-Ya te dije que no me gusta que me presiones a hacer nuevas amigas-le dijo Rocío a Leroy mientras se despertaban en su cama. Al parecer ella tenía mucho miedo de vover a su casa y se sentía más segura al lado del macho dominador de su mejor amigo, pequeño, delgado y patético, pero a gusto colores.
-No puedes quedarte en mi cama todos los días, está bien, no tenemos familiares cerca, pero es algo inadecuado.
-Qué mierdas dices amorcito?-dijo ella levantándose de la cama y yendo al baño-me voy a bañar, ya salgo.
Los dos años habían pasado demasiado rápido desde que vivían juntos, siempre pasaban apegados y se tenían demasiada confianza, pero, ninguno de los dos tenia amigos, y hablar solo entre dos peronas, cansa.
Ella salió del baño.
-Sabes? tengo muchos amigos.
-Los de facebook no cuentan-dijo Leroy mirándole con cierto aire de desaprobación.
Ellos no necesitaban de nadie mas que de ellos mismos, pero las cosas cambian, la gente crece y el deseo del ser humano es hacer su círculo de amigos un poco más amplio, ellos no fueron la excepción, no era que se aburrían de estar siempre juntos, pero, las mujeres necesitan hablar con mujeres y los hombres con hombres, cada uno de sus pendejadas, sería asqueroso que Rocío le diga a Leroy su fecha de periodo y él por obligación deba comprar las toallas, claro, él lo haría, pero para eso existen las amigas, la cuales ella no tenía.
-Intentaré buscar una amiga-dijo Rocío dándole una media sonrisa, joder, a él esa sonrisa le mataba.
-No me harás sonrojar.
-No me jodas con tus cursilerías, anda y cómprame toallas íntimas.
-Búscate una amiga y dile que te acompañe.
Eso no la lastimó, de hecho le hizo sentir bien, Leroy se preocupaba por ella, le dejaba tener amigos, no era celoso y además la apoyaba, y por eso mismo se han metido en muchos probemas, uno de esos fue cuando guindaron de cabeza al caballo de un granjero y pintaron la cerca de un millonario que no respetaba a los demás, el lema de ellos era ¨no importa donde ni cuando, nadie se salva de estar jodido¨ algo parecido a la ley de Murphy pero con el toque único de esa increíble pareja. Ahora era turno de la chica ser quien se salve sola, al ver a su mejor amigo tirado en el mueble comiendo frituras y viendo anime.
-Idiota-susurró Rocío sonriendo, estaba sola y sonreía, pero esta sonrisa venía con un deseo-cómo quieres que me haga amiga de alguien? no puedo.
En ese momento ella vio a una chica que necesitaba ayuda, al parecer trabajaba en la tienda y se le habían caído todas las muestras gratis en la carretera.
-Tranquila, las lavamos y no te regañarán-dijo Rocío a la extraña muchacha que tenía el cabello risado y lasio a la vez, y unos hermosos ojos verdes.
-Eso planeaba hacer, de hecho estas cosas ya vienen con demasiada porquería, un poco más no hará daño-dijo la misteriosa chica.
-Rocío- dijo extendiendo su majo para saludar y de paso ayudarle a levantarse.
-Liliana-se levantó, limpió la parte trasera de su uniforme el mismo que de por sí ya lucía del asco con su camisa floreada de un lado y carnosa del otro.
-Tu camisa se ve deliciosa.
-Eh! mis ojos están aquí.
-Enserio te obligan a usar esa porquería de uniforme?
-Al menos me veo mejor que al lado de la porquería de mi ex.
-No me hables de exnovios, amiga.
-Y si nos hacemos lesbianas?
-Tijerazos? esa idea me gusta-dijo Rocío quien ya había agarrado confianza con su nueva y única amiga.
-Si te apetece podemos ir a tu casa y fumamos un poco.
-Fumas?- dijo Rocío con aire de admiración.
-A duras penas tengo diecisiete años, mis pulmones resisten.
-Mi casa está ocupada, vayamos a la casa de mi mejor amigo-a ella se le hacía raro llamarle ¨novio¨ a Leroy el mismo que estaba evitando comerse las frituras que Rocío había preparado para la cena.
Fueron a la casa de Leroy y la gran sorpresa fue cuando él y Liliana se vieron a los ojos, un antiguo y desastroso amor traía con sus recuerdos un muy amargo sabor de boca, casi como mezclar vodka con alcohol anticéptico, no hacía falta probar, ya se sabía cómo dolía el saborearlo.