos?-dijo Leroy viendo su mano y Rocío le pegó en su cara con su mano derecha.